Lingotes de hierro
Venía por la entrada de Barcelona cuando me topé en la vía con una pequeña caravana de unas 4 ó 5 gandolas. Todas transportaban decenas de lingotes de hierro macizo. ¿A dónde irán? Fue la pregunta que se me escapó del cerco de los labios, sin ni siquiera reflexionar; quien me acompañaba en mi vehículo respondió raudo, como esos niños que se estudiaron la lección, «van para el puerto de Guanta».
Sin duda, el gran negocio actual es el hierro. Vemos por todas partes camiones comprando chatarra y observamos como este «emprendimiento multimillonario» se abrió paso desmantelando instalaciones dentro de Petróleos de Venezuela.
Los llamados «chatarreros» llegaron a muchas instituciones del Estado haciendo caída y mesa limpia. Todo aquello que veían (por supuesto que sea de hierro) lo cargaban sobre sus transportes y se lo llevaban, para luego ser vendidos en el mercado internacional.
Si presumimos que este «emprendimiento» posee el aval del Estado, entonces se puede considerar a éste como un nuevo movimiento oficial para huirle a la «bancarrota operativa», pues es más que evidente que el negocio petrolero ya no rinden los mismos frutos que antes y que el Arco Minero se ha anarquizado a un nivel demasiado costoso.
Y, como es evidente, quienes tienen el poder se han hecho expertos en el manejo de los construcción de «soluciones» financieras a sus aprietos, creando de la nada un nuevo negocio que le permita mantener la estabilidad de sus vidas y el financiamiento de su permanencia en el «coroto».
Ya sea con la basura, la chatarra o con cualquier otra cosa material o inmaterial, el oficialismo venezolano lo puede convertir en una mercancía rentable y eficiente para sus propósitos. Es así como paradójicamente, el socialismo genera más capital para unos poquísimos poderosos, creando una brecha aún más grosera entre los que tienen y los que no tienen absolutamente nada.
La chatarra enriquece a unos, mientras el resto sigue sufriendo por el alto costo de la vida, por la abismal diferencia entre sueldos en bolívares devaluados y precios 100% dolarizados; unos pocos engordan sus cuentas bancarias, mientras muchos no tienen suficiente para comer 3 veces al día. Toda una injusticia que no tiene igual.
Le urge a Venezuela un sistema serio y sincero. Nos apremia la necesidad de organizar la economía, reavivar la capacidad productiva del país y de estructurar un plan económico que genere confianza, atraiga inversión legítima y promueva la creación de puestos de empleos estables y adecuadamente remunerados.
Ya basta de ver a esos dos países diferentes; uno donde los poderosos se pesan en lingotes de oro, extraídos del Arco Minero, o en lingotes de hierro, creados de los despojos de una nación destruida, y por el otro lado una enorme población que vive al día, que come menos, que no tiene ingresos fijos, que no tiene mayor posibilidades de salir a flote en medio del caos que lo rodea.
El país no tiene, ni debe seguir así. No podemos ver como la destrucción de nuestras empresas y negocios se transforman en despojos y éstos en lingotes de hierro que solo sirven para fortalecer a unos pocos en detrimento de toda la nación.
Esto no es sano, no es justo, no debe ser permitido por más tiempo, es momento de un cambio por el bien de todos los venezolanos.