4 de febrero: traición y destrucción
El 4 de febrero de 1992 yo estaba estudiando mi postgrado en la Universidad de Illinois. Me despertaron de madrugada diciéndome que había un golpe de estado en Venezuela. Ya en clases, mis amigos latinoamericanos me preguntaron sobre ese hecho. Mi respuesta fue directa: se trataba de un intento de golpe de izquierda. Ante el asombro les dije que el presidente Pérez estaba aplicando un programa de reformas económicas liberales y que no tenía sentido el tradicional alzamiento de derecha. La sedición se vistió de bolivariana porque si se hubiese declarado socialista al inicio al menos noventa por ciento de los complotados no hubiese participado en ella, menos aún los soldados que sin saberlo, fueron movilizados para derrocar al gobierno.
El movimiento insurreccional contó con simpatías en un país que estaba en auge económico pero en medio de una crisis política. Gente como Jorge Olavarría, Ernesto Mayz Vallenilla, Luis Vallenilla, entre tantos otros, fueron cautivados por los rebeldes, por no mencionar a escritores y empresarios. En el mismo, aparte de los oficiales, también participaron aventureros de la política, de esos que siempre están tirando paradas a ver si la pegan. Con el tiempo el grupo se transforma en partido político y experimenta un crecimiento vertiginoso, expresión de la decadencia del antiguo régimen, La izquierda más retrograda, el fascismo de Norberto Ceresole y anteriores golpistas le dan cuerpo al partido MVR luego transformando en PSUV. De los oficiales líderes, Urdaneta Hernández, Arias Cárdenas durante un tiempo y Acosta Chirinos rompen con Chávez al no compartir la deriva que éste estaba tomando.
Posteriormente, oficiales de prestigio como Porras, Rojas Suarez, Valderrama y tantos otros se deslindan definitivamente. Luego viene el turno de Baduel, López Ramírez, hombre con excelente formación intelectual, y Rodríguez Torres. Ese vacío lo llenaron no los mejores relevos, sino otros sin los argumentos de los anteriores. El Psuv ha venido registrando numerosas purgas, como suele suceder con los partidos estalinistas, hasta quedar reducido a una formación a imagen y semejanza de una organización clásica de la izquierda, de esas que pululaban en Venezuela.
Durante veintidós años en el poder su obra está a la vista. Han disfrutado la mayor bonanza petrolera de la historia venezolana y la han despilfarrado. La industria petrolera está destruida, las empresas del acero quebradas, las procesadoras de aluminio en bancarrota, las cementeras paralizadas, los mercados y supermercados arruinados y tuvieron que ser entregados a los iraníes y el país en mora y sin crédito. Ahora quieren devolverse, privatizando empresas que habían estatizado y andan desesperados buscando quien componga lo que ellos descompusieron.