Los elefantes y los destructores
En los últimos días ha sucedido en China un episodio extraño. Tan extraño que colinda con la ficción, pero es realidad pura.
Una migración de elefantes es calificada como un viaje épico. Iniciaron una travesía de miles de kilómetros arrasando con cultivos e incursionaron en una fábrica de licor. Tomándose hasta los cocteles más finos. A su paso se llevan por delante años de trabajo. Los daños son cuantiosos. Consumieron las cosechas y derribaron los graneros. Las redes comentan que se emborracharon con grano fermentado. Son víctimas ya que viven con un enemigo al acecho: el partido comunista chino que es dueño absoluto, hasta de sus vidas. Estos animales son víctimas de la destrucción de su hábitat. En el mundo nadie dice nada. Basta que gobierne el comunismo para que todos enmudezcan.
El líder de los elefantes desesperado los ha llamado a tomar otro camino.
Saramago imagino escenas como estas hace tiempo atrás. «El viaje de los elefantes” tiene basamento en la Europa del siglo XVI y llegó a decir: “Creo que en la cabeza de Salomón el no querer y el no saber se confunden”. Fue el primer nombre del paquidermo ficticio. Estas referencias nos trasladan a las fantasías que el mundo siempre nos ofrece.
Los elefantes claman por justicia y por eso se agrupan para subsistir. Su andar inconsciente tiene una explicación social y política.
Los animales de los bosques asiáticos recorren desesperados 500 km a la redonda. En nuestro país se ha conformado una manada que destruyó un total de 916.445 km2. Es la voracidad roja de distintas especies, organizan cuadrillas y se reparten el territorio y sus riquezas:
La bandada avanza con sus exterminadores de singular naturaleza, apoderándose con su torpedo totalitario de todo lo que encuentran.
En la frontera con Colombia están las sanguinarias guerrillas y se pelean por el territorio para el feliz avance de la cocaína. Les dieron cobijo y ahora los masacran y humillan. Son los dueños del patio. Los generales solo piden compasión para que también les dejen pasar su cargamento.
Las ciudades fueron cuadriculadas y repartidas bajo el mundo de “los coquis”. Son sicarios urbanos de pesada artillería.
El arco minero es manjar especial. Por allí se pasean los más célebres, apoderándose del oro, otros metales preciosos y de linaje fino, que abren las puertas del palacio y poseen pistas especiales hasta la rampla presidencial, donde se abastece Irán, Rusia, Cuba y en general el Foro de Sao Paulo, que llena de sangre y terror América Latina. Tienen castillos suntuosos en las Islas y también existe una rara especie de aniquiladores denominados “colectivos”, de especial características: son carnívoros y vegetarianos: amantes del ganado y de los cultivos ajenos.
La conclusión es sencilla: los elefantes se agrupan para protegerse ante la destrucción de su entorno. Los terroristas para saquear impunemente. Existe algo en común: dos países, China y Venezuela, padecen el mismo mal, se llama comunismo.