De rescates
Ya hace algunos días, el tal Padrino —quien parece haber echado raíces en el MinPoPoDef— haciendo uso de la frondosa verborrea que en mala hora ha puesto de moda la robolución, informó que “fueron rescatados mediante la operación ‘Águila Centenaria’ los ocho profesionales militares secuestrados por grupos irregulares armados colombianos”.
Al final, antes de la rúbrica, se desparrama en lo que es otro vicio oficialista: la ristra de frases manidas que comienza con aquello de que, según ellos, el pitecántropo sabanetense vive. Y que, informa, casi al final, con una frase tautológica hasta la cacha, que son “Leales siempre… Traidores nunca!”. De bola, si se es leal no se puede ser traidor. Por eso digo que es tautológica (en la segunda acepción del mataburros: “Repetición inútil y viciosa”). Y el remate es de fantasía: “¡El sol de Venezuela nace en el Esequibo!”. Se refiere, supongo, a la Zona en Reclamación que no han sabido defender; la misma que Boves II dejó expoliar por los guyaneses para asegurarse el voto de estos en la ONU y la OEA.
Como es frecuente en mí, caí en una digresión (pero incurrí en ella porque quería darme el gusto de reprocharlos), por lo que debo regresar a lo que es importante a la luz del título que puse: el rescate. Antes, sin embargo, una aclaratoria necesaria que a lo mejor también tiene algo de digresión. No son como dijo el Padrino, con su usual ballyhoo, “Los ocho”. No.
Fueron ocho de los diez que no habían regresado a sus cuarteles hasta ese día. Hay dos que siguen “desaparecidos en acción”, para emplear la terminología militar. Son dos venezolanos por los cuales no han respondido el MinPoPoDef ni el “almirante patilla”, verde por fuera y rojo por dentro. Si están vivos, hay que recobrarlos para el servicio y la vida cívica; si fueron dados de baja por los “disidentes de las Farc”, hay que conseguir sus cuerpos para que se les dé adecuada sepultura y para que los angustiados padres sepan dónde están sus hijos.
Ahora sí, entremos en materia. “Rescatar”, según el DRAE es: “Recobrar por precio o por fuerza lo que el enemigo ha cogido…”. Puesto en otras palabras, nuestros alistados pudieron haber sido recuperados, una de dos, mediante el empleo de las armas o, más probablemente, por el pago de una “compensación”. Elástica, acomodaticia, la palabra que empleó el tal Padrino.
No hay que quitarle méritos a quienes lo tienen. Los cubanos del G2 que redactaron el comunicado saben su trabajo. Quien lo lee puede interpretar, que es lo que quiere hacerse ver, que fue a sangre y fuego que consiguieron liberar a los ocho muchachos. ¡Naaaa, para nada! Si hubiese habido una acción militar, hoy estuviéramos llorando más muertos aparte de los primeros dieciséis que fueron mandados como que si fueran para una excursión. Que descendieron de los helicópteros y fueron dejados en medio del monte sin que se hubiese hecho antes una acertada apreciación de la situación; y sin que hubiese (como aprendimos en las primeras clases de Táctica Elemental) una unidad de reserva para actuar si fuese necesario.
Según Ibéyise Pacheco, muy bien dateada periodista, “la entrega fue acordada”. Y “Las dos peticiones fundamentales fueron el despeje indefinido de la zona y el pago de 10 millones de euros. Ambas solicitudes se cumplieron”. Otra fuente, The Latam Post, explica que la exigencia fue el despeje por seis meses de una zona donde se encuentran las más importantes rutas y pistas clandestinas para el tráfico de drogas, y el pago de 20 millones de dólares. O sea, según el informativo, que “no pidieron ni más ni menos de lo que controlaban antes de que se iniciara el conflicto”.
En todo caso, estamos presenciando una bajada de pantalones por parte de los capitostes del régimen, que no tuvieron más alternativa que aceptar las condiciones que les impuso un “enemigo” que demostró ser más eficiente que las fuerzas bolivarianas (me niego a reconocerle que son “nacionales”) en el combate irregular. Esa capacidad de fuego y maniobra les ha permitido a esos grupos, desde hace varios años —y por la alcahuetería y hasta complicidad con esos “compañeros de ruta” por parte de personeros del régimen— enseñorearse en las zonas rurales y en pequeñas localidades del Llano. Solo que ahora, por un lado, los guerrilleros actúan más descaradamente y, por otro, la noticia le estalló en la cara a las “autoridades” y ya es de conocimiento general. Parece que por el Sur del Lago y por las riberas del Táchira la cosa es similar.
Duele, y mucho, percatarse de las desventuras que sufre la institución militar en Venezuela. Por la politización que se hizo de ella; por permitir que llegasen a los altos mandos personas que no son las más capaces, sino las más sumisas al poder; por la corrupción que se inyectó en ella, para ponerla al servicio del PUS, desde el Plan Bolívar 2000; ya el estamento militar no es ni la sombra de lo que fue. Es por ese desmoronamiento de la institución castrense que su cúpula necesita vender ante la opinión pública que el rescate de los ocho fue un triunfo de la Fanb. Nada de eso, la verdad es que esta fue derrotada y humillada; que los soldados solo lograron regresar después de que se cumplió con las exigencias de los “disidentes”. No menos de 16 venezolanos fueron dados de baja por unos irregulares colombianos; otros tantos quedaron heridos, y cuidado si inválidos muchos de ellos. De dos de ellos no se conoce el paradero o si están vivos todavía. Además, la paz en la zona ha sido perturbada. Miles de paisanos nuestros tuvieron que abandonar sus hogares y comenzar la penuria del emigrante.
Aún así, el tal Padrino tiene la cachaza de sugerir que fue un triunfo. Faramalla inútil, vacía como todas ellas, cuando afirmó por Twitter: “Nada nos detiene”. Pero será en las prosternaciones para seguir pegado a la teta de la res pública…