Mientras ocurre México el gobierno mete de contrabando un convenio colectivo universitario
La sola expectativa de una negociación en el exterior entre la oposición y gobierno paso a segundo plano todos los problemas que agobian a los venezolanos, incluida la escasez de vacunas, o las cifras alarmantes de personas infectadas por el mortal virus. Al celebrarse este primer y consabido encuentro en México, por muy grave que sea la hiperinflación, o las propias elecciones convocadas para noviembre, o el estatus de un gobierno interino que ahora no se sabe ni para donde va, lo que sigue siendo más relevante es lo que dicen o dejan de decir los negociadores. Y, por supuesto, no hay mejor oportunidad para que el régimen avance en sus planes de cuño totalitario.
Entre telones y casi por debajo de la mesa surge el convenio colectivo universitario sin que se levante voz alguna para atacarlo, porque la supervivencia personal y familiar marca la pauta, los partidos están tratando de sobrevivir según lo indiquen los negociadores, siendo excepcionales aquellos que francamente se les oponen, por mucha razón que tengan.
La usurpación, ahora legalizada, ha celebrado esta contratación colectiva consigo misma, porque antes creó la Federación de Trabajadores Bolivarianos de las Universidades para invalidar la existencia de los consabidos gremios profesorales, estudiantiles, obreros, empleados y las autoridades que por más tiempo que tengan son electas por sus miembros. Acá no hubo discusión alguna, porque – además – esos mismos gremios tampoco protestaron, como debían, a la nueva burocracia sindical bolivariana, y, después de haberles negado el presupuesto para su mantenimiento, nuestras casas de estudios deben agradecer las dádivas para la remodelación oficial de sus deteriorados espacios.
Entonces, esta contratación colectiva es un perfecto contrabando que está orientado a la destrucción de la universidad, aquellas que fueron consideradas entre las mejores del mundo. Por una parte, promete una mejoría económica y social del mundo universitario, imposible de alcanzar con diez u once dólares mensuales para el docente, o, en estricta materia de seguridad social, prometer pólizas absolutamente incumplibles, porque – además – el entorno no favorece ni el Estado tiene capacidad ni para pagar un salario decente a sus directos empleados, ya en apuros para medio cancelar unos aguinaldos que se les llevará completamente por el medio la reconversión monetaria en puertas. Sin embargo, el problema no es sólo laboral, como quiere hacerse creer, sino compete a la propia existencia de la universidad, pues, contrariadas las instituciones fundamentales del derecho del trabajo y, específicamente, del derecho colectivo, la llamada IV convención está contaminada de materias y asuntos que no le conciernen a la universidad.
¿Qué es eso de la creación de las brigadas universitarias y, en definitiva, de la milicianización de nuestras casas e estudios? ¿Por qué el empeño de convertirlas en pequeñas fábricas o en una suerte de quincallas para la comercialización de bienes? ¿Quién dijo que la universidad lo será en la misma medida que un socialismo que sus propios propulsores ni siquiera han tenido la delicadeza de definir y, mucho menos, de discutir? ¿Acaso no es también de interés para la OIT y la Unesco esta materia? ¿Por qué los embajadores del interinato ahora inexistente no han sensibilizado ni movilizado a la opinión pública internacional sobre este contrabando universitario que violenta la Constitución de la República y, concreta como exactamente, su artículo 109? ¿Basta con que todo el mundo se haga el loco, esperando otra reunión de los negociadores de México que ni idea tendrán de lo que es un contrato colectivo?
Esta es una situación que agrava más la triste realidad del venezolano, y pone en riesgo el futuro de aquellos jóvenes que continúan y quieren seguir haciendo vida en nuestro país, porque sin educación, ¿qué futuro se les puede brindar?, mientras que en México solo hablamos del tema político electoral, el régimen avanza y termina de consolidar su hegemónico plan de destrucción. Plan que debemos seguir combatiendo desde todos los frentes y por ello no solo el sector político debe ser el único abanderado en dichas negociación, deben estar involucrados todos aquellos sectores que viven, padecen y están dispuestos a trabajar y luchar para que podamos insistir, resistir y persistir y así conseguir el verdadero cambio que nuestro país necesita.
@freddyamarcano