El regreso de Mao
Un gigantesco espécimen geográfico que siempre pontificó de sus entrañas imperiales. Cuando China soñó con la reedición de su grandeza sintió en sus vísceras la pobreza de su pueblo. Sus provincias arrastraban hambre y necesidad, las plantaciones de arroz solo generaban honda frustración, de pronto en una lejana aldea un maestro de escuela se planteó un gran viraje que lograra devolver el brillo que ocultó el moho de los tiempos.
La revolución trajo sus bemoles ideológicos. El culto a la personalidad se enraizó en el liderazgo de Mao Tse Dong. La eficaz propaganda lo hizo una deidad para el pueblo chino. Desde cualquier ámbito de la sociedad se contaban episodios que narraban hechos que protagonizaba el líder histórico. Los cantos de la sirena de la banda de los cuatro trajeron consigo cierta condena política para Mao Tse Dong.
Cuando Mao murió el 9 de septiembre de 1976, la Banda de los Cuatro trató de tomar el control del país, pero al final, ninguno de los principales actores tomó el poder. La elección de Mao y su eventual sucesor fue Hua Guofeng, anteriormente poco conocido pero con mentalidad reformista.
Hua denunció públicamente los excesos de la Revolución Cultural. El 6 de octubre de 1976, ordenó el arresto de Jiang Qing y los otros miembros de su camarilla. La prensa oficial dio a los funcionarios purgados su apodo, «La banda de los cuatro», y afirmó que Mao se había vuelto contra ellos en el último año de su vida. También los culpó por los excesos de la Revolución Cultural, desencadenando una ronda nacional de denuncias contra Jiang y sus aliados. Sus principales partidarios en Shanghái fueron invitados a Beijing para una conferencia y también fueron arrestados inmediatamente. El patriarca fue convirtiéndose en un objeto decorativo. Mao quedaba para historiográficos y turistas ávidos de un buen paseo por el mausoleo que resguarda sus restos.
Para la nueva generación su presencia era un pasajero incómodo para aquellos que buscaban abrir las cortinas del negocio. La elite anhelaba construir un imperio mundial basándose en una agresiva apertura económica de corte derechista, pero manteniendo el férreo control político bajo la egida del totalitarismo.
En la actualidad exhibe un crecimiento espectacular en muchos órdenes. Hace pocos días conmemoraron el Centenario del partido comunista chino. El presidente Xi Jinping ataviado con un traje de Mao mandaba un mensaje reivindicativo de otrora líder. En sus palabras mostró cierta arrogancia. Habló de sus éxitos que los han colocado en la cúspide junto a los Estados Unidos. Su estrategia de ofrecer recursos y tecnología a todos es un filón que hace que ganen espacios y adeptos sin disparar un cohete. Ahogar al mundo con sus productos, atar naciones en aprietos, ofreciéndoles los recursos monetarios que le sobran. Una guerra silenciosa que desarma a potencias que siguen mirándose el ombligo.
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