Miedo al miedo
El filósofo Séneca el Joven le dijo a Nerón, tirano perseguidor de los cristianos: “tu poder reside en mi miedo. Si yo no tengo miedo, tú no tienes poder”. Esta frase recoge dos elementos fundamentales: “La liberación de la persona radica en eliminar el miedo que lleva por dentro; y esta es una liberación completa, porque rompe las ataduras de la inacción que impone el miedo. La segunda es que los tiranos solo pueden mantenerse en el poder a través del miedo que infunden”. Así era en tiempos del emperador Nerón y así sigue siendo ahora, en la era del “coco” de la pandemia que mantiene a los autócratas durmiendo tranquilos en el poder.
La gran discusión es, hasta qué punto el Estado intimida a los individuos para mantenerlos sumisos. Todo Estado amedrenta para que se obedezcan sus reglas. Pero en sociedades que están en estado crítico o en crisis, la función del Estado cambia. Hay circunstancias en que, según el criterio del Estado o de quien detenta el poder, imponen reglas y castigan, incluso con penas corporales, a quien no las obedezca. La pregunta que se me ocurre ¿Es más peligrosa esta época que las anteriores? o ¿Simplemente vivimos en una narrativa del miedo que agranda los posibles daños a nuestro alrededor? Esta duda nos asalta desde mucho antes de la aparición del coronavirus.
Frank Furedi, sociólogo húngaro-canadiense, en su libro How Fear Works, busca explicar dos temas interrelacionados: ¿por qué el miedo ha adquirido un estado tan moralmente dominante en la sociedad actual y cómo ha cambiado la forma en que tememos hoy respecto de la forma en que se experimentó en el pasado?
El escritor explica cómo, desde finales de los setenta, existe una cultura pesimista sobre nuestra capacidad para afrontar la adversidad. Al mismo tiempo, la información que versa sobre riesgos es cada vez mayor. La percepción de mayores miedos y la sensación de contar con menos recursos para enfrentarlos propicia una sociedad ansiosa. Lo que causa la mayoría de los miedos no es la experiencia real de la gente, sino la información con la que nos bombardean desde parcelas generosamente financiadas desde el poder.
El miedo es una pasión valiosa en el ser humano que nos lleva a huir de un peligro, aunque este aún no esté presente. Muy útil, por ejemplo, en casos donde podemos evitar situaciones dañinas, incómodas o amenazantes. Sin embargo, ese sentimiento se ha sobrealimentado y parece haber colonizado personas y comunidades al punto de afectar en mayor grado que los mismos sufrimientos que pretende evitar.
Uno de los mayores peligros de la cultura del miedo es que otorga un poder abrumador a los poseedores de los mayores medios en la sociedad: políticos, comunicadores y millonarios cuentan con plataformas de manipulación muy eficaces que, son capaces de orientar, ya sea el voto, la conducta o la manera de pensar. “Mucho miedo, magnificación de los peligros, aversión a lo inseguro y poca resistencia al dolor son una combinación peligrosa para el ciudadano medio, pero muy eficaz para quien manipula. Podemos caer en una especie de dictadura del miedo, a pesar de vivir en supuestas democracias”, expresa un psiquiatra europeo.
En Estados Unidos el miedo que imperaba, ante la expansión del comunismo en otras regiones del mundo, llevó a la aplicación de la “Doctrina Truman” que consistió en “asustar de muerte al pueblo norteamericano”, a través de un discurso de la confrontación de dos mundos: el de la libertad, representado por Estados Unidos y sus ideales, y el de la tiranía, encabezado por la Unión Soviética y seguido por todos los países con ideales parecidos al comunismo y simpatizantes de Stalin.
En el caso de Cuba, a la población se le ha mantenido en la permanente zozobra de que van a ser víctimas de una invasión militar de Estados Unidos. En esta nación, el temor fue construido con el consentimiento y el apoyo de sectores de la sociedad cubana, que construyeron los llamados Comités de Defensa de la Revolución (CDR).
Los CDR son en realidad organizaciones ciudadanas organizados de manzana en manzana, donde los directivos de un comité espiaban a los vecinos, con el fin de identificar a quienes traicionaban a la Revolución o quienes le eran fieles. Este método de vigilancia social se desarrolló desde abajo, no era solo un Estado cuidando desde “arriba” hacia la sociedad, sino que creó un mecanismo de autocensura instalado en la cabeza de la gente y es allí donde el fenómeno se volvió más complicado, porque no era solamente el Estado oprimiendo a la población, como en el caso de una dictadura militar, sino la propia gente auto reprimiéndose.
El miedo es como un «vecino raro» que se instala en nuestras casas o en sus cercanías. Si es bien recibido, seguramente se quedará, pero ese sentimiento es como el caso de un mago cuando le quitas la magia, perderá todo su encanto y dejará de ser un mago. Al miedo, como al «Señor de los Anillos», hay que quitarle el poder porque la fuerza de este proviene de algo que generalmente desconocemos. Quienes gobiernan el planeta y sus administrados debieran conocer la respuesta al miedo que le dio Cristo a Mateo: «No tengáis miedo de los hombres, pues no hay nada encubierto que no haya de ser descubierto, ni oculto que no haya de saberse. Lo que yo os digo en la oscuridad, decidlo vosotros a la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde los terrados. Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma”.
Coordinador Nacional del Movimiento Político GENTE