Sanciones económicas = espejismo revolucionario
El régimen viene justificando las dificultades económicas como producto de las sanciones. Ciertamente las sanciones afectan las oportunidades de relaciones comerciales y financieras de la República. Más, ¿las oportunidades de quién?
Cuando se dictaron las sanciones quedó claro que ellas iba en contra de las oportunidades que determinados funcionarios oficiales tienen a lo que se suman las empresas públicas. En consecuencia, las medidas afectan sólo a los mencionados.
El resto de los venezolanos y el sector privado quedan fuera del área de aplicación de las sanciones. Ello es demostrable con hechos. Basta ver los renombrados bodegones, repletos de productos importados; al igual que las empresas, que sin dificultades se pueden proveer de materia prima y repuestos en el mundo exterior.
Entonces cabe la pregunta: ¿Por qué las empresas privadas se mantienen paralizadas o a mínima actividad bajo un supuesto desabastecimiento de materia prima y repuestos si los empresarios pueden recurrir al exterior para proveerse, solicitar créditos y financiamientos? ¿Por qué no lo hacen?
La respuesta es clara: porque endeudarse para reactivar empresas bajo las condiciones actuales, sin libertad, hacen difícil la rentabilidad, o, en el peor de los casos, se exponen a medidas de confiscación basado en la intención del régimen de instaurar su propuesta ideológica que pasa por la eliminación de la economía de libre mercado. Bajo semejantes condiciones es una suerte de “suicidio económico” a lo que quieren el régimen exponer al sector empresarial.
Si el régimen cambiara su quehacer ideológico por uno que se acompase con la actividad privada y de economía de mercado, permitiendo que sea el ciudadano libre quien determine su modo y condiciones para actuar, con los límites naturales para garantizar la libre competencia y la eliminación de monopolios u oligopolios, la realidad venezolana sería otra, de crecimiento y desarrollo.
Mas el régimen, en su afán de aferrarse al esquema de economía planificada para justificar su fracaso, se esconde tras el argumento de las sanciones – imitando a Cuba. Y jugando a su conveniencia indica que la miseria que instauró es producto de las sanciones cuando en realidad es de su responsabilidad al cerrar filas en su fracasada ideología.
Otra pregunta es: ¿Por qué hay analistas y economistas que señalan a las sanciones como causante o potenciador de la crisis nacional? Entonces cabe ver a dónde apuntan, por cuanto ese clamor, el de la eliminación de las sanciones, lo que busca es que internacionalmente al régimen se le reconozca su legitimidad de origen, y pueda contar con recursos y fuentes de financiamiento como lo hizo en el pasado, cuando dispuso, sin control público, de más de un billón de dólares cuyos resultados se desconocen.
¿Y por qué lo hacen? En lugar de pedir masivamente el cambio del modelo se abrazan con el régimen, y lo hacen por cuanto creen en una economía dirigida desde el Estado, donde el ciudadano y el empresario tiendan la mano clamando por ayuda oficial, bajo una economía rentista y de reparto, como si volver ahí sea positivo.
Entonces hay un problema cultural en todos los sentidos y sectores, y en la querencia de volver a ese sistema perverso. El espejismo de las sanciones encandila evitando dejar ver realidades.
El problema es político cuya influencia en lo económico es determinante. Tenemos que comenzar a reconocer nuestras deficiencias, aferrarse a la verdad, poner las cosas en su lugar, apuntar acertadamente hacia una solución viable y colectivamente tomar la ruta hacia ella.