Collage número 54 sobre Rómulo Betancourt

Opinión | marzo 10, 2021 | 6:18 am.

(Gobierno Constitucional –XVI-)

La insurrección de la Base Naval de Puerto Cabello (“el porteñazo”). El Presidente Rómulo Betancourt no estaba en Caracas cuando en la madrugada del 2 de junio de 1962 estalla la insurrección de la Base Naval de Puerto Cabello. En la mañana del día anterior, había viajado por tierra con destino a la ciudad de Mérida, para asistir a la reunión anual de Fedecámaras. Había pernoctado en Barinas, donde a las 7 y 30 a.m. recibe un Radiograma del Ministro de Relaciones Interiores, Carlos Andrés Pérez, participándole el estallido de un golpe militar, a las 5 de la mañana de ese día, 2 de junio, en el Batallón de Infantería de Marina N° 2, en Puerto Cabello. El Presidente suspende el viaje y decide retornar de inmediato a Caracas en el avión que, de acuerdo con un operativo de la Casa Militar, debía permanecer en el aeropuerto de cada ciudad donde estuviera el Presidente. Aterrizó en La Carlota, y ya, a las 9 y treinta de la mañana, estaba en Miraflores.

La rebelión de la Base Naval de Puerto Cabello –la más importante del país- fue jefaturada por oficiales casi por completo extraños a esa Base: el Capitán de Navío Manuel Ponte Rodríguez (el oficial de mayor rango), el Capitán de Fragata Pedro Medina Silva (recién transferido como segundo comandante de la Base a Puerto Cabello) y el Capitán de Corbeta Víctor Hugo Morales. Los sublevados someten a prisión al Capitán de Navío Jesús Carbonell Izquierdo, Jefe de la Escuadra, al Capitán de Fragata, Guillermo Ginnari, Jefe de la Base, y a otros oficiales. Desde Radio Puerto Cabello, en poder de los alzados, el Capitán de Fragata Pedro Medna Silva, a las 10 y 45 minutos de la mañana, leyó una proclama intentando justificar el pronunciamiento contra el Gobierno Constitucional y hace un llamado a otras unidades a plegarse al movimiento, especialmente al Destacamento 55 de la Guardia Nacional, acantonado en Puerto Cabello, que controlaba el aeropuerto de la ciudad.

Los sublevados movilizan el Batallón de Infantería de Marina “Urdaneta” N° 2, ocuparon diversos sitios claves de la ciudad, tomaron el parque de la Base, ocuparon el Castillo Libertador (donde liberaron y armaron a decenas de guerrilleros y a parte de los suboficiales insubordinados de Carúpano), dominaron el Fortín Solano, se apoderaron del Cuartel de la Digepol y del de la Policía Municipal, sometiendo posteriormente a la Prefectura de la ciudad.

Sin embargo, aparte de que tampoco ocurrieron en esta ocasión pronunciamientos militares en las otras guarniciones del país, el historiador y escritor Edgardo Mondolfi Gudat, señala lo siguiente: “…Hubo dos circunstancias que redujeron al mínimo las posibilidades de éxito del alzamiento. La primera era que los marinos rebeldes creyeron contar con el apoyo del destacamento de la Guardia Nacional que se hallaba destinado al servicio de los muelles de Puerto Cabello, cuya misión principal –dentro de los cálculos hechos de antemano- era que bloquase las carreteras que conducían hacia Valencia y Barquisimeto para retardar la entrada de las fuerzas leales. Al no responder como se esperaba, esa posibilidad se frustró, permitiendo que todos los batallones de Infantería y material rodante adicto al gobierno se desplazaran a sus anchas hasta Puerto Cabello por la vía principal…El otro elemento adverso fue que, aparte del destructor Zulia, que yacía sin poder moverse del puerto dada su inoperante condición, los alzados no contaron con el respaldo de la escuadra, lo cual no solo limitaba el campo de acción naval de la revuelta sino que colocaba a la base, el castillo y demás posiciones controladas por los rebeldes a merced de que fuesen hostilizadas por el resto de la flota. El hecho cierto es que la escuadra no permitió que ninguno de los buques fuese tomado, logrando fondear fuera de la rada y activar su artillería en apoyo del gobierno” (1).

Los medios de comunicación informan que “en horas de la tarde” del mismo 2 de junio, la Base Naval fue recapturada por fuerzas leales al Gobierno Constitucional. ¿Cómo ocurrió eso, qué había pasado esa misma tarde? El ya citado historiador Mondolfi recoge un episodio que apareció registrado en la revista Élite: “En la tarde del mismo día del alzamiento, el teniente de fragata Justo Pastor Fernández Márquez concibió un audaz y original plan para rescatar a los capitanes Carbonell y Ginnari Troconis, quienes permanecían encerrados en una habitación del comando naval. El teniente Fernández Márquez se vistió de sacerdote y se presentó al comando. Numerosos infantes de marina montaban guardia alrededor de la pieza donde estaban detenidos los jefes leales. Fernández Márquez habló con ellos en plan sacerdotal. Los infantes no sospecharon. Cuando el teniente los invitó a pasar a un sitio adyacente, donde esperaban unos oficiales que estaban en acuerdo con él, los infantes fueron encañonados por las ametralladoras y desarmados. De inmediato se procedió a la liberación de los capitanes Carbonell y Ginnari” (2).

Ya libres, Carbonell y Ginnari reagruparon un sector de la Infantería y recapturaron la Base Naval donde se hallaban detenidos. Fueron hechos presos, sucesivamente, Víctor Hugo Morales a las 18,00 horas del 02/06/62, Pedro Medina Silva a las 20,00 o 20,45 horas de ese mismo día, y Ponte Rodríguez a las cuatro de la mañana del 03/06/62 en el Castillo Libertador, donde funcionaba el centro de operaciones del comando rebelde, y en el que los leales allí detenidos pasaron a dominar a los sublevados; también fueron detenidos los principales conjurados civiles, Quijada, Carvallo y Lairet. Varios Oficiales insurrectos fueron capturados porque se presentaron al Comando de la Base Naval ignorando que ya había sido recapturado por sus propios Comandantes.

Entonces, la situación que se presentó, fue la siguiente: “La ciudad quedaba en poder de 200 infantes y 300 civiles armados, la mayoría guerrilleros, mientras desde el mar amenazaba la Escuadra y a la entrada de la ciudad la Guardia Nacional recibía refuerzos del batallón ‘Piar’ de Barquisimeto; del batallón ‘Carabobo’ de Valencia y del Motoblindado de Maracay. En la madrugada del 3 avanzaron varios tanques por el sector de La Alcantarilla. Detrás de cada tanque iba un pelotón de diez soldados. Ningún ruido sospechoso, ninguna señal peligrosa se advertía, ´pero al pasar el último tanque llovió fuego de todos lados y quedaron muertos diez soldados y heridos varias decenas. Los tanques abrieron una descarga mortal contra las casas de la emboscada. El Liceo ‘Miguel Peña’ se había convertido en una verdadera fortaleza con dos secciones de ametralladoras y una escuadra antitanque en defensa de marinos, infantes y civiles. Más de dos horas duró el combate y la toma del Liceo. La lucha terminó en la tarde del 3 y costó centenares de vida” (3).

En el diario El Nacional del 5 de junio, hay un reporte, fechado el día 4 en Puerto Cabello, de los enviados especiales Quevedo Pachano, Alí Brett y Zuloaga, en el que se informa: “El Fortín Solano, al suroeste de este puerto, continuaba hoy ocupado por un grupo de insurrectos y con frecuencia se escuchaban disparos de metralla y fusiles. Este puesto militar no fue atacado por fuerzas aéreas en esta fecha y los que dirigen las operaciones de restablecer el orden en la ciudad. No se precisió el número de personas armadas que se encuentran en el fortín, pero estiman los comandantes militares que ese sector cuenta con gran cantidad de armamento. Se calculan en trescientos los muertos dentro del fortín” (4).

Otra información transmitida el día 4 por una llamada telefónica especial desde Valencia reza así: “El fortín Solano que era el último reducto de las fuerzas rebeldes, se silenció a partir de las tres de la tarde. El silencio de este fortín se considera como una rendición de las fuerzas rebeldes” (5).

El General Carlos Soto Tamayo, quien fuera Jefe de la Casa Militar del Presidente Betancourt, en su libro “Rómulo, democracia con garra”, hace unas consideraciones al final del análisis de El Porteñazo, que parcialmente cito: “El Carupanazo y el Porteñazo son golpes militares muy diferentes a los anteriores. Ambos tienen en sus raíces motivaciones ideológicas. En el último, la influencia comunista fue más acentuada que en el primero…Con la derrota de los insurrectos de Puerto Cabello, el Presidente Betancourt terminó con las asonadas militares que ponían en peligro la estabilidad del sistema democrático en Venezuela, restableció la unidad y la disciplina dentro de la Institución Armada, y evitó que el país fuese convertido en vasallo de intereses ajenos al sentir nacional y, por ende, sujeto a dependencias foráneas. Una vez más, Betancourt demostró su inquebrantable lealtad a la democracia y su entereza para defenderla” (6).

El 3 de junio, cuando “el porteñazo” ya había entrado en su etapa final, el Presidente Betancourt, en el discurso pronunciado en el acto de clausura del II Congreso Campesino, afirmó: “…Contra este gobierno han formado una alianza, ya no tácita sino expresa y concreta, dos fuerzas empeñadas en derrocarlo. Están las fuerzas constituidas por los remanentes indigeridos de los dictatorialistas que salieron de estampía el 23 de enero, y están las fuerzas de la seudoizquierda: del Partido Comunista y del Movimiento de Izquierda Revolucionaria. Los complots fraguados por esa extraña alianza han cristalizado en los brotes sediciosos de Carúpano y de Puerto Cabello”, y agregó que los venezolanos lo habían escogido como su Presidente “porque sabían que era un hombre no hecho de quebradizo alfondoque, sino capaz de hacer en cada momento, en defensa de las instituciones de Venezuela y del derecho a vivir los venezolanos libre y democráticamente, lo que sea necesario hacer” (7).

Sanín (Afredo Tarre Murzi) pone en boca del Presidente Betancourt esta frase: “La cruenta batalla de Puerto Cabello se recordará siempre como el esfuerzo bélico más significativo que se hizo bajo mi gobierno para preservar en Venezuela un régimen emanado de la soberanía popular y un sistema ajustado a la Constitución y las leyes (8).

Jesús Sanoja Hernández, el balance que hace, después de afirmar que el PCV, el MIR y algunos disidentes de URD se vincularon a los cuarteles y al proyecto guerrillero, es éste: “Para desgracia de la izquierda guerrillera y hasta cuartelaria, ni la insurrección ni el golpe aparecieron en el calendario revolucionario de los años 60 como opción de triunfo, ni siquiera como fórmula de fortalecimiento de los partidos en armas, los cuales más bien se debilitaron y dividieron” (9). Al historiador Manuel Caballero, el “porteñazo” le merece estas consideraciones: “La sublevación fue sangrienta: se peleó durante varias horas y se calcula
la que hubo entre tres y cuatrocientos muertos. Betancourt se mostró inflexible en su exigencia de rendición incondicional´…le permitió compactar detrás de su gobierno a la mayoría de unas fuerzas armadas aterrorizadas ante la posibilidad del triunfo de un alzamiento comunista…se unen así pues diversos sectores militares, algunos de verdad influidos por la doctrina comunista, otros que habían participado en las conspiraciones ´reaccionarias´ de 1958 y 1960, finalmente algunos de los habituales pescadores en río revuelto… Sea como sea, en 1962 se cierra, por los próximos treinta años, un ciclo de intranquilidad militar que había comenzado en 1945: el Presidente vencedor parecía haber devuelto al corral el toro que él mismo había soltado en 1945” (10). Otro historiador, Germán Carrera Damas, sostiene que “el liderazgo de Rómulo Betancourt hizo posible un acercamiento entre ese sector del poder militar y el sector democrático del poder civil” y que “las insurrecciones de fuerzas navales en Carúpano, el 4 de mayo de 1962; y en Puerto Cabello, el inmediato 2 de junio, revelaron la penetración de la quinta columna comunista en la infantería de marina y en la marina…Ambas alcanzaron cierto nivel de violencia y arrojaron considerable número de bajas; pero al no ser secundadas en otras guarniciones, fueron sometidas prontamente”(11).

Notas

1-Edgardo Mondolfi Gudat.”Temporada de Golpes. Las Insurrecciones militares contra Rómulo Betancourt”. Editorial Alfa, 2015. Pág. 436-437.

2-Edgardo Mondolfi Gudat. Obra citada. Pág. 437. En la cita pongo el nombre completo y correcto del oficial (en la fuente de la cita estaba incompleto) que se vistió de sacerdote: Justo Pastor Fernández Márquez, quien posteriormente fue edecán del Presidente Raúl Leoni, Comandante General de la Marina (1984-1986) y, ya en situación de retiro, Presidente del Consejo Supremo Electoral (febrero de 1998), falleciendo a los pocos días de su nombramiento.

3-Ramón J. Velásquez. “Aspectos de la evolución política de Venezuela en el Último Medio Siglo 1926-1976”. Venezuela Moderna. Fundación Eugenio Mendoza 1976. Pág. 229-230.

4-Historia Gráfica de Venezuela. José Rivas Rivas. El Gobierno de Rómulo Betancourt (segunda ´parte). 1961-1962. Ediciones Torán C. A. 1993. Pág.213.

5-Historia Gráfica de Venezuela. Obra citada. Pág. 213.

6-Carlos Soto Tamayo. “Rómulo, democracia con garra”. Editorial Texto. Caracas. Venezuela. 1986. Pág. 310 y 311.

7-Rómulo Betancourt. “La Revolución Democrática en Venezuela 1959-1964”. Tomo III. Pág- 140 y 141.

8-Sanín (Alfredo Tarre Murzi). “Rómulo”. 1ª edición. Vadell hermanos Editores 1984. Pág. 379.

9-Jesús Sanoja Hernández. “Entre golpes y revoluciones”. 1ª edición: septiembre 2007. Debate. Tomo II. Pág. 127.

10-Manuel Caballero. “Rómulo Betancourt, presidente de nación”. 1ª edición: noviembre de 2004. Una coedición de Alfadil Ediiciones y Fondo de Cultura Económica. Pág. 309 y 310.

11-Germán Carrera Damas. “Rómulo histórico”. 1ª edición: marzo de 2013. Editorial Alfa, 2013. Pág. 325 y 326.