Stanno tutti bene
Idealizar el pasado es normal e imaginar un futuro esperanzador es incluso deseable. Mientras tanto en el medio el presente se encuentra atrapado entre lo que es y lo que debió ser. En Stanno tutti bene (1990), el director Giuseppe Tornatore explora esa tensión entre la idealización y la realidad.
Matteo Scuro (Marcello Mastroianni) decide visitar sin avisar a sus cinco hijos, cada uno viviendo en algún lugar distinto de Italia, y poco a poco va descubriendo la distancia que hay entre la imagen que tenía de la vida de cada uno y la realidad, tensión que además experimentan los propios hijos, quienes se habían visualizado en una vida distinta, más exitosa.
La trama de esta película puede ser trasladada del plano individual al colectivo. Recientemente en Twitter se dio un debate sobre la situación en Venezuela, particularmente entre quienes perciben una mejora en la situación del país y quienes no. Abordar este tema es complejo por distintas razones, una de ellas es porque se trata de una realidad difícil a la que se están enfrentando millones de personas, y por lo tanto es una situación muy sentida y que afecta de manera emocional a muchos. En tal sentido, tratar de comprender la perspectiva del otro es muy importante.
Para quien está en una situación peor que hace un par de años escuchar que alguien dice que está mejor puede resultar ofensivo; para quien está en una mejor situación escuchar que alguien diga estar peor puede parecer una mentira. Al final ambos tienen razón porque están viendo la realidad desde su perspectiva, lo que es natural. También es natural que quien está peor se ofenda, pues no se está reconociendo su sufrimiento; así como es normal que quien está mejor se sienta agredido por quien quiere decirle que la realidad es adversa pues le puede estar quitando la satisfacción de sus logros.
La diferencia anterior no se puede resolver desde las perspectivas individuales, cada uno vive su realidad. Sin embargo, es posible encontrar un piso común a partir de hechos concretos y generales. Decir que Venezuela está mejor o peor desde la experiencia personal es, en el mejor de los casos, incompleto. Para aproximarse a cómo ha evolucionado la situación del país se debe recurrir a elementos analíticos, y específicamente, en la medida de lo posible, a evidencias. En ese sentido, de acuerdo diversos indicadores de calidad de la democracia, fragilidad del estado, emigración, violencia, y variables macroeconómicas, Venezuela no está mejor.
Enfrentarse a la realidad es difícil, particularmente para quien se siente atrapado en ella, pero negarla no contribuye a cambiarla. El problema de fondo es que justamente al sentirse atrapado, y sin posibilidad de cambiar la situación, la persona puede querer adaptarse, y eso también es natural. Al final de cuentas nadie puede vivir en permanente tensión, y si adaptarse permite liberar la tensión entre el deber ser y lo que es pues sin duda es algo positivo, al menos para esa persona. Pero, desde el punto de vista social, así como de la aproximación intelectual a una situación, el objetivo debe ser siempre intentar verla desde una perspectiva analítica.
Venezuela no está bien. Tampoco parece estar mejor en general. Hay quienes están en una mejor situación que hace dos años, otros tantos están peor. Más allá de esta realidad, el verdadero punto es que la gran mayoría quiere que la realidad actual cambie, y es ahí donde se deben enfocar las energías. La gran interrogante que debe hacerse cada persona es cómo, desde sus capacidades, puede contribuir a cambiar la situación actual. Adaptarse es una forma de sobrevivir individualmente, pero desde el punto de vista colectivo es la incomodidad con el presente lo que permite pensar en un futuro distinto.
Twitter: @lombardidiego