El diálogo, táctica dilatoria del régimen
“El que no está con la libertad, puede conservar las cadenas del infortunio y con la desaprobación universal” Simón Bolivar
Controversiales comentarios surgen en torno a los diálogos que por espacio de años se vienen proponiendo entre el régimen y la oposición. Para algunos calificados analistas las mismas no arrojan un resultado deseable, pues no pasan sino de un simple escarceo entre entre un régimen socialista y una oposición, hoy día lamentablemente fraccionada y poco heterogénea, de lo cual ha sacado provecho el gobierno socialista, marxista y mal llamado bolivariano.
Pero la verdad es que este hecho ha permitido que la opinión pública nacional a lo largo de estos últimos años conociera que no se trata sino de una táctica dilatoria del régimen de Nicolás Maduro para darle larga a su pretensión de atornillarse en el poder, pese al mayor fracaso económico que vive el país desde hace 22 años. Un régimen responsable de la pérdida de la soberanía política, alimentaria y de salud y que ha configurado un gobierno corrupto y disfuncional, que admite muy pocas comparaciones.
Un régimen que para hacer frente a los problemas de inflación y carestía adoptó un nuevo sistema cambiario y el control de precios, en tanto que la inseguridad ha situado a Venezuela en el segundo lugar de los países más violentos del mundo. De allí que los jóvenes estudiantes apoyados por la sociedad civil hasta hace apenas cinco años atrás se pronunciaban en calles y avenidas de todo el país.
Nadie puede negar que los venezolanos estamos padeciendo de la más espantosa crisis económica, jamás vista en toda la historia republicana, con la más espantosa migración que sobrepasa la cifra de seis millones de venezolanos solo superada por Siria como consecuencia de la guerra, y un nefasto saldo de familias empobrecidas en estado de indefensión económica y de salud, víctimas de una secuela de impredecibles consecuencias, como la pérdida de sus seres queridos en una lucha desigual de la paz contra la violencia. La primera, encarnada por quienes defienden sus derechos sociales, la paz y la democracia y la segunda por quienes dicen defender a ultranza a un régimen que se proclama socialista, bolivariano, revolucionario, marxista y mal llamado bolivariano.
Cuando una país se encuentra en una situación como la nuestra no se puede responsabilizar de todo cuanto ocurra a quienes se les considera sus adversarios políticos, cuando el ”mea culpa” es de quienes gobiernan. Por eso, el reclamo popular que es de más del 75 por ciento de los venezolanos que desean otra alternativa política, pero el régimen pretende a troche y moche imponerse, lo cual es rechazado rotundamente.
El diálogo ha creado una expectativa en todos los sectores del país, ansioso de que se encuentren soluciones como la de una transición democrática que conlleve al respeto de los Derechos Humanos, libertad de los presos políticos, seguridad alimentaria y de salud y elecciones presidenciales y no al recrudecimiento de la represión, y presencia de grupos guerrilleros como las Farc y el ELN en territorio venezolano en estados fronterizos como Zulia, Táchira, Apure, Amazonas y Bolívar.
Los resultados de una reciente encuesta son reveladores: más de la mitad de la población (75%) se considera de oposición, y menos de un tercio (32%) es adepto al chavismo-madurismo. Culpan de la crisis a Maduro y expresan que debe salir por “algún mecanismo constitucional”. El 70% de los consultados está descontento con su gestión, 60% rechaza su liderazgo, 55% reconoce vivir en una dictadura, y cerca de la mitad del país respalda la convocatoria de una Asamblea Constituyente o la solicitud de su renuncia, y masivamente rechaza la intromisión de los cubanos, al mismo tiempo que reconocen que los protagonistas políticos en tiempos pretéritos fueron los estudiantes (57%).
Queda claro que las protestas estudiantiles y la resistencia sostenida y organizada de los jóvenes empujaron en años anteriores a Maduro y a la MUD a sentarse en esa mesa, a pesar de las contradicciones internas.
Juan Montalvo, escritor ecuatoriano, periodista e intelectual de talla, autor de varias obras como “Los capítulos que se le olvidaron a Cervantes” Las Catilinarias” y otras, escribió en cierta ocasión: “»El malestar de las repúblicas sudamericanas consiste, no tanto en sus malas leyes, cuanto en que las buenas no son obedecidas, y en que el poder ejecutivo tiene por ellas mismas facultades exorbitantes, y cuando no las tiene, se las arroga de mano poderosa. La violación de una ley es un paso a la tiranía; y yo no la sufriría sino cuando el primer magistrado pudiese hacer este juramento: Juro que he salvado la patria. Pero entendámonos; salvar la patria, es salvarla verdaderamente; cosa que la comprenderemos bien, si sabemos lo que es patria. En estas nacioncillas de partidos cada cual llama patria a su poder y su provecho; patria es el mando, patria el sueldo, patria las bayonetas, patria el partido».
¡Cuánto tiene Montalvo de profeta! Su pensamiento sigue vivo, sus lecciones de libertad son una manifiesta y permanente enseñanza.
Miembro fundador del Colegio Nacional de Periodistas (CNP-122)
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