Del país más feliz del mundo al país de los millonarios
Por cuarto año consecutivo Finlandia ocupa el primer lugar en el último Informe Anual de la Felicidad basada en datos de la Encuesta Mundial Gallup de 156 países. Es seguida de Islandia, Dinamarca, Suiza y los Países Bajos en la segunda, tercera, cuarta y quinta posición, respectivamente.
La posición de Finlandia, a decir de los especialistas, no es de extrañar. Entre tanto Estados Unidos subió del puesto 18 al 14 y el Reino Unido cayó del 13 al 18, Australia ocupó el puesto 12.
Entre los parámetros con los que se mide la felicidad se hallan: años de vida saludables, libertad para tomar decisiones vitales, confianza, generosidad, ausencia de corrupción, buenos servicios públicos, gobiernos representativos, capacidad para evitar conflictos, preservación del medio ambiente y grado de igualdad.
Esto no es no es obra del azar. Finlandia forma parte del modelo nórdico de Estado de Bienestar, cuyos objetivos se ubican en el desarrollo y logros humanos y ambientales, traducidos en la reducción de la pobreza y la desigualdad. A decir de Bernardo Klisberg no son perfectos, pero su balance positivo es imponente, destacando que estos modelos aun cuando tienen poca prensa, no es casual que representan una alternativa al pensamiento único y a las “economías sin alma”, como las denomina el Papa Francisco.
El Foro Económico Mundial creó en el 2020 una nueva tabla. El Índice Global de Movilidad Social que es una categoría esencial para medir el progreso. La nueva tabla midió 82 economías y analizó factores como: atención sanitaria, educación, protección social, acceso a la tecnología, salarios justos, posibilidades de empleo y examinó en cada país cuántas generaciones se requiere para superar a las anteriores. Los primeros puestos los ocupan, en orden: Dinamarca, Noruega, Finlandia, Suecia e Islandia. Concluyendo que el mal funcionamiento o el bloqueo de la movilidad social destruye seriamente la cohesión social y afecta agudamente a las generaciones más jóvenes, determinando que la movilidad se alcanza si hay igualdad de oportunidades, no en eslóganes, sino en hechos.
De este modelo de desarrollo político, económico, social, ambiental prácticamente idílico para nosotros, contraponemos nuestra realidad. Somos un país de millonarios en materia de moneda nacional. Nadie nos iguala a nivel mundial. Todo venezolano tiene como ingreso millones de bolívares, que traducidos a la realidad son una caricatura, por su incapacidad al momento de adquirir cualquier bien necesario para la subsistencia, donde un pan vale más de un millón de bolívares y un paquete de arroz, de harina de trigo, el doble.
Es más, nadie se nos acerca en América Latina, ¿quién gana millones en México, Argentina, Chile, Brasil, Perú o Colombia? Pocos, un porcentaje minoritario de la población. Aquí nos damos el lujo de ser todos millonarios, trabajadores, jubilados, pensionados, economía informal, desempleados, y al mismo tiempo apartados de toda posibilidad de felicidad, vivimos una desgracia colectiva ya que los gobernantes odian a la población – resumido en las intervenciones de la iracunda vicepresidenta de la república: “La revolución es nuestra venganza por la muerte de nuestro padre y sus verdugos”.
Ese odio gubernamental les sobresale en la piel. No les importa la muerte de millares de venezolanos por la pandemia, por hambre, o los millones que partieron en el éxodo más notorio a nivel planetario. Sus políticas públicas van por el camino contrario al desarrollo humano del modelo nórdico, en nuestro caso están destinadas a la preservación del poder mediante la muerte y la destrucción
Los casos recientes son la demostración del curso regresivo y antinacional. En primer lugar el relacionado con las vacunas sujetas al endemoniado cálculo político para no cederle espacio a la oposición, se retarda la decisión y se imponen vacunas cubanas que no son reconocidas por ningún organismo científico a nivel internacional, bajo la práctica dictatorial de obligar a la población a aceptarlas, convirtiéndola en conejillo de indias como si Venezuela fuera una hacienda de esclavos sujeta a los caprichos de sus amos.
En segundo lugar, el reciente caso del estado Apure donde el ejército venezolano bombardea a zonas rurales para favorecer a grupos guerrilleros que le son afectos, masacrando a los pobladores de la zona, saqueando sus bienes, asesinando e implantando falsos positivos
Por tanto, que alternativa tiene la población venezolana frente a una política devastadora de la nación, que no sea unificar los esfuerzos para rescatar la nación oprimida, sea en el extranjero o en el suelo patrio.
Movimiento Laborista