¡Qué diferencia!

Opinión | junio 29, 2021 | 6:28 am.

Me refiero a la que existe entre la conmemoración del sesquicentenario de la batalla de Carabobo y la reiterada burla que el régimen prodigó sobre el Campo durante el recién pasado bicentenario. De eso es que quiero conversar hoy.

Empecemos por lo menos importante: a diferencia de 1971, cuando el gobierno puso en uso importantes obras de infraestructura, ahora lo que inauguró el régimen fue un adefesio horrible, un mamotreto que es un canto al mal gusto. Nada más. Para aquella conmemoración, Caldera tenía listos el distribuidor de tránsito de San Blas, en Valencia, y la autopista que va desde allí hasta el Campo de Carabobo. Hoy, medio siglo después, todo aquel que deba viajar desde el centro del país hacia los estados andinos o el Alto Llano tiene, a juro, que transitar por ambas obras. A las cuales no se le ha construido siquiera una canal más de circulación. Y que quede claro: de los cincuenta años transcurridos, casi la mitad han sido del desgobierno robolucionario. Se roban hasta un hueco, pero no construyen nada. Mejor dicho, arrancan y se quedan a medio camino. Las mejores muestras, las vigas por donde debían pasar el tren que iba a unir a Puerto Cabello con Caracas (y que, Boves II prometió que sería inaugurado en el 2007) y las que se ven a lo largo del trayecto entre Caracas y Guatire. Monumentos a la desidia y el latrocinio oficiales.

Lo que nos lleva a un segundo cometario; este, meramente anecdótico. Mi primo Armando me hizo revivir algo que ya había olvidado: el gentío que asistió a los actos del sesquicentenario. Fue tanta la gente, venida de todas las regiones de Venezuela, que las obras que mencioné en el primer párrafo no fueron capaces de contener esa colosal cantidad de personas y hubo de transcurrir más de veinticuatro horas para que las autoridades pudieran eliminar la congestión. Era que la gente, incapaz de proseguir con su vehículo hasta el Campo de Carabobo, decidió dejarlo donde fuera y proseguir a pie por kilómetros para estar presente. Por el contrario, ahora, la cosa fue tan insulsa que ni el mismo usurpador asistió. Se llena la jeta con alegatos de bolivarianismo, pero prefiere delegar en un mangas-meadas la representación del Estado y, más bien, se queda en Caracas para atender a los gorrones del ALBA en otra reunión más con unos tipos que solo aparecen por aquí cuando vienen a buscar plata. Aparte de toda la que ya se han llevado. Cantan loas al régimen solo porque si no, no les dan el meñeñe. ¡Ah, pero el adiposo sí apareció por el Campo; pero en día anterior! Mejor dicho, la noche anterior. Porque había que inaugurar el horripilante despropósito lleno de puntas —que, supuestamente, se refieren a las lanzas y sables usados en la batalla, pero que son un altar a la santería y las brujerías a los que son tan afectos los indoctrinados por Cuba. Santeros, babalaos, tambores era la orden del día. Más bien, de la noche, repito, porque en ellos es evidente lo que explicó Bolívar: que «a la sombra de la noche solo trabaja el crimen».

Y, continuando con la mala costumbre que impuso el Héroe del Museo Militar, Páez no es una figura de relieve en la Independencia. Ni peleó en Carabobo. Tanto, que en un mural con retratos de próceres con el cual el Drácula de a locha que tenemos en Carabobo quiso unirse a los festejos, aparecen todos ellos menos el catire Páez. En lo que debió ser su puesto, al lado del Libertador, pusieron al pitecantropus sabanetesis. Así son de sectarios.

Esto lo que fue, fue un remedo de bicentenario. Con decir que la noticia que más ha circulado no ha sido de los actos verdaderamente oficiales sino de un encuentro espiritista auspiciado por el régimen. Tan remedo es, que se ha continuado con la tergiversación a conveniencia de la historia. El Bolívar que les gusta es el que no es el real, sino el folclórico, el del caballo blanco. No el constructor de países. Fabricaron un hiato histórico entre 1830 y el cuatro de febrero del 92. Después de Bolívar, nada ha valido sino “el comandante”. ¡Y su heredero, claro!

Este, si uno le cree a la propaganda oficial, no ha podido hacer más por la fulana “guerra económica”. Para nada hacen mención de las ingentes cantidades afanadas por ellos; de la eternización y rotación de los mismos ineptos en los diferentes cargos; de la colonización que le han permitido hacer a Cuba de nuestro país, siendo que esa isla no es más grande, ni tiene más habitantes, ni es más poderosa (en ningún respecto) que Venezuela. Tanto es verdad lo que digo que el usurpador nortesantandereano, en el discurso que cometió la víspera del 24, dedicó más tiempo a alabar a la Cuba de sus amores que a cualquier otra materia, bicentenario incluido. ¿Cómo puede hablar de “independencia” y “soberanía” quien no es capaz de mantener al estado Apure (por mencionar uno solo) dentro del estado nacional y es detentado, velis nolis, por irregulares extranjeros? ¿Cómo puede hablar de “autodeterminación” quien ha entregado las decisiones clave a Cuba, Rusia, Irán, y China? Desfilaron delegaciones de los ejércitos de dos de sus amos: rusos y cubanos. Pero es el tercer año que no se invita al del Reino Unido, que sí tiene esa prerrogativa desde los tiempos de la epopeya. Hay que ser bien caradura…

Para terminar, copio al cardenal Porras: “No hay unidad cuando se excluye de la deliberación pública a una porción mayoritaria de la opinión, sometiéndola a una unanimidad intolerable o a un tácito avenimiento. No hay unidad cuando se impone la discordia, confundiéndose la calma con una imposición parcial desde el poder y no con la concordia compartida por todos”…

Qué pena que los militares de hoy no puedan hacer suyas las palabras que pronunció el Libertador, al conmemorar la batalla, siete años después, en 1828: “El ejército no ha querido más que conservar la voluntad y los derechos del pueblo. Por tanto, él se ha hecho acreedor a la gratitud y al aprecio de los demás ciudadanos; y por lo mismo yo lo respeto. Este ejército ha sido la base de nuestras garantías y lo será en lo sucesivo (…) Yo sé que él nunca hará más que la voluntad general, porque conozco sus sentimientos. Nunca será más que el súbdito de las leyes y de la voluntad nacional”. Desde hace unos veinte años, ya no pueden decir eso…

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