Un regalo para Teodoro

Opinión | enero 14, 2021 | 6:14 am.

Un envoltorio traía consigo el regalo. Un desconocido campesino había arribado desde un lejano destino para ofrecerle a Teodoro Petkoff el fruto de su esfuerzo. Horas de camino polvoriento para llegar al sitio en donde el candidato presidencial del MAS daría un discurso en un populoso sector del oeste barquisimetano.

Exhausto se sentó en el borde de una acera, esperando el arribo del abanderado socialista. Pocos conocían lo que guardaba, aquel enjuto hombre de rostro pálido y barba cerdosa. Con paciencia monástica se mantuvo entre partidarios que agitaban las banderas naranjas, que descansaban sobre el encantador y bien amado crespúsculo larense. Sobre unos costados de color grisáceo, jóvenes del MIR alzaban sus tonos desafiantes. El sonido era ensordecedor, entre transeúntes que observaban la génesis de un acto. Un gran puño fue colocado detrás de los micrófonos donde intervendrían los oradores. Una marcha se aproximaba con un Teodoro exultante de camisa azul. La gente se abalanzaba mientras crecía la emoción partidaria.

El campesino aferrado a su paquete lo esperaba justo en la escalera para subir hasta la plataforma. Con timidez se acercó al candidato sacando de su bolsa tejida una botella de un fino cocuy de penca. El campesino le dijo: Vengo de muy lejos para traerle este fruto de mi tierra. Caminé un buen trecho hasta que un camión que venía para el mercado Bella Vista me dejó acá.

¿De dónde provienes?, preguntó el aspirante presidencial. Soy de San Pedro de Monserrat, distrito Urdaneta, un caserío que produce desde hace siglos esta bebida de dioses.

Con gran respeto Teodoro le manifestó que no bebía licor.

No importa respondió el campesino. Lo que buscamos es que sea reconocido el cocuy como un producto nacional, que cese la persecución contra quienes lo producimos. Yo tengo fe que nos ayudará. Usted plantea un cambio para Venezuela, eso debe incluir también a quienes estamos olvidados en el campo.

Petkoff lo abrazó y siguió hasta el sitio en donde daría su discurso. Con la caída de la tarde la calle se aglutinó de vecinos. Crecía las expectativas por escuchar las palabras del candidato; un discurso electrizante que llegaba para conmover a cada ser presente. El mensaje plasmado por un protagonista estelar con galas de tribuno excepcional. Una clase magistral nacía en la voz que emanaba erudición ante la perplejidad de un auditorio callejero boquiabierto. Copiosas gotas corrían por el rostro de un hombre emocionado por la jornada. La brillantez del orador se cruzaba como un fogonazo que deslumbraba la penumbra, como echada sobre el pecho del destino.

Cuando miramos ya el campesino había partido, seguramente feliz de haber cumplido, el destino del cocuy atravesaba nuestras gargantas, mientras Teodoro Petkoff, levantaba el puño en señal de compromiso.

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