¿Qué ha cambiado?
Sobre la era de Pablo Escobar Gaviria se han escrito múltiples historias, algunas de las cuales han sido llevadas al cine y desarrolladas en diversas series de televisión. Sobre las escenas y diálogos basados en ficciones, prevalecen en dichas proyecciones los acontecimientos ciertos que estremecieron a toda Colombia y repercutieron mundialmente. Fue el ciclo de la lucha entre los carteles de la droga de Medellín y Cali, en la que jugaron también un papel sanguinario los llamados aliados paramilitares que se acuerparon en los llamados PEPES, acrónimo de Perseguidos de Pablo Escobar. Entre bombas, sicariatos, vindictas, corruptelas y desafíos a las instituciones civiles y militares, se cumplía una etapa que parecía desembocar en el asalto de las instituciones de una nación que sucumbiría ante las garras del narcotráfico. No fue así, afortunadamente. Terminó imponiéndose la gallardía, el coraje de muchos hombres y mujeres, que simbolizaban las reservas morales de un país que sobrevivió más allá de la desaparición de líderes insignes como Rodrigo Lara Bonilla y Juan Carlos Galán.
Colombia nunca se rindió. Sus instituciones fueron defendidas de la intromisión de personajes coludidos con actividades deshonestas. Recordamos que cuando Pablo Escobar Gaviria se hizo de una credencial de congresista, apenas pudo entibiar su curul porque las denuncias contra él fueron más que suficientes para aventarlo del foro parlamentario colombiano. Y la prueba era apenas una reseña policial distinguida con el número 128482, que daba cuenta de su arresto en 1976, asentada en los archivos del distrito Judicial de Medellín. Los debates que promovió, valientemente, el Dr. Lara Bonilla le costaron su vida, pero dejó para la posteridad su esfuerzo de preservar una de las instituciones más nobles del sistema democrático colombiano.
Esta referencia viene a propósito del debate que para deleite de Maduro copa la agenda de los diversos factores políticos de Venezuela: Participar en elecciones regionales, tal como ya lo ha anunciado, por su cuenta, el nuevo presidente del CNE que la tiranía madurista resolvió integrar.
La lucha ya no es por el cese de la usurpación sino por “elecciones libres” donde están incluidos unos comicios presidenciales. Cabe aquí entonces la interrogante: ¿Maduro estará habilitado para competir en esos supuestos procesos que se están acordando? La verdad es que lo que cursa en contra de la imagen de Maduro no son chismes ni simples reseñas policiales. No. Son acusaciones muy delicadas. Una de ellas las simboliza el aviso desplegado por la DEA y avalado por instituciones de los Estados Unidos de Norteamérica, en el que se exhibe la fotografía de Nicolás Maduro y se ofrece una recompensa de 15 millones de dólares por su captura.
Por otro lado, están las denuncias en su contra por ser responsable de la perpetración de crímenes de lesa humanidad, todo conforme a informes elaborados y suscritos por el Grupo de Expertos de la ONU, informes del Alto Comisionado DDHH de la ONU, informes de la Secretaria General de la OEA, informes de la CIDH de la OEA, mas un cúmulo significativo de denuncias acompañadas de pruebas introducidas por diferentes personalidades. Todos esos expedientes están siendo examinados en la Corte Penal Internacional.
Reitero mi pregunta: ¿Qué ha cambiado para que ahora Maduro pase de usurpador a presidente reconocido en negociaciones y a ser candidato en esas eventuales elecciones “libres”?