¿Son los bodegones la gran solución de la crisis en Venezuela?
El vertiginoso aumento de bodegones durante los últimos años ha dado pie a que numerosos economistas y especialistas en esa materia hayan tratado explicar este fenómeno. Uno de los más recientes es el presentado por la Universidad de Oslo, Noruega, en asociación con el Centro de Investigación y Formación Obrera (CIFO) de Venezuela.
La investigación se llevó a cabo con entrevistas a los dueños de 81 bodegones y 103 consumidores presentes en estos lugares, ubicados en Aragua, Miranda, Mérida, Barinas, Zulia y el Distrito Capital.
El coordinador del equipo de investigación, el economista Manuel Sutherland director del CIFO, explicó que «más de dos tercios de los dueños y encargados de los bodegones declararon no tener ninguna experiencia previa en un rubro similar. Están prácticamente aprendiendo a administrar y gerenciar ese tipo de sitios y por eso tienden a cometer muchos más errores a si tuvieran una gran experiencia en el ramo».
Indicó además que, de los consultados, solamente el 33% dijo tener experiencia de al menos 5 años en el manejo de este rubro y que del resto, el 44% no posee ninguna experiencia, el 12% más de un año y el 10% menos de uno, lo que «podría explicar el surgimiento de un segmento del empresariado con capitales de reciente constitución probablemente vinculados al gobierno, por la rapidez de sus permisos».
La fiebre de la inauguración de estos bodegones comenzó a partir del año 2019 a raíz de la flexibilización de los controles de cambio y de precios impuestos desde 2003 por parte del gobierno de Hugo Chávez.
El experto señala que los dueños de estos establecimientos pueden estar relacionados con el gobierno debido a detalles como la manera tan acelerada con la que consiguen los permisos de ventas de licores; de laborar en semanas de cuarentena radical, vender alcohol, eliminación de pagos de aranceles que permite abrir de manera rápida los locales «Es bastante probable que buena parte de esos bodegoneros sean empresarios no tradicionales que derivan de grandes contratos con el Estado, que pudieron haber acumulado capital a través de esos negocios y que ahora están invirtiendo dado la estrechez presupuestal del Estado».
Los productos que se expenden en estos locales son en su mayoría importados y que entran al país sin pagar impuestos, lo que conlleva a una competencia desleal con lo producido en el país, que tienen mas imposiciones tributaria a cancelar, como impuestos de importación de materias primas importadas y a los problemas internos del país como la falta de combustible y servicios básico, entre otros.
«A través de los bodegones se constata una apertura fragmentada con la importación masiva de mercancías, insólitas ventajas tributarias y arancelarias, la dolarización de sus mercancías y, en algunos casos, de los salarios», señala Sutherland, lo que considera un proteccionismo a la inversa: facilidades a la importación de mercancías terminadas, financiamiento en divisas entre otras que los industriales locales no gozan
«Es notoria la dificultad burocrática que se impone como barrera para hacer negocios en Venezuela: una infinidad de procesos jurídicos se requiere para abrir un comercio, tener licencia de expendio de licores, permiso para importar alimentos, etc. A fin de cuentas, tener vínculos con autoridades que ofrezcan permisos, licencias y un sinfín de autorizaciones se torna una necesidad. Es decir, quien no tenga conexión con las élites del poder, parte con desventaja comercial».
A juicio del economista, la mayoría de estos negocios son una manera de continuar con «la burguesía rentística importadora que tendía a cometer enormes fraudes con la sobrefacturación e importación de cajas vacías gracias a la construcción que hizo el chavismo de un entramado financiero que facilitaba mucho la privatización de la renta petrolera, la fuga de capitales y, con base en una sobrevaluación de la moneda, la apropiación de divisas de manera muy barata».
«Parece que gran parte de los bodegones electrónicos, bodegones-hoteles, bodegones-restaurantes y bodegones de venta de alimentos son fundamentalmente la continuación de la burguesía rentista e importadora pero por las vías de la importación real de mercancías, con la que buscan tasas de ganancias muy elevadas en tiempos muy breves sin producir nada, sin innovar en nada, sin desarrollar ninguna fuerza productiva y facilitando más bien la salida del capital que entra por remesas o por exportaciones de petróleo para comprar cosas que se pudieran producir en Venezuela», agregó Sutherland.
En un país con una crisis económica tan grande no todo el mundo puede acceder a los productos ofrecidos en estos locales dolarizados. Solamente el 37% de la población compra en ellos, según un estudio realizado por el Grupo ARS SSB en el año 2020 sobre consumo y cambio de emociones de los venezolanos durante la cuarentena.
La investigación detalla además el surgimiento de estos expendios como reacción a la escasez de alimentos y el desabastecimientos de rubros de primera necesidad desde el año 2016 generados por los controles de precios impuestos en ese periodo. Señala que el 80% de estos establecimientos no tienen más de 5 años de funcionamiento por lo que asegura que esto «parece indicar que su surgimiento está muy relacionado con la severa escasez que azotó a la nación en 2016 y una respuesta social, elitista, a la misma». También señala que casi la mitad de los bodegones operativos en la actualidad no superan los dos años de operación.
Señala que también los bodegones respondieron a esa escasez de productos, ya que muchas personas aun teniendo dinero no conseguían esos insumos básicos, debido a lo fuerte que era para las empresas locales producirlos, al ser obligados a vender a pérdida con regulaciones muy estrictas.
«Las sanciones han sido un impulso adicional al plan bodegonero, pues les han dado la posibilidad a muchas personas que no pueden viajar y tener un negocio en el extranjero por estar sancionadas de invertir en bodegones en Venezuela como una forma de hacer negocios rápida e internamente y, de alguna manera, reciclar capital que se fue obteniendo de otras formas. El asunto es que también los bodegones están creciendo a un rapidez inusitada y hay ámbitos en los cuales ya se les está dificultando bastante salir de mercancías. Se nota que hay mercancías que tienen muchísimo tiempo en anaquel sin rotación».
En cuanto a la dolarización actual refiere que como es un proceso no oficial, no existe el flujo de dinero en efectivo suficiente y se enfrentan problemas como la poca cantidad de billetes de baja denominación que dificulta el proceso de compra-venta porque en la mayoría de los casos no se puede dar el cambio en billete y menos cuando los montos no son exactos.
Esto sugiere otro problema ya que muchos consumidores son obligados a gastar la totalidad del billete en otros productos no requeridos para poder llevarse lo que si realmente necesitan.. «Por eso algunos consumidores siguen prefiriendo cancelar en bolívares».
«Es interesante que aunque la dolarización es completamente informal y anárquica, un alto número de bodegoneros considera que es necesario trabajar con dólares solamente, y organizar el sistema de pagos a nivel nacional. Muy pocos, solo 16%, consideran que el bolívar como moneda de curso legal, es rescatable».
En los bodegones, aunque en muchos casos consultados, reciben en su mayoría ingresos en dólares, no tiene salarios dolarizados. Solamente el 12% le paga a sus empleados en divisas. Los demás lo hacen en bolívares teniendo como referencias una cantidad de dólares previamente acordada, lo que «también parece indicar que el proceso de dolarización plena podría estar más bien concentrado en élites».
En este sentido el estudio revela que el sueldo de la mayoría de los trabajadores (89%) no sobrepasa los 60 dólares mensuales, y el 65% no llega a 40 dólares, indicó que aun teniendo ingresos reales en «verdes», «el 89% ingresa menos del 25% de la canasta alimentaria».
Aunque ganar en dólares genera un bienestar un poco superior a obtener el sueldo en bolívares, esto no significa que esas personas estén protegidos contra la hiperinflación existente en el país, según Ecoanalítica, que señala que entre abril de 2020 y abril 2021, el dólar perdió 49% de su poder de compra en especial cuando de adquirir alimentos se trata ya que según el CENDAS-FVM (Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros) la canasta alimentaria pasó de 255 a 321 dólares en ese mismo lapso de tiempo.
Sin embargo los trabajadores de los negocios privados devengan 30 veces más que los empleados públicos, que siguen siendo la gran mayoría de la masa trabajadora del país, y que incluyendo los bonos dados por el gobierno de Nicolás Maduro igual perciben 18 veces menos que el sueldo de los bodegones.
Con información de Tal Cual