Cuba: El pez que escupe muerte
Un pueblo ilusionado les creyó. Aquella apasionante gesta de un puñado de jóvenes lograba expulsar al dictador Fulgencio Batista, desde Santiago de Cuba, marchaban con el prístino aire de la heroicidad conquistada con las balas en la Sierra Maestra, para las mayorías eran los personajes redentores de una epopeya largamente deseada. Por las entrañas de la tierra hasta La Habana, en agotadoras jornadas que se cruzaban con leguas de seres bajo sombreros y palmeras en extensión de un sol abrazador, un guajiro rasgaba la guitarra para evocar los sones que cantaba el alegre carretero En la capital fueron recibidos en baño de masas.
La llegada al gobierno causó regocijo en la población. Un régimen burdélico cedía su poder ante una hornada de ilusionistas del verbo, rápidamente el delirio se transformó en honda decepción. En pocos meses se cobijaron bajo las alas del imperio soviético. La crisis de los misiles los mostró como súbditos del comunismo internacional, un satélite en coordinación con Moscú, para impulsar la proliferación continental de la dictadura del proletariado. Cuba les abrió su corazón para recibir una puñalada.
El gobierno surgido en la pompa revolucionaria nació anclado al crimen. La multiplicación de los abusos hizo que la libertad fuera ahogada en un charco de sangre, la maldad en contra de quienes pensaban distinto, es un sello indestructible de aquellos que creen que aplastar: es el método adecuado para perpetuarse en el poder. Una dictadura cruel y malévola que exprime hasta el bagazo a un pueblo lleno de necesidades. La desigualdad social ha crecido con el paso de las décadas.
El hambre que padece la mayoría cubana no se calma con consignas revolucionarias oxidadas, tampoco con el mismo recital de promesas que no se cumplen. Lo de ahora es un alzamiento de una sociedad cansada. Los cubanos están hartos de un sistema opresivo, los criminales heredaron las viejas prácticas fidelistas del pasado, mientras la rebeldía ciudadana se las ingenia para reencontrarse con la oportunidad de ser libres.
La larga mano de la dictadura apretando la yugular de Cuba tiene sesenta y dos años, es demasiado tiempo en el cronograma del dolor, un país hermoso pueblo le robaron el alma para hacerla cadáver. Un grupo de rufianes se creen con el derecho de liquidarlos a todos, pero la libertad se impondrá, esa fuerza huracanada que se basa en principios constitucionales, donde se sostiene el músculo de una sociedad, los carniceros terminaran quedándose con los crespos hechos. Cuánta muerte durante tanto tiempo, demasiada acumulación de sufrimiento para la mayor de las Antillas, es una larga lista de penurias que no los oculta el tiempo. Una patria traicionada por malvados que no saben hacer otra cosa que exterminar. ¡Alzad tu rostro pueblo cubano ¡rompe las cadenas que rodean tu cuello bendito, enjuaga tus lágrimas y sal al combate para vencer a tu opresor. Llegó el momento de cambiar las cosas, Cuba merece ser libre.
[email protected]
twitter @alecambero