Pobreza política
El voto es una elección entre elementos antagónicos y como tal no tiene matices. Se vota a favor o en contra. No hay votos parciales. Esta característica del voto ha sido aprovechada por el mercadeo político, y particularmente en esta época de las redes sociales donde la confrontación parece ser más importante que las ideas. Las últimas elecciones en los Estados Unidos, en gran medida, estuvieron marcadas por el “voto miedo”. Incluso en la Venezuela de finales de los 90´s, cuando una proporción importante de la población votó ilusionada por Chávez lo hizo como un medio para acabar con el sistema que percibían corrupto y desigual. Las últimas elecciones en Perú son también un ejemplo de esta lógica.
Basados en esa lógica, la oposición venezolana ha basado su estrategia por muchos años en el antagonismo, en ser lo que su autodefinición marca: oposición. Visto desde otra perspectiva esto significa que no hay un proyecto como tal, un gran Idea que marque la ruta. Claro que han infinidad de “planes país”, otros tantos informes técnicos de lo que se debe hacer por áreas, incluso probablemente a nivel regional desde múltiples espacios se deben haber “pensado” los espacios locales. Pero ¿cuál es el proyecto base? Es cambiar de gobierno, ¿pero para qué? Cuando la opresión está presente sin duda un buen motivador es la expectativa de acabar con ella, pero qué pasa cuando eso no está planteado.
Hace algunos años la salida electoral de corto plazo fue una posibilidad real, y en ese sentido el “vota por mí porque no tienes más opción” tenía fuerza. Era un chantaje capaz de lograr su objetivo. Sin embargo, ante la expectativa de un largo camino aún por recorrer, donde la elección es apenas un pequeño paso para “acumular fuerzas”, “organizarse”, y en general volver a aglutinar a quienes adversan al Gobierno, esa lógica pierde efecto. Para una carrera de largo aliento como la que les toca a los venezolanos la motivación tiene que ser profunda, tiene que ir a la raíz de sus sentimientos, tiene que darle el impulso para aguantar las penurias del largo camino por recorrer.
No se puede lograr tal nivel de motivación desde lo forzado, desde la obligación de votar por alguien porque no hay más opción, desde la pobreza política. La pobreza en general implica imposibilidad de elegir, en la medida que las personas son más pobres sus alternativas se van reduciendo; en política ocurre igual, en la medida que sus opciones se van reduciendo, cuando no es la emoción la que marca la decisión sino la obligación, la pobreza se hace presente. En Venezuela, desde hace años, esa pobreza política ha estado cada vez más presente. El venezolano, desde hace tiempo, dejó de creer en alguna idea que no vaya más allá de “salir de esto” (y con razón).
La tarea de los verdaderos liderazgos es marcar la ruta y lograr que, por voluntad y no por imposición, las personas los sigan. En Venezuela una vez más están planteadas unas elecciones, una nueva oportunidad de construir una narrativa que una, de señalar un destino colectivo. Sin embargo, también una vez más, la fragmentación y el chantaje parecen estar ganando la batalla. Fragmentación de quienes adversan el Gobierno, poniendo los intereses particulares y rencillas por encima de un bien común que va más allá de sus partes. Chantaje porque de nuevo la selección de candidatos parece obedecerá más a un tema de acuerdos de pasillo que a la posibilidad de encontrar personas que aglutinen y motiven.
En estos días se debate mucho sobre si ir o no a elecciones, sobre las bondades y riesgos que implica participar, y en general de todo un conjunto de argumentos y contra argumentos. El verdadero debate no está ahí, sino en el “cómo” participar, en la forma. Ir al proceso electoral para que en general se mantenga el mismo status quo de las élites en ambos sectores no generará cambios significativos; pero, si la participación sirve para sacudir al mundo opositor, para lograr nuevas alianzas, y sobre todo para construir una nueva narrativa que motive a los venezolanos, sin duda es una buena opción. Como en otras tantas ocasiones, no es el evento en sí lo que importa sino lo que los protagonistas hagan con este.
Twitter: @lombardidiego