El Banco Central de los huevos de oro
Había una vez un tirano usurpador que soñaba con destruir Venezuela, un país que no es el suyo.
Su labor como lugarteniente era impecable. Una mañana en La Habana-Cuba, su querida patria, le informaron que, por decisión de su adorado Fidel, sería Presidente de Venezuela, con el único compromiso de convertirse en el primer cubano que llega a la más alta posición política y juraba transformar a los habitantes del rico país en un rebaño diligenciado por la alta nomenclatura tropical. El hermano Raúl sería el jefe absoluto de los dos mil generales del ejército más degradado del mundo.
-¡Maduro, ven a mi despacho para girarte instrucciones precisas!
-¡oh, este es el día más maravilloso de mi vida!
Ya en la reunión al volverse a mirar a su nuevo jefe, el ex conductor de trenes se frotó los ojos, sin creer lo que le anunciaban. Raúl, indiscernible, soñaba con los pozos petroleros, añoranza eterna de su hermano, las empresas básicas, las grandes industrias y el oro. Le brillaban los ojos, con brillo de oro.
-¡Cumpliré órdenes mi comandante!
El usurpador se aseguraba que no fuera un sueño.
Durante los años siguieron sus propósitos al pie de la letra:
-Acabaron con Pdvsa. No hay industria petrolera y la gasolina deben traerla pirateada de Irán. Primero para Cuba y la que sobra para Venezuela.
-No hay plan, ni agrícola ni pecuario, las vacas ya no están y las tierras solitarias nada producen.
-No hay agua y la oscuridad hace de Venezuela una noche permanente.
-El país productivo es ahora una caricatura fosilizada. Las riquezas se esfumaron para un grupito: Bolichicos, Generales y toda la secta aprovechadora de Luxemburgo.
-Agotaron las riquezas, pero son insaciables, realmente son insaciables.
La historia sombría cuenta de una elite que maneja la pasividad del pueblo, que permanece exhausto, confundido, caminando a la nada, mientras reina la autocracia y el despotismo.
Ahora fueron por el Banco Central y eso que se llamaban las reservas internacionales. También las saquearon. En 50 años siempre se consideraron como un seguro, para el país resistir cualquier crisis. Era la garantía que se podía presentar a los órganos financieros internacionales.
Doce toneladas de oro fueron sacadas de sus bóvedas en el último mes. Su destino Cuba, obviamente. Ya solo dejan las sobras que ni siquiera se saben cuántas son. No hay organismo que controle. Esa cuenta la lleva Raúl Castro, en su bolsillo de la farsa verde olivo.
El Banco Central decapitó las reservas del país. Han desaparecido más de 300 toneladas de oro, mientras persiste una inflación del 3000%.
Los cubanos tienen la llave de la caja fuerte y casi está vacía.
PD: El presidente Duque merece el más alto reconocimiento humanitario y engrandece el nombre de Colombia en el mundo.