El presupuesto infame
El pequeño ser baja la palanca: la caja registradora hace su chasquido y tintinea su campanilla mientras se abre la gaveta rebosante de billetes. Como en una mesa de póquer, los jefes de algunos partidos políticos están sentados a la mesa. El pequeño ser humedece con su lengua bífida la punta del lápiz, abre el cuaderno de las cuentas, y anota: esto para ti, esto para él… y esto para mí. A ver, a ver… ¿Quién pide más?
Espectrales partidas, afantasmados gastos, usurpados ingresos. Millones van, millones vienen: $, $, $. Pon ahí: «Defensa de la democracia». Y aquí: «Despacho de la presidencia». Y allá: «Cancillería «. Y acullá: «Tribunal Supremo de Justicia». ¿En qué han de dispendiar sus mendrugos las oscuras juntas «ad hoc» de Pdvsa, Pequiven, Bandes, la Corporación Venezolana de Guayana y otras tantas? No importa, no importa: que siga el festín.
Entretanto, en esta tierra al norte del sur, apaleada, expoliada, traicionada, fracturada su alma, convertida en campo de batalla de dos gobiernos: uno real, tangible, que despacha en Miraflores; otro en el exilio, dueño de recursos y bienes de la nación confiscados por otros Estados; aquí, digo, en esta dolida tierra nuestra, todo va de mal en peor: hay más hambre, menos diésel, y la vacunación de los apestados se hace con pasmosa lentitud,… y la vida de los más débiles sigue siendo una dolorosa penuria. Esta guerra entre hijos de la misma patria lo va devastando todo ante nuestros ojos impotentes: más que economía tenemos mengua, más que servicios públicos tenemos catástrofe, más que instituciones tenemos dos simulaciones de democracia: empujado por el otro, retroalimentándose de sus atropellos, cada polo político se hace cada vez más autoritario, más arbitrario.
¿Quién controla los gastos de ambos gobiernos? A uno y otro lado tenemos sombríos Contralores que no lo son, obsecuentes al poder que les toca: uno, con control del territorio nacional; otro, que se ejerce no se sabe dónde. ¿Cuándo cumpliremos la Constitución y tendremos al frente de los Poderes Públicos a íntegros venezolanos independientes que lo sean de veras, sin militancia partidista alguna? Tarea pendiente para los venezolanos de bien, que los hay en el gobierno y en la oposición.
A fines de tramitar las partidas acordadas, el pequeño ser que administra el botín entrega para la rúbrica la misiva respectiva. No tiembla el pulso del firmante, presidente de un espejismo que ya ni espejismo es. Dice la epístola:
Please, Mr. Biden, we need money
Casi parece escucharse al fondo el coro de la canción de Bradford-Gordy que los Beatles hicieron célebre en 1963: Now give me money, (That’s what I want). ¡Qué pena con esos señores!
Podría ser el mismo Diosdado Cabello quien hubiese denunciado el hecho. Mi condición de opositor al gobierno de Nicolás Maduro y al régimen autoritario chavista-madurista no da para cohonestar esta infamia. El desaguisado es más, mucho más que un convencional delito de corrupción. Los venezolanos, y en particular quienes decimos querer ser una alternativa democrática para Venezuela, no podemos cerrar los ojos ante este hecho protuberante: ¿Qué es sino traición a la patria el depósito de recursos de la República en las arcas de la Reserva Federal gringa? Con asqueado bochorno, tengo que admitir que más genuflexa es la postura de esta oposición extremista respecto del gobierno de los EEUU que la del chavismo-madurismo con Moscú, Beijing o La Habana.
CNN informa que «el 25 de enero de 2019, se dio a conocer la autorización a Guaidó para controlar las cuentas del gobierno o del Banco Central de Venezuela, depositadas en el Banco de la Reserva Federal en Nueva York u otra institución bancaria asegurada en Estados Unidos».
Y dijo entonces sin pudor el flamante «embajador» en Washington: «En la práctica, esto significó el acceso a recursos que superan los US$ 340 millones y que sólo pueden ser movilizados con una previa autorización del Departamento del Tesoro en Washington». ¿Se habrán sonrojado sus mejillas? ¿Se le removió allá en el fondo un postrero rescoldo de vergüenza? De hinojos a las puertas del Departamento de Estado gime el dizque «embajador»: Give me money (That’s what I want).
Una oposición no está sólo para oponerse sino para prefigurar el país que quiere construir. Por eso no «vale todo» para llegar al poder. Si se quiere democracia, su conducta debe ser democrática y electoral. Si quiere instituciones, debe actuar dentro de los parámetros de la Constitución vigente… incluso para cambiarla, no desconocerla. Si quiere paz no puede propiciar métodos violentos. Si quiere progreso para todos no puede promover ni el estatismo ni el populismo ni el capitalismo salvaje, sino una economía social de mercado con presencia de un vigoroso Estado de bienestar. Si quiere el bien de sus compatriotas, no puede negar su concurso cada vez que sea reclamado: más que una oposición oposicionista debe ser una oposición de Estado. Y si ama a su patria debe sacudirse todo tutelaje: no puede criticar una relación de dependencia para entablar otra.
Y yo, pertinaz y esperanzado, me pregunto cúando ha de pasar esta noche larga para que alumbre por fin un nuevo día. Y digo en voz alta los versos de Neruda:
Ay cuándo, Patria, en las elecciones
iré de casa en casa recogiendo
la libertad temerosa
para que grite en medio de la calle.
Ay cuándo, Patria,
te casarás conmigo
con ojos verdemar y vestido de nieve
y tendremos millones de hijos nuevos
que entregarán la tierra a los hambrientos.
Ay Patria, sin harapos,
ay primavera mía,
ay cuándo
ay cuándo y cuándo
despertaré en tus brazos
empapado de mar y de rocío.
Ay cuando yo esté cerca
de ti, te tomaré de la cintura,
nadie podrá tocarte,
yo podré defenderte
cantando,
cuando
vaya contigo, cuando
vayas conmigo, cuándo
ay cuándo.