No hay dictaduras eternas
Todas tienen un principio y un final. Más tarde o más temprano se alcanza la liberación con características propias de cada realidad. No son iguales, pero es urgente estar preparados para lo que puede suceder. Todavía parecieran existir quienes no quieren darse cuenta de la destrucción existente. Capturados por la incertidumbre del futuro inmediato parecieran anclados en el pasado, pero el tiempo y las circunstancias propias de cada realidad obligan a estar alerta. Me limito a repetir una frase que pasa desapercibida, pero que envuelve un importante mensaje para todos. El futuro ya empezó.
En estos largos meses de obligada cuarentena hemos tenido oportunidad de repasar viejos textos históricos sobre las realidades compartidas en esta parte del Continente Americano. Es impresionante la interrelación de nuestros países en sus altas y en sus bajas. El ejemplo de Colombia y Venezuela dice muchas cosas. En definitiva hoy tiene más vigencia aquello de que somos una misma Nación, así este contenida en dos Repúblicas. Ninguna es ajena a lo que ocurre en la otra. Ojalá pronto podamos andar juntos en el camino de la libertad hacia un progreso sostenido y definitivo.
Pero no debo alejarme más de la cuenta del gravísimo problema venezolano. Todos los factores responsables, empezando por la Conferencia Episcopal Venezolana, plantean la necesidad de refundar a este país destruido y en ruinas. Esto será imposible mientras el nefasto régimen dirigido por Nicolás Maduro se mantenga. En consecuencia, el primer esfuerzo debe concentrarse en ponerle punto final. Esto trasciende cualquier cálculo electoralista. Tampoco puede estar subordinado a la candidaturitis aguda en distintos medios jerárquicos de las estructuras político-partidistas. Repito una vez más que lo electoral es importante en una democracia, aunque no sea lo más importante. En una dictadura, clara y abierta, es un simple instrumento al servicio de un régimen que tiene el control total de la caricaturesca institucionalidad existente. Van y vienen, pero siempre se impone la represión abierta o encubierta para retener el poder concentrado que mantienen.
Me cuesta mucho entender a algunos compatriotas de buenas trayectorias en la vida democrática, aferrados a esquemas que los colocan del lado de la dictadura. Ya uno no sabe si es de buena fe o son calculadas operaciones para beneficios personales, materiales o políticos, pero siempre sospechosos. Lo cierto es que hacen daño y desnaturalizan la lucha necesaria en la hora actual.
Entre los problemas concretos está la necesaria liberación de todos los presos y detenidos militares y, por supuesto, los civiles de mucho tiempo, las recientes detenciones arbitrarias y el acoso permanente a dirigentes opositores en todo el país. No hay agua, no hay luz, los hospitales están en el suelo, las universidades nacionales también y el sistema educativo a todos los niveles. No hay plan nacional de vacunación ni vacunas y la seguridad de personas y bienes se acabó. ¿Entonces?