El inefable López Obrador
México celebra este 2021 el bicentenario de su independencia y medio siglo de la caída de Tenochtitlan ante los españoles. El Presidente Andrés Manuel López Obrador ha aprovechado esta efeméride para enmarcar a México como nación latinoamericana y caribeña. Un gesto bastante inusitado en la diplomacia tradicional de la nación norteña.
En ese contexto ha invitado a dignatarios latinoamericanos a compartir estas fechas patrias. En febrero, para conmemorar la firma del Plan de Iguala, documento fundamental de la independencia de México, invitó al Presidente Alberto Fernández de Argentina. En mayo, en un acto de rectificación histórica, para ofrecer disculpas a los pueblos mayas por agravios sufridos bajo gobiernos mexicanos, el invitado de honor fue el Presidente Alejandro Gianmattei de Guatemala. En marzo, fecha aniversario de la Batalla de Champotón, librada entre españoles e indígenas, la distinción recayó en el Presidente Luis Arce de Bolivia.
En un gesto, sospechoso, de admiración hacia Simón Bolívar, no obstante la poca relación de éste con la independencia y los héroes patrios mexicanos, López Obrador incluyó este 24 de julio, fecha natalicia de nuestro Libertador, como uno de los actos importantes del bicentenario. No es difícil inferir el propósito de utilizar a Bolívar como símbolo del proyecto, que él aúpa, de una nueva integración geopolítica regional, que repudia a la OEA y excluye a EE.UU.
Pero también llamativo de este gesto es que López Obrador no invitó a quien le habría correspondido, natural e institucionalmente, la representación de la patria de Bolívar. En su lugar, escogió a una escritora, la chilena Isabel Allende, persona que, en todo caso, merece nuestro respeto. López Obrador, quien es además dirigente del Grupo de Puebla, que congrega a los gobiernos y organizaciones de izquierda anti imperialista del hemisferio, tiene aura de inefable. ¿Será que, no obstante la identificación ideológica, cuestiona la legitimidad de quien hoy ocupa el Palacio de Miraflores?