Recordar principios fundamentales cuando el descontento crece
Cada semana aumentan las dificultades para escribir. No es por falta de temas, ya que se trata siempre de más o menos lo mismo. Los problemas no desaparecen. Se mantienen pero agravándose sin que el ciudadano común sienta que hay soluciones a su alcance. El peligro es que la gente se acostumbre a vivir en las penosas circunstancias actuales, pero con una alta dosis de desesperanza, de tristeza y de incertidumbre con relación al presente y al futuro.
El régimen está reducido a su más mínima expresión. El respaldo de la gente no llega al veinte por ciento, de acuerdo a todos los estudios realizados. Están dadas todas las condiciones para que se produzca el cambio radical necesario. Pero, lamentablemente, en el sector democrático existe un dramático círculo vicioso que no permite avanzar con fuerza hacia el cambio. Les confieso que en lo estrictamente personal estoy cansado de la reunionitis aguda que normalmente concluye en documentos a diestra y siniestra, largos y repetitivos, con modestas iniciativas para acciones parciales que pocas veces se realizan. Lo peor es que, debido a la pandemia, ahora casi todo se hace por medios electrónicos que jamás podrán sustituir a la presencia física de los participantes en cualquier evento.
Sin embargo el descontento crece. Esto está teniendo un efecto demoledor en el propio régimen. Hay graves diferencias internas. Muchos piensan en lo que será su futuro al producirse el cambio que llegará en algún momento. Casi todos están conscientes de la incompetencia de Nicolás Maduro y anhelan que desaparezca junto al combo de su intimidad. Pero no se atreven, por ahora, a actuar en consecuencia.
Cuidado si el factor activo más importante de esta situación son las Fuerzas Armadas de la Nación. La división es profunda en todos sus componentes, incluidos los que inconstitucionalmente le han sido agregados. La ocupación de parte importante del territorio venezolano por fuerzas irregulares de Colombia, las derrotas sufridas en Apure, la presunta muerte del jefe guerrillero alias Santrich, la migración hacia el Arauca colombiano de más de cinco mil personas, incluidos mujeres y niños, el extraño silencio de la jerarquía militar y las insólitas declaraciones del ministro del ramo, la represión abierta y encubierta en contra de los pocos medios y periodistas que se han atrevido a decir algo así como la ausencia de posiciones firmes de los grupos opositores presentan un cuadro increíble de desmoronamiento institucional de la República.
Frente a todo ello debemos aferrarnos a los principios que han orientado nuestra vida personal y política. Para un Social Cristiano integral es fundamental luchar por la dignidad de la persona humana, por la defensa de la familia, por la justicia social para alcanzar el bien común en una Venezuela mejor. En el desarrollo de estos principios están las líneas para la acción.