Venezuela, pobreza por diseño
Termino de atender un taller organizado por el NSF (National Science Foundation) acerca de una iniciativa de la Fundación, el ente más importante de financiamiento público a la ciencia en los Estados Unidos, sobre el tema central de los cambios globales que deben hacerse para atender el reto de alimentar a los 10.000 millones de habitantes que se anticipa tendrá la Tierra en el año 2050. El tema es de una complejidad alucinante y ha sido discutido en el contexto de una metodología de planificación y diseño de estrategias en políticas científicas y tecnológicas sobre temas complejos que NSF ha denominado “Convergence Accelerator” (El Acelerador de la Convergencia). El supuesto esencial es que en el Acelerador de la Convergencia confluyen múltiples disciplinas con un foco central en los aspectos sociales de la ciencia.
Nuestro taller se enfocó sobre el tema específico de diseñar e implementar sistemas sostenibles para garantizar la seguridad alimentaria en entornos y ambientes extremos. Surgió, de manera natural entre los participantes, el asunto de la definición de ambientes extremos.
Aquí estaban incluidos de manera obvia ambientes desérticos, con temperaturas extremas; carencia de agua y energía, o sometidos a desastres naturales. En ese contexto yo sugerí que se tuviera también en cuenta el tema de la pobreza como un factor social y político que influía de manera crítica en generar un ambiente en situación extrema en relación a la seguridad alimentaria. La sugerencia fue bien recibida y la pobreza será incluida como factor generador de ambientes extremos en relación con la producción y acceso a los alimentos.
Alcanzado ese logro, formé una alianza online con otro de los panelistas para que se incluyera también el tema de los Estados fallidos y la guerra como causantes de situaciones extremas para las poblaciones. Aduje lo que había leído en un informe del World Bank (Banco Mundial) indicando que de los 736 millones de personas viviendo en pobreza extrema en el mundo, una parte muy importante vivía en países con estados fallidos o en situación de conflicto, y el hecho de que la pandemia del Covid-19 había exacerbado las diferencias entre los países desarrollados y los subdesarrollados.
No se requiere mucha imaginación para inferir que, a la par que participaba en este panel de expertos de NSF, estaba pensando en Venezuela.
Puede afirmarse casi sin lugar a dudas que el nuestro es uno donde la pobreza se ha construido por diseño como parte del esquema de dominación y control de la población. Es iluminante, y deprimente, leer muchos años después -parece una eternidad- la transcripción de una entrevista que le hizo Carla Angola al general Guaicaipuro Lameda, donde el general relata con lujo de detalles una airada conversación con Jorge Giordani, entonces ministro de Planificación, en la antesala de una reunión con el entonces presidente Hugo Chávez.
Entre las citas de Lameda está esta joya singular del cinismo político, presuntamente expresada por Giordani: “Mire general, ¡usted todavía no ha comprendido la revolución! Se lo explico: esta revolución se propone hacer un cambio cultural en el país, cambiarle a la gente la forma de pensar y de vivir, y esos cambios sólo se pueden hacer desde el poder. El piso político nos lo da la gente pobre: Así que los pobres tendrán que seguir siendo pobres, los necesitamos así, hasta que logremos hacer la transformación cultural, Luego podremos hablar de economía, de generación y de distribución de riqueza. Entretanto, hay que mantenerlos pobres y con esperanza”.
En el mismo espíritu conviene repasar una polémica intervención del entonces Ministro de Educación Héctor Rodríguez en el marco de un taller de lanzamiento de la Campaña para la Erradicación de la Pobreza Extrema. Entre otras expresiones de antología, Rodríguez aparentemente afirmó “no es que vamos a sacar a la gente de la pobreza para llevarlas a la clase media para que después aspiren a ser escuálidos” (HR Youtube). Se dice que Rodríguez intentó hacer desaparecer las evidencias en YouTube de su declaración, que levantaron un auténtico revuelo, pero ya se sabe lo traicioneras e infieles que son las redes sociales.
Uno podría pensar que las insólitas afirmaciones de Giordani y Rodríguez son tan solo dos ejemplos que no tienen mucha importancia en el mar de declaraciones de los funcionarios antiguos y modernos del chavismo-madurismo. Nada más lejano a la verdad.
Se trata de dos declaraciones que confirman un patrón sistemático de conducta del régimen para sumir a Venezuela en la pobreza y silenciar la protesta ciudadana, obligando a la gente a ocuparse de los asuntos de su supervivencia. Un viejo truco de las “revoluciones” totalitarias para ejercer el control social a través del hambre y el miedo, combinando la más brutal represión con la pulverización del salario y la aniquilación de la economía privada. En particular, los cubanos perfeccionaron el esquema de mantener la pobreza y lo transformaron en un verdadero modo de vida en la isla que aún hoy perdura. En la misma entrevista que cito arriba al general Lameda, este refiere una conversación con Fidel Castro donde este último afirmó” “Para mantenernos, necesitamos unos 4.000 millones de dólares al año. Más de eso “estorba”, la gente empieza a vivir bien y se acaba el discurso de la pobreza”.
Si hicieran falta más informaciones fácticas sobre el tema bastaría consultar dos documentos que resumen la tragedia venezolana. Uno es el Índice de Miseria de Steve Hanke, el cual recoge que Venezuela ocupa el primer lugar en el mundo de ese calamitoso índice que refleja las condiciones de vida en un país y la percepción de la gente sobre las mismas (Índice de miseria Hanke). Paradójicamente, Venezuela ocupa también el tercer lugar entre las naciones más endeudadas del mundo en relación a su producto interno bruto (deuda nacional). Es decir, en lenguaje llano, somos simultáneamente el país más miserable, y en eso sobrepasamos a Haití, el líder en esa categoría durante muchos años, y uno de los más endeudados del planeta.
De modo que no hay ninguna casualidad, ningún mal ejercicio del gobierno ni incompetencia. El régimen venezolano es un gobierno de facto del mal, porque genera miseria para su gente, de manera eficiente y brutal. Ya es tiempo de que entendamos este aspecto de nuestra tragedia.