Pedagogía de la franqueza
En un vistazo a las redes sociales se observa, fácilmente, cómo afloran los problemas emocionales. Esto impone reconocer la importancia, cada vez mayor, de los psicólogos clínicos y sociales, psiquiatras, sacerdotes, educadores, orientadores y afines. Por muy personal que sea una cuenta, o muy reducido el grupo virtual que la sigue, puede encontrarse en la red un sin número de casos parecidos que se extienden en la búsqueda de un consejo oportuno y veraz, o la intervención de algún especialista de honorarios accesibles. Comenzando por la depresión, otras manifestaciones alcanzan una divulgación y una preocupación que no se había visto por estos lares.
Digamos que muchas cuentas pendientes, traumas o diferentes patologías, más o menos llevaderas en otras épocas, se presentan y agudizan hoy a propósito del drama económico, social y político que estamos viviendo. Los niveles de angustia colectiva, desesperanza familiar y zozobra personal adquieren perfiles que prueban las nefastas consecuencias de regímenes que atentan contra la dignidad humana. Otros países únicamente soportan el Covid-19, mientras que nosotros, simultáneamente, lidiamos contra las siete plagas de Egipto, como dice el dicho.
Lo curioso es que este país, que profesó su admiración por autores como Paulo Coelho e hizo de la auto-ayuda su literatura favorita ―y hasta pagaba consultas a astrólogos famosos―,ahora sabe que sus problemas ya no admiten esa solución mágica que el petróleo internalizó como convicción.
Los venezolanos han aprendido que se requiere de especialistas sobrios y confiables, más allá del parlanchín o mercachifle que pelaba los dientes en las grandes portadas de las revistas más frívolas que ya no encuentran, ni encontrarán por mucho tiempo, mercado en Venezuela. Sin embargo, a nuestro juicio, exige de un liderazgo político franco, con un exacto sentido de sus responsabilidades que exponga el indispensable sentido común y tenga un poco de psicólogo, psiquiatra, sacerdote, educado u orientador.
Pedagogos de la franqueza deberían ser los dirigente políticos, pues deberían estar claros con sus asuntos personales y personalísimos, ser capaces de orientar, canalizar, procesar, ayudar y responder a la debacle emocional de estos tiempos. Ofrecer su propio testimonio de vida para ayudar a los demás a salir de esta hecatombe psicológica a la que deliberadamente nos trajo el régimen. Su papel: decir la verdad, infundir esperanzas, señalar un rumbo seguro, emplear las palabras apropiadas. Así como el líder se hace aconsejar por especialistas en materia médica, económica o jurídica, para pronunciarse sobre uno u otros problemas, el político necesita tener a la mano un psicólogo, psiquiatra, sacerdote, educador u orientador, porque es y siempre será terapéuticamente importante lo que va a decir.
Este año que apenas inicia se convierte en un verdadero reto para los que denominamos pedagogos de la franqueza. Es el año donde se deben renovar y construir liderazgos más apegados a la realidad del ciudadano común para el cual se trabaja y no para su realidad personal. Y a partir de allí avanzar de la mano de un pueblo que ansia recuperar su estabilidad política, social, económica y hasta emocional. Ese pueblo que existe tras cada uno de sus representantes políticos, resiste ante el embate de un régimen que intenta destruirlo en toda la extensión de la palabra y persiste gracias a la esperanza de que cada día de cada año es una nueva oportunidad y un paso más para alcanzar la libertad.
@freddyamarcano