Trump, fanático y populista
Muchos venezolanos rompieron lanzas por el populista Trump. Bastó que dijera que “todas las opciones están sobre la mesa”, para que le creyeran que estaba dispuesto a invadir nuestra tierra para sacar al usurpador Maduro y a sus acólitos. No solo juraban que eso sucedería, sino que no medían las consecuencias posteriores de una acción a todas luces improbable e inconveniente.
No deja de extrañar que después de haber vivido la experiencia de un populista mentiroso como Chávez, numerosos compatriotas cifraron sus esperanzas en otro personaje que solo se diferencia en que dice sus patrañas en inglés.
Considerando sus declaraciones anteriores era de esperar que desconociera los resultados electorales. Sostuvo que arrasó en las urnas, pero no pudo demostrar el fraude y los reconteos lo dejaron igual o peor. Apeló a los tribunales, pero como en Estados Unidos funciona la independencia de poderes no consiguió a un Maikel Moreno, a un Mendoza o a una Carmen Zuleta que aceptara sus quejas ayunas de pruebas.
Algunos fanáticos nuestros y de allá cifraron sus ilusiones en el Congreso, pero se desencantaron cuando algunos senadores Republicanos reconocieron a Biden. Otros representantes de los estados le siguieron la corriente a Trump solo por interés en capitalizar a sus fanáticos, sea para una futura reelección o para aspirar a la presidencia.
Probablemente pocos visualizaron que Trump iría más allá de no aceptar su derrota, pero este 6 de enero sucedió lo inimaginable: una turba de fanáticos de derecha, blancos, partidarios del porte de armas, enemigos de los inmigrantes, instigados por el actual presidente, invadió el Congreso mientras se validaba el resultado el triunfo electoral de Biden. Trump le hizo un gran daño a la democracia de Estados Unidos, pero la responsabilidad no es solo de él. También recae en un grupo de políticos republicanos que por interés propio respaldó su locura.
Nada diferente a lo que sucede en Venezuela, donde un grupo pequeño, que solo cuenta con partidos de maletín apoyó la farsa del 6D, mientras otro grupo, igualmente pequeño, se dedica a descalificar al presidente encargado Juan Guaidó. Todos ellos están conscientes de que no cuentan con seguidores. Unos se aferran a quien usurpa el poder, para poder seguir medrando de los recursos del Estado, mientras otros lo hacen por cálculo político. Los primeros son simples corruptos. Los segundo son intelectualmente deshonestos, sin descartar alguno que otro equivocado.
Algunos despistados, influidos por las trampas que ha hecho nuestro Consejo Nacional Electoral, sostendrán que allá también hubo fraude y darán crédito a una serie de fábulas conspirativas. Apoyarán el llamado a la calle que realizó Trump. Ojalá entiendan cómo funciona el sistema electoral en Estado Unidos y en otros países democráticos. Los extremos son viciosos y se juntan. Tan mala es la extrema derecha, como la extrema izquierda.