Cuba, la metrópoli; Venezuela su colonia
La cuba castrista siempre ha tenido hambre de Venezuela. Y la primera dentellada intentó hacerla a apenas veintidós días de haber llegado Fidel a La Habana. El 23 de enero del 59, se presentó, armado con un FAL y rodeado de matones también armados, en Caracas para plantearle a Betancourt la unión de los dos países y para pedirle petróleo (no daba puntada sin dedal). Rómulo lo cortó de plano y se declaró fiel al futuro democrático de Venezuela. Sin embargo, siendo el aparato propagandístico cubano tan eficiente, las declaraciones de Celia Sánchez le daban la vuelta a la tortilla: afirmaba que Betancourt estuvo de acuerdo pero que estaba imposibilitado “debido al control de las transnacionales de Estados Unidos sobre la producción y comercialización” del producto.
Ese mismo año, en su afán de expandir su malhadada revolución, Fidel busca la desestabilización en Panamá y la República Dominicana. Y casi inmediatamente retoma sus intentos en nuestro país y se dedica a envenenar la mente de los venezolanos de izquierda para que lo imiten cogiendo la montaña. Ya para 1962 había incautos haciendo de guerrilleros en la Sierra de Coro. Y en 1963 envió más de dos toneladas de armas y municiones para apertrecharlos. Afortunadamente, no llegaron a su destino porque me cupo la satisfacción personal de haber sido quien descubriera el contrabando, lo reportara, decomisara las armas y las asegurara hasta que llegó un contingente de refuerzo y oficiales de mayor grado. En noviembre de ese año, el gobierno de Venezuela presentó en la OEA pruebas incontrastables de que el envío venía de la isla; al concluir, declaró a Cuba «culpable de agresión e intervención en asuntos venezolanos» y fue expulsada de la OEA (todavía hoy sigue fuera). Todos sus miembros, excepto México, rompieron relaciones diplomáticas y comerciales con el régimen de Castro.
Como Cuba seguía enviando guerrilleros a Venezuela, en 1967, después de lo de Machurucuto, el gobierno de Leoni acudió de nuevo a la OEA y nuevamente los cancilleres confirmaron las acusaciones venezolanas sobre la invasión cubana.
Después, Fidel estuvo detrás del Barcelonazo y el Porteñazo. Y nunca tuvo éxito: éramos el único país hispanoamericano que pudo derrocar a los cubanos sin intervención de los Estados Unidos o la OEA. De hecho, estaba prohibida la presencia de extranjeros en los teatros de operaciones. Pudimos solos.
Y dije “éramos” porque, ahora, ayudada por Boves II y sus secuaces —todos “bajeados” por Fidel, el castrismo entró por la alfombra roja de Maiquetía. Al presente, Cuba se ha enseñoreado en esta que fue Tierra de Gracia. Tan descarado es el tipo que, en febrero de 2005 (¡ojo, hace dieciséis años), declaró: “Señores, yo debo decirlo con total honestidad. Cuba no necesita a Estados Unidos. Cuba no necesita a Europa. Qué cosa tan deliciosa poder decir eso, ha aprendido a prescindir de ellos». Afirmó que la isla estaba cerca de lograr la invulnerabilidad económica porque «Tenemos dos puntales económicos, China y Venezuela. No hay que buscar más».
El nuestro es el único caso en la toda historia mundial en el cual un país más pobre, menos habitado, menos rico y con menos superficie que otro se hace dueño de una colonia. Y con igual propósito: establecer una dictadura marxista en Venezuela y desde acá, con la colaboración del Foro de Sao Paulo y unos cuantos presidentes ñángaras —que llegaron al poder con plata venezolana— exportarla a toda la América Latina.
Las barbaridades que ha sufrido nuestra patria en estos largos veintidós años constituyen plétora. Son tantas que solo puede uno enumerar las más notorias. La primera, la destrucción, vía pito, de la industria petrolera. De exportador de petróleo y sus refinados, ahora somos importadores, lo que se nota en las largas colas para surtir combustibles. Después, el empobrecimiento del país por la fuga de cerebros. Hay miles y miles de profesionales venezolanos ilustrados, bien formados, con destreza y conocimiento de sus profesiones, llámese medicina, ingeniería, administración, etc., que estás generando riqueza para otros países y no para el nuestro. Ya hasta los de los oficios más menestrales prefieren salir y en muchos casos, sufrir los malos tratos de los locales hacia el inmigrante que morirse de hambre en su país. Las tomas y expropiaciones de fundos, fábricas, edificios que respalda el régimen marcan también el camino de la pobreza. Las ubérrimas tierras del Sur del Lago y Portuguesa, solo producen dolor. Los invasores se comieron el ganado y en esas fincas no quedan sino rastrojos. Como si fuera poco, también está presente la permanente violación del Estado de Derecho, con presos inocentes, convertidos en fichas de cambio, con torturados, con exilados, con estricto control social por parte de las policías políticas. En fin, con la destrucción de todo el orden institucional, la vida social y los afanes productivos de los particulares. La represión está a la orden del día…
Dice bien Ochoa Antich, el bueno, que somos una nación sin Estado. Para afirmarlo se apoya en que: los “recientes y lamentables acontecimientos ocurridos tanto en Caracas como en el estado Apure, evidencian la renuncia del Estado venezolano a reservarse para sí (…) el legítimo empleo y monopolio de la violencia institucional para la preservación del orden y la seguridad”. Que dicho fracaso se debe, entre otras cosas, a “la implementación de una absurda política de seguridad basada en la creación de unas áreas del territorio nacional conocidas como ‘zonas de paz’ exentas de cualquier tipo de intervención del Estado, dejando en manos de grupos violentos el ejercicio del control de la cotidianidad de sus habitantes. Que, además, “En el interior de la República, el reciente caso del estado Apure es el más resaltante, pero lo mismo ocurre en otras regiones del país (…) los representantes del Estado han evadido, por razones de orden político e ideológico, el cumplimiento de sus responsabilidades”.
Triste, grave, lo que nos pasa. Por eso, todo venezolano de bien tiene que enfrentar este estado de cosas. Como pueda. Y dentro de la norma legal. No hay que dar pie para que los esbirros sigan arrestando a personas por reclamar solo lo que es justo y constitucional: una proyección sólida del país hacia el futuro…