Más allá del bien y del mal
Que Maduro y su entorno hayan evitado la entrada de las vacunas AstraZeneca a Venezuela sin ningún tipo de lógica técnica no puede sino causar indignación. Saber que esa decisión pone en mayor riesgo a una población a la que ya la ha tocado enfrentar al Covid-19 en condiciones particularmente adversas no puede ser catalogado de otra manera sino como un acto criminal. Este se suma a una serie de agravios de este gobierno hacia toda la población, bien por negligencia, por obstinación, o simple maldad, el gobierno de Maduro continua en su marcha de la locura, se mantiene en una ruta que solo ha traído mayor pobreza, incertidumbre y destrucción a los venezolanos.
Lamentablemente pensar en una salida para Venezuela implica hacer un esfuerzo sobre humano que permita que la racionalidad se imponga a la irracionalidad, esta última buena compañera de males mayores como las guerras civiles, los genocidios, y muchas otras desgracias de las que la humanidad ha sido capaz. El gobierno de Maduro sigue apostando por la aparente irracionalidad, y es aparente porque al final de cuentas detrás de sus actos sin duda hay un alto componente de cálculo político, una estrategia de supervivencia, que combinada con la ceguera del poder y una alta dosis de arrogancia hacen que se mantengan en su estrategia actual.
Un punto de partida para romper el ciclo de locura es encontrar a los actores menos radicales, tender puentes con ellos, y, en la medida de lo posible, darles herramientas para que “desde adentro” contribuyan al quiebre de la estructura dominante. Esta estrategia no es sencilla de implementar, en especial en un contexto de férreo control por parte del régimen autoritario, en el que los sistemas de espionaje y represión son brutales, en todo el sentido de la palabra. Sin embargo, si algo ha enseñado la historia es que las principales amenazas al poder vienen de su propio entorno, y es eso lo que se debe potenciar, de lo contrario sin intervención externa el país se mantendrá en el equilibrio al que ha llegado.
Abrirles espacios a estos sectores que desde la propia estructura de poder produzcan una ruptura es por si mismo un acto que requiere respirar profundo, implica apelar de nuevo a la racionalidad por encima de las emociones. Muchos de esos actores han sido participes o cómplices del sometimiento a los venezolanos y la destrucción del país, sin embargo, tienen una característica que los diferencia de la cúpula en el poder, un posible pragmatismo que los aleje del radicalismo y los acerque a cierta moderación. Una salida política en Venezuela, y sobre todo una salida que no mantenga al país en un conflicto interminable por años, va a requerir que estos actores tengan un rol.
¿Es posible lograr dejar de lado el resentimiento contra aquellos que han causado tanto daño? Tiene que ser posible, es la única manera. La forma como cada uno asuma esta realidad puede ser muy distinta, desde el plano religioso y espiritual entendiendo que al final todos somos humanos y por ello el perdón es una opción, hasta una visión más pragmática de cálculo político en la que se reconozca que para ganar algo se debe ceder en otras cosas. Independientemente de cada caso es indispensable “pasar la página”. Esto no implica dejar crímenes impunes, ni en general renunciar a la aspiración de justicia, pero sí entender que ese será un proceso de muchos años.
Con toda la dificultad que implica, el venezolano necesita mirar más allá del bien y del mal, debe apelar a la racionalidad, al pragmatismo. Es fundamental salir del pozo en el que actualmente se encuentra la sociedad. El cómo es complejo, y como tal de acuerdo con el diagnóstico las posibles soluciones varían. Sin embargo, en términos generales las alternativas giran en torno a una “intervención extranjera” (muy poco probable), la “democratización” vía elecciones, y el “quiebre interno”. La segunda es la ideal, la tercera es la más probable. Entre lo ideal y lo probable lo racional parece ser lo segundo, más que esperar por lo ideal está costando vidas.
Twitter: @lombardidiego