La ganancia de no votar
Es fácil observar a varios líderes políticos haciendo planes para participar como candidatos en las próximas elecciones regionales. Aunque aún Guaidó y los jefes de los partidos de oposición no han anunciado la decisión sobre ir o no a votar, da la impresión que, independientemente de lo que se pudiera finalmente decidir, algunos, a troche y moche, participarán en estas elecciones.
Estas líneas son quizás nuestra última oportunidad de opinar públicamente sobre este tema toda vez que los que decidan participar deben inscribirse en el CNE pirata en los próximos días de agosto. Los argumentos en contra de la participación en estas elecciones regionales son abundantes, pero poco se menciona la enorme ganancia política que tendremos al no ir a votar. Comentamos a continuación sobre esto.
Lo primero que salta a la vista es la incoherencia. En diciembre se hizo una consulta popular donde millones de personas dijeron que desconocían a la Asamblea Nacional chavista por ilegal y tramposa. El ir a votar ahora sería de una inconsistencia mayúscula pues el CNE fue nombrado por esa Asamblea chimba.
El otro asunto es sobre la utilidad real de participar a sabiendas que, aunque se gane una gobernación o una alcaldía, el régimen saboteará su gestión. Nuestro mejor ejemplo sigue siendo la espectacular victoria electoral de la oposición en 2015 eligiendo una Asamblea con mayoría absoluta que a los pocos días fue desbaratada por el genuflexo TSJ rojo.
Pero quizás lo de mayor importancia son las consecuencias de ir a votar. El participar haría aceptable al CNE pirata y al mismo tiempo se validaría a quien lo nombró. Ante nuestros amigos internacionales daríamos el mensaje de que ahora tenemos un mecanismo aceptable para solucionar nuestros problemas mediante elecciones que, de paso, es lo que todo el mundo ha sugerido que debemos hacer. Ya no habría más razón para seguirnos apoyando. Ya solo tendríamos que esperar y aceptar otra nueva elección fraudulenta como lo va a ser esta.
El no participar en esta bufonada electoral tendría la virtud de ratificar de que no estamos dispuestos a hacerlo sin condiciones decentes. Que las elecciones deben contar con un CNE creíble, con la revisión del registro electoral, con el fin de sanciones a partidos y líderes de oposición y con la observación internacional.
Al no asistir a la farsa mostraríamos coherencia política que reforzaría el apoyo internacional. El mismo pueblo opositor sabría a qué atenerse y, quizás por primera vez, habría unidad en los hechos. Las sanciones seguirían y posiblemente aumentarían y con ellas la dificultad de los rojos para mantenerse en el poder. Sería una gran bofetada al régimen cubano al revelar su estrategia de “dorar la píldora” para que las elecciones tengan una buena participación y, así, legitimar a Maduro y a todos los otros poderes.
Usualmente el argumento de los que quieren participar es “¿y tú que propones? ¿que nos quedamos en casa sin hacer nada?” Pues muchas cosas se pueden hacer cuando nos lo formulamos ya que la creatividad humana es inmensa.
Varias veces hemos planteado el hacer presión al régimen con un esquema diferente. En física la presión es la fuerza dividida entre el área. En el ámbito político también. Por ejemplo, si hacemos una gran marcha de 100.000 personas (la fuerza) reclamando a un régimen de 10.000 funcionarios principales (el área), la presión es la división entre esos números e igual a 10. Si no disponemos de 100.000 personas podemos ejercer exactamente la misma presión con solo 10 personas (la fuerza) que actúan sobre 1 solo funcionario (el área).
Hacer esto no es muy difícil. Se requiere de una organización de alrededor de 40.000 personas cuyo trabajo diario, a nivel nacional, es protestar frente a los funcionarios medios y altos del régimen. Si se hace bien este trabajo la presión será enorme y equivalente a la de grandes marchas. El régimen se verá prensado por sus mismos funcionarios que reclamarían una solución que permita la convivencia.
Seguramente existen decenas de otras posibilidades para seguir la lucha. Solo debemos ponernos de acuerdo en una y ejecutarla. Votar es mostrarnos débiles y sedientos por inútiles cuotas de poder. No votar nos hace fuertes y dignos y nos muestra recios y unidos para exigir las condiciones electorales. Ir a votar nos arrodilla ante el tirano y sus amigos cubanos y eso es venenoso.
Ojalá que el presidente Guaidó y los partidos anuncien un tajante no a la idea de participar en estas elecciones regionales. Eso sería, como en los juegos olímpicos, una medalla de oro para la oposición demócrata venezolana.