Estudiar y trabajar
Si comparamos los mensajes que emanan de la orbita comunista, vemos con claridad que la alineación parece desventajosa para los que no lo somos. Por una parte tenemos la invocación de valores revestidos de una superioridad moral que conducen a creer que los habitantes del planeta tierra somos victimas de una gran confabulación mediante la cual nos han despojado de una supuesta riqueza que poseíamos incluso antes de nacer, antes de trabajar y que nos han convertido en esclavos de unas hordas avariciosas cuyo único objetivo en la vida es aumentar su tasa de ganancia a costa de lo que sea.
Esta conciencia del despojo va acompañada de una serie de refuerzos que dan una potencia infinita a sus argumentos, los más resaltantes son los referidos a la posición social post despojo, entre ellos:
• Revestir la pobreza de superioridad moral, sin conexión con los esfuerzos individuales y colectivos. Desconectar logros de esfuerzos y anular la importancia de los productos de la responsabilidad individual. Despojar la educación y adquisición de capacidades de su carácter como instrumento para la movilidad social.
• Vincular la propiedad privada a la corrupción, al robo. Los sectores izquierdistas no aceptan, desechan, tratan de invalidar la posibilidad de que la riqueza y la rentabilidad sean fruto de capacidades, esfuerzos y responsabilidades.
• Imponer una narrativa sobre la desigualdad, una puja por apoderarse de los bienes de los otros. Identificar la acumulación de capital por sectores o grupos como producto de la corrupción y de la explotación ejercida por sectores privilegiados.
• Imponer el concepto de gratuidad ilimitada de los bienes y servicios para las clases trabajadoras, fruto de la desvalorización del esfuerzo como el camino legitimo para alcanzar logros.
• Extender el concepto de Derechos a todo intercambio económico y acceso a servicios desconectados de deberes y obligaciones.
• Exaltar la cualidad de explotadores de empresarios y grupos económicos de poder económico político de sectores sociales
• Alentar una imagen negativa de la cultura meritocrática. Desvincular la meritocracia del concepto de capacidades conectadas con educación y esfuerzos. Asociar la meritocracia a privilegios, corrupción y explotación del trabajo.
• Inducir las organizaciones de los trabajadores contra los propietarios de las empresas. Alentar solicitudes de estatización o entrega a un supuesto poder obrero.
• Identificar los problemas sociales, las dificultades en el acceso a servicios como expresión de injusticia social, creadora de una deuda con los sectores más vulnerables de la sociedad, base de la convicción política engendrada en la población sobre el supuesto poder/capacidad e intención del socialismo de resolver, responder, reaccionar frente a estos ingentes problemas.
• Destacar una oposición entre deberes y derechos y entre responsabilidades y verdades.
Todos estos argumentos, conceptos y valores tienen el poder irrefrenable de prender en el alma humana y convertir a las personas en victimas inmediatas, un camino bien reforzado por citas de origen religioso:
• Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el reino de Dios
• Bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos.
• Así, los últimos serán primeros, y los primeros, últimos.
Estas creencias, citas o propuestas tienen una capacidad seductora sin límites, inducen un nirvana, una ensoñación que nos permite cerrar los ojos y esperar que la justicia humana/ divina caiga sobre la tierra y ajuste cuentas.
Frente a esta convocatoria encontramos un lenguaje parco, seco, sin vestiduras ni arrogancias, una simple invitación a estudiar, trabajar y exagerando un poco, agregando la obligación de actuar decentemente.
No debería asombrarnos que el discurso que penetre más fácilmente y gane todas las batallas sea aquel que niega el esfuerzo, resalta la injusticia y siembra las ideas de venganza colectiva.
Cualquier contrastación del dominio de estos valores supuestamente cargados de superioridad moral nos conducen a los sitios más pobres de la tierra, aquellos donde la gente se siente dejada de la mano de Dios. Es un tema que debería ocuparnos en Latinoamérica, en África y en todos los territorios dominados por la pobreza siempre acompañada de ideas vengativas, de violencia contra todo, un mundo de víctimas y victimarios.
El reto es entonces convertir la invitación a estudiar, como dice Amartya Sen, lograr capacidades para poder hacer y ser aquello para lo cual estamos preparados, en un gran objetivo político. Ya sabemos que estudiar, saber hacer cosas y practicarlas es la mejor manera de vivir en paz, sin combatir a los otros, más bien en unión de ellos. Es en otros términos una negación de la lucha de clases como motor de la historia tal como ladinamente proponía Carlos Marx, y exaltaba el Che Guevara, un motivo esencial de grandes tragedias humanas.
Resulta insólito que en este año 2021, convocar como norma de vida, a estudiar y trabajar, lograr objetivos como resultados de esfuerzos, ser decentes, se convierta en un tema político de primer orden. Ideas, nociones que deberíamos haber aprendido hace mucho tiempo, desde nuestra infancia.
Creo sinceramente que bastaría con mirar los resultados en Cuba y en Venezuela, lo que han destruido en esos países las ideas vengativas, para tomar conciencia que estudiar, trabajar y ser decente es lo único que vale para salir de lugares sombríos de pobreza, violencia y construir mejores sociedades.