La pandemia no impidió que los Diablos Danzantes celebraran en Venezuela
La pandemia por el coronavirus, así como tampoco la crisis económica no impidió que varios venezolanos celebraran la fiesta de Corpus Christi como un culto a Dios con bailes en el ancestral ritual de los Diablos Danzantes.
Kelvin Romero, de 54 años de edad, lleva 48 de ellos bailando en esta tradición en la región de Naiguatá, estado La Guaira. «Tenemos casi 300 años en la danza ininterrumpidamente», le contó a The Associated Press.
Esta costumbre, en donde se juntan los descendientes de españoles, esclavos africanos y aborígenes, fue designada por la Unesco como patrimonio inmaterial de la humanidad en el año 2012 junto a otras diez celebraciones de Diablos Danzantes de Corpus Christi, señala el medio.
El ritual que consiste en adorar al Santísimo Sacramento trata sobre bailar con vestimentas de diablos cerca de los templos religiosos, acción que representa «la victoria del bien sobre el mal y trae a la memoria la época en que fieles y paganos recibían por igual la bendición cristiana», reseña AP.
No obstante, esta tradición representa un peldaño más en quienes están acostumbrados hacerlo porque la situación económica de Venezuela ha mermado la calidad de vida de todos sus habitantes, ubicándose como una de las crisis más severas registradas en los últimos años y desde hace cuatro años está en un contexto de hiperinflación sostenida.
De acuerdo al portal, algunas de las personas que acostumbra a participar en esta adoración, no tienen recursos económicos para hacer las máscaras pero sí pagan sus promesas al Santísimo Sacramento. Elvis Rodríguez, de 34 años de edad, produce sus propias máscaras y baila desde que tenía seis años. Por la situación económica, ya no hace máscaras nuevas, sino que desarma algunas y se las ingenia para elaborar otras.
«Debido a la pandemia, la celebración en los dos últimos años ha variado mucho para evitar contagios, acotó Rodríguez. El uso de tapabocas, guantes y el distanciamiento social —al menos por ahora— son parte del ritual. De acuerdo con la tradición, en el noveno jueves después de la Semana Santa el “diablo anda suelto”, por lo que los danzantes llegan de cualquier parte, muchos directamente de sus casas, y se congregan frente al templo. Algunos de ellos avanzan de rodillas los últimos 30 metros entre una cruz y la iglesia como penitencia», reseñó el portal.