Vacunas sin mezquindad
El Covid-19 no sabe discriminar. Cualquier ciudadano puede caer en sus redes no importando su afiliación ideológica. Tampoco hace diferencias entre las diversas posturas religiosas, económicas y sociales. Es un adversario pugnaz que sabe cobrar vidas.
Nadie está a salvo de este flagelo que hizo ridiculizar a los sistemas de salud de países ricos y pobres. Lo que hemos vivido en este periodo nos demuestra que somos un eslabón de una cadena que desconocíamos. Muchas veces observábamos con obstinado fastidio, la suerte que corrían pueblos lejanos de nuestro radar, el territorio africano puede escribir volúmenes enteros de sus penurias materiales y de muerte, ante la ceguera de un mundo ebrio de inobservancia. Sus padecimientos habituales pocas veces formaron prioridad de los organismos multilaterales. Aquellas informaciones que hablaban de extrañas enfermedades, que arrasaban con comunidades enteras, poco cubrían nuestro interés, esa suerte de pensar: que solo existe nuestra zona de confort, un buen día se cayó del pedestal.
Tuvo que aparecerse un virus en el vecindario para comprender que cada uno de nosotros está expuesto. Es por ello que el mecanismo de contraataque no puede ser la sordidez. Quien crea que puede jugar con esas cartas marcadas, terminará contaminado con la peste de su pequeñez, para lograr la trascendencia en una coyuntura histórica como la que vivimos se debe actuar con grandeza. La pandemia no puede ser utilizada con fines meramente políticos.
Hemos visto con estupor cómo el gobierno venezolano manipula con el suministro eficaz de la vacuna. Detrás de sus morbosos intereses se oculta la vulgar utilización para ganar adhesiones electorales.
La vacunación masiva que publicita el gobierno no se observa por ningún lado. Las estadísticas que ofrecen no parecen confiables, lo peor es la manipulación del tema. Lo que no hace el virus al contagiar de manera sin medida, lo que realiza la administración Maduro al fomentar la división entre los venezolanos es un hecho aberrante, todos somos iguales ante la ley y por lo tanto tenemos el mismo derecho de ser vacunados. Eso de utilizar la pandemia con fines de ventajismo político no contribuye con crear un clima de tranquilidad.
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