Collage número 66 (último) sobre Rómulo Betancourt
(La muerte física: exequias -2-)
El mismo día del fallecimiento de Rómulo Betancourt, 28 de septiembre de 1981, en la ciudad de Nueva York, el Presidente de la República, Luis Herrera Campíns, emitió un Decreto en el que, en su artículo 1°, “se declara duelo público durante tres días y duelo oficial durante ocho días en todo el territorio nacional, por la muerte de Don Rómulo Betancourt, ex Presidente Constitucional de la República, a partir de la fecha del arribo de sus restos mortales a Venezuela”. En uno de los considerando del Decreto, se expresa que “fue sobresaliente figura en la instauración y consolidación del sistema democrático venezolano”.
La desaparición física del ex-Presidente de Venezuela y fundador y líder máximo del partido Acción Democrática, es reseñada ampliamente por la prensa mundial.
En los Estados Unidos, la prensa local proclama a Rómulo Betancourt como “líder de América y arquitecto de la moderna Venezuela democrática”. The Washington Post señala la relación amistosa que mantuvo con el Presidente John F. Kennedy, quien había dicho que Betancourt era un “modelo de liderazgo latinoamericano” y que “Estados Unidos deseaba estar identificado con líderes como él”. The New York Times exalta sus luchas por la democracia en su país y en el continente, y, al referirse a su honestidad en el manejo de los dineros públicos, cita una de sus frases: “La única riqueza que yo tengo es mi honor”. The Wall Street Journal informa en primera página la muerte, a los 73 años de edad, de quien fue dos veces Presidente de Venezuela. Noticias del Mundo, un diario que circula en español en Nueva York, titula en primera página la noticia con la frase “América de duelo, murió Rómulo Betancourt”.
La prensa francesa comenta profusamente el deceso del gran líder. Le Monde publica un artículo del periodista Marcel Niedergang, quien lo llama “un combatiente de la democracia”, y afirma que “sin él, Venezuela no sería, a lo mejor, lo que es hoy en día, una de las raras democracias parlamentarias del hemisferio”, concluyendo en que “partidarios y adversarios de Rómulo están al menos de acuerdo sobre un punto: Él deja profundamente marcados cincuenta años de la historia de Venezuela”. Le Fígaro resalta “en materia internacional, la doctrina Betancourt es ilustrada especialmente por la ruptura de Venezuela con las dictaduras latinoamericanas, y la participación en la creación de la Organización de los Países Exportadores de Petróleo (OPEP)”. Los periódicos parisinos L’Aurore y Le Matin dan la noticia del fallecimiento del ex-Presidente venezolano recordando, tal como también lo había hecho Le Fígaro, que se le conoce como el “Padre de la Democracia venezolana”.
La prensa, la radio y televisión italianas también fueron muy elogiosas al referirse al fallecimiento del ex-Presidente Betancourt. II Corriere della Sera señaló: “Sincero demócrata, Betancourt logró darle nueva estabilidad a las instituciones estatales, a llevar a cabo una cuidadosa política de explotación de los recursos petrolíferos del país y a cederle el poder a un Presidente democráticamente elegido”. II Messaggero declara que “la de Rómulo Betancourt es seguramente la figura más importante que se encuentra tras el nacimiento y el desarrollo de la ya no demasiado joven democracia venezolana”. La República, al dar la noticia de la muerte, dice que “el político fundador de Acción Democrática se ha encontrado siempre en primer plano en los sucesos venezolanos. Él fue quien lanzó por primera vez la idea que, más tarde, conduciría a la creación de la OPEP”. II Tempo escribe: “Rómulo Betancourt es, casi seguramente, el personaje más importante de la democracia venezolana. Toda la vida de este estadista ha sido dedicada a la afirmación de un régimen democrático”. Y el Paese Sera comenta que “el rol desempeñado por él en la historia venezolana le valió inmenso respeto también de parte de adversarios de partido y de ideología”.
En las Naciones Unidas, el Presidente de El Salvador, José Napoleón Duarte, apartándose de su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, dijo que “Latinoamérica está de duelo ante la muerte de Rómulo Betancourt”. Los cancilleres, especialmente los representantes de los países latinoamericanos, relievaron el papel que tuvo el ex-Presidente en la causa de la democracia continental.
El Presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, se hizo eco de “la profunda pena” del pueblo norteamericano por la muerte del ex-Presidente de Venezuela. El Secretario de Estado, Alexander Haig, expresó que “en gran medida Venezuela es hoy uno de los líderes del mundo libre porque Betancourt nunca cesó de luchar por sus ideas”.
Después de ser velado el ex-Presidente en una funeraria céntrica de Nueva York por la que desfilaron connacionales y personalidades políticas y diplomáticas, mientras en el Consulado de Venezuela la bandera nacional ondeaba a media asta en señal de duelo, el día 30 de septiembre, a las siete de la mañana, partió el coche de la funeraria con el ataúd del ex-Presidente que lo trasladó al Aeropuerto Internacional John F. Kennedy de Nueva York, donde se le rindieron honores militares.
El homenaje de despedida contó con la presencia de la embajadora de Estados Unidos ante las Naciones Unidas, Jean Kirkpatrick. A la pista llegó la comitiva que había viajado expresamente desde Caracas para acompañar al ex-Presidente fallecido en el regreso a su país, integrada por más de 120 personas, entre ellas, representantes del Gobierno venezolano, dirigentes que representábamos a Acción Democrática, dirigentes de Copei, parlamentarios del Congreso Nacional, representantes de las Fuerzas Armadas y la mayoría de los oficiales en situación de retiro que pertenecieron a la Casa Militar durante el ejercicio presidencial de Rómulo Betancourt.
Seguidamente, hicieron acto de presencia la viuda del ex-Presidente, doctora Renée Hartmann; Virginia Betancourt de Castro, hija; Elena Betancourt de Barrera, hermana y otros familiares. Ante el ataúd, la banda marcial de la Armada norteamericana interpretó los himnos de Estados Unidos y de Venezuela, y finalmente la Marcha Fúnebre de Johan Strauss. Partió el avión con los restos del ex-Presidente y con los compatriotas acompañantes, que aterrizó en el Aeropuerto de Maiquetía ese mismo día 30 de septiembre, a las dos y media de la tarde. En la rampa, aguardaban, en diferentes tarimas, las altas autoridades civiles, militares y eclesiásticas, presididas por el Jefe del Estado, doctor Luis Herrera Campíns. El féretro, fue colocado en una cureña y cubierto por el Pabellón Nacional, mientras se escuchaban una salva de diecinueve cañonazos y las notas del Himno de Venezuela. Una carroza condujo el féretro a Caracas hasta la sede de Acción Democrática en El Paraíso.
Durante los honores póstumos que allí se le rindieron, Luis Piñerúa Ordaz pronunció un discurso del que retenemos algunas expresiones: “…Hay seres cuya vida no termina. Son como la Historia. Dan cuenta del pasado, protagonizan el presente y marcan la ruta y los acontecimientos del porvenir. Así es Rómulo Betancourt…Y de ahí la grandeza de su mejor obra: precisamente Acción Democrática. Porque ésta se emparenta con un propósito mucho más noble, cual es la creación de un Estado moderno, de una sociedad civilizada y próspera, que derrumbe seculares injusticias, que sepulte irritantes privilegios, que extinga los vicios, los prejuicios y los perniciosos comportamientos que frenan y mediatizan nuestro destino de país auténticamente libre… La defensa de los derechos humanos fue consigna inscrita indeleblemente en sus banderas de luchador social… Y en los postulados por una justa distribución de la riqueza, tradujo su inquietud por la suerte de los humildes. Nunca entendió la democracia sin contenido social…Propició el desarrollo del país, pero no por el desarrollo mismo, sino como un medio para lograr mejores condiciones de vida para el hombre y la mujer venezolanos… Consciente de la gravitación que sobre la economía del país tiene el petróleo, fue un estudioso incansable de su realidad. Numerosos trabajos suyos, especialmente su magnífico libro ‘Venezuela, Política y Petróleo’, dan testimonio de esa preocupación. Con Juan Pablo Pérez Alfonzo concibió y diseñó la política petrolera del país, que a pasos sensatamente programados hubo de culminar en el rescate pleno de la propiedad y el dominio de nuestra riqueza básica. He ahí la expresión más elocuente de su beligerante antiimperialismo”, y concluyó diciendo: “En los hombros de su pueblo entreguemos su cuerpo para que, en cálida manifestación compañera, lo lleve hasta la morada que lo resguardará por 25 años. Después sus cenizas irán al Templo de la Patria a recibir la veneración de la posteridad y el tributo de la gloria”.
Desde la casa de Acción Democrática, el féretro fue trasladado al Salón Elíptico del Palacio Federal Legislativo, donde, a sus puertas, es esperado por el Presidente de la República, Presidente y Vice-Presidente del Congreso Nacional, Presidente de la Corte Suprema de Justicia, Presidente del Consejo Supremo Electoral, Presidente del Consejo de la Judicatura y Ministros del Despacho. El ataúd es colocado sobre el catafalco, y el Presidente Herrera Campíns procede a hacer la primera guardia junto con el Presidente y Vice-Presidente del Congreso Nacional y del Presidente de la Corte Suprema de Justicia. Luego, en orden jerárquico, las altas autoridades nacionales y miembros de la Casa Militar del ex-Presidente Betancourt procedieron a montar la guardia respectiva ante el ataúd. Finalizadas las guardias de los representantes de los poderes nacionales, el cadáver fue expuesto al público hasta las 6 de la mañana del 2 de octubre. A las 10,20 Hs de ese día, hubo la presentación del pésame oficial del Cuerpo Diplomático al señor Presidente de la República y familiares. Seguidamente, pronunciaron discursos el Presidente del Congreso, el Presidente de Acción Democrática y el Presidente de la República.
El doctor Godofredo González, Presidente del Congreso de la República, es un connotado dirigente del partido social-cristiano Copei, en su discurso expresó, entre otras consideraciones, las siguientes: “…Bien sabemos que, por su propia naturaleza, todo ser humano ha de morir. Pero algunos hombres sobreviven a la muerte, porque para ellos queda la historia y la trascendencia espiritual de sus obras. Rómulo Betancourt pertenece a esta clase de hombres. De modo que podemos afirmar que no ha muerto, que su ausencia de la vida se traduce en su no presencia física entre nosotros…Nadie podrá negar ni arrebatar a Rómulo Betancourt el papel preponderante que, con toda responsabilidad, conciencia y tenacidad, jugó en el establecimiento y desarrollo de las instituciones democráticas venezolanas… Concluido su mandato presidencial casi se negaba, por razones de modestia, a aceptar el honor que la Constitución dispensa a quienes han sido Presidentes Constitucionales de la República por elección popular. Y cuando lo aceptó, según hubo de confesar más adelante, lo hizo por un hecho insólito y casi desconocido en esta Venezuela petrolera: por apremios económicos. Al borde de los 60 años de edad, con cuarenta de lucha incesante por el adecentamiento de la administración pública, Rómulo Betancourt podía exclamar como siglo y medio antes lo había hecho el prócer Rafael Urdaneta: ‘estoy llegando a la vejez sin más riqueza que la honra’… Es a partir de 1946, mediante Decreto-Ley suscrito en primer lugar por Rómulo Betancourt, cuando el pueblo de Venezuela acude masivamente a elegir con el voto universal, directo y secreto, a sus legisladores. De allí que, entre los muchos méritos reconocidos a Rómulo Betancourt, tengamos que sumarle el de ser el iniciador de la modernización y popularización del Congreso de la República…Rómulo Betancourt es uno de los estadistas más notables conque ha contado la República. Uno de los hombres que con mayor abnegación ha consagrado su vida al triunfo de la democracia venezolana”.
El doctor Gonzalo Barrios, Presidente del partido Acción Democrática, manifestó en su intervención: “Estamos despidiendo a un protagonista. Protagonista de acontecimientos fundamentales en la historia de Venezuela…Padre de la democracia lo ha llamado el pueblo. Con ese título debemos enterrarlo, porque ningún otro le sería tan grato, ni otro alguno derramaría tanta gloria sobre su nombre. La empresa que realizó para merecerlo marcó en este país la frontera, antes indefinida, entre la opresión y la libertad, entre el derecho y el atropello, entre el odio y la fraternidad, entre la cultura y la barbarie, entre la explotación del hombre y su redención por el trabajo al amparo de la igualdad… Creía en el pluralismo, como expresión de la realidad social y como producto de una recta posición moral e intelectual creó a Acción Democrática, pero también estimuló el nacimiento de rivales para su partido y no sólo mediante una legislación liberal sin dejar de ser moderna, sino también a través de la gestión privada y de la presión amistosa…El propio atraso de nuestro pueblo, su tendencia a la conducta sin disciplina, la incompetencia de nuestros sectores dirigentes en el campo de la economía, la deformación universitaria, la improductividad del trabajo y finalmente el desquiciamiento que ha engendrado la riqueza petrolera, fueron también motivo de su angustiosa preocupación. Pero concebía al pueblo de Venezuela a su imagen y semejanza y esta comunión le servía de coraza contra todos los desalientos. Nunca se sintió en medio de la noche. Su hora siempre fue la del amanecer. Tenía el temple y la confianza del ganador. “.
El Presidente de la República, Luis Herrera Campíns, después de evocar en su discurso varios momentos vitales del tránsito personal y político de Rómulo Betancourt, atina una semblanza del gran luchador: “Rómulo Betancourt ha sido exaltado todos estos días en sus cualidades personales y en sus virtudes cívicas; en su coraje personal y en su labor constante como uno de los más sobresalientes creadores de nuestro proceso democrático y un animador de la democracia en el mundo. Fue un Presidente que supo enfrentar con tino y decisión la conjura reaccionaria y la subversión izquierdista. Un inspirador de profundas reformas políticas y sociales que han contribuido a una nueva morfología del Estado y a una reforma de la sociedad venezolana. Un periodista de fuste que se complacía en la polémica y sabía castigar con la ironía y con el sarcasmo. Un autor de libros en los que recogió su experiencia política y gubernativa y su pensamiento de conductor y fundador del Partido Acción Democrática, que acaba de cumplir 40 años de existencia…El pueblo ha venido a despedirlo, a echar una última mirada sobre el rostro inmóvil del extraordinario luchador. Las manos de quienes pusieron en él fe y cariño y sintieron admiración por la forma como siempre defendió sus ideas llegaban con unción hasta el vidrio de la urna y lo tocaban como si quisieran, con sus caricias, hacerle más leve el viaje hacia la posteridad”.
El pueblo, en impresionante devoción multitudinaria, acompañó hasta el Cementerio del Este el féretro donde iba su conductor, ya en silencio, con los labios sellados por la muerte. El Secretario General de Acción Democrática, Jaime Lusinchi, en su oración fúnebre de despedida, dijo allí, en un costado de su tumba, palabras para recordar: “Es obligado decir en este instante que Rómulo enseñó a nuestro pueblo y aprendió de él. Su carácter se templó en la lucha y su personalidad se fue moldeando al calor de cada desafío. Así, en la agónica búsqueda de una convivencia democrática, definió la línea central de su actuación política, cuya característica eje estuvo signada por su capacidad para adoptar las mejores decisiones en los momentos más cruciales. Y todas éstas llevaron la impronta de su entereza y de su fuerte personalidad para colocar siempre los intereses de la patria por encima de las incidencias momentáneas, temporales o coyunturales. Así se forjó el gran estratega y el admirable táctico. Es obligatorio decir que Rómulo fue un venezolano integral, que vivió como hombre su vida plenamente, con autenticidad, porque fue consecuente con lo que predicó. Rómulo, un hombre que no se dejó envenenar por la concupiscencia del poder, tuvo la grandeza de abrir paso a las nuevas generaciones de conductores políticos y por sobre las rencillas minúsculas e intrascendentes dedicó sus esfuerzos y volcó el peso de su experiencia a la medular tarea de afianzar las instituciones democráticas”.
Cierro el último de los Collages escritos –que se convertirán en libro- con la opinión de historiadores que no han compartido militancia política con Rómulo Betancourt.
En su obra, “Rómulo Betancourt, político de nación”, página 417, Manuel Caballero escribe: “El 28 de septiembre de 1981, en la ciudad de Nueva York, murió Rómulo Betancourt. Con él se extinguía el quinto de los más grandes hombres de la historia venezolana. Los cuatro precedentes fueron Simón Bolívar, José Antonio Páez, Antonio Guzmán Blanco y Juan Vicente Gómez. Esta lista no encierra una comparación ni es tampoco valorativa. Son los más grandes por ser los que tienen mayores dimensiones, los que ocupan mayor espacio, valga la doble tautología. Para bien o para mal (para bien y para mal) han ocupado el centro de la escena y durante su trayectoria vital los venezolanos nos hemos visto obligados a definirnos frente a ellos: hemos sido bolivarianos y antibolivarianos; paecistas y antipaecistas; guzmancistas y antiguzmancistas; gomecistas y antigomecistas; finalmente, betancuristas y antibetancuristas”.
El historiador Guillermo Morón, en la tercera edición de su “Historia de Venezuela”, publicada en 2011 en la colección Los Libros de El Nacional, al referirse al “caudillismo político con impronta histórica de poder”, escribe: “José Antonio Páez, Antonio Guzmán Blanco, Juan Vicente Gómez y Rómulo Betancourt son los cuatro caudillos de mayor relieve. Los tres primeros llenan la historia moderna, desde 1830 a 1936; el último cubre la historia contemporánea hasta su muerte en 1981”.
En su libro “Los cuatro reyes de la baraja”, crónica novelada o fabulada de la cuestión del poder en la historia venezolana, el escritor Francisco Herrera Luque menciona como tales, es decir, como los reyes de la baraja del poder, también a Páez, Guzmán, Gómez y Betancourt.
Cuando el peso del liderazgo histórico se pone al servicio de una causa buena, deja también una huella buena. Si ocurre lo contrario, la importancia del liderazgo histórico sigue, pero para el mal recuerdo. Eso es lo que hay que distinguir.