Palabreando desde comienzos de año
De cuando en cuando recibo correspondencia de algunos de mis lectores. Las más de las veces para mostrarse de acuerdo con lo que opino; otras, muy pocas, para mentarme la madre (aunque les doy la mínima importancia) y otras, para hacerme consultas acerca de vocablos que he empleado en artículos anteriores. Hoy, toca responder algunas de ellas.
Aunque pasaron varias semanas desde que usé la palabreja, solo esta semana alguien me pregunta qué quise decir cuando escribí: “nabob” para caracterizar algunos jerarcas y enchufados actuales. Me explico. El término originalmente estaba destinado para calificar a los gobernadores provinciales de la India en tiempos del imperio mogol. Viene del hindi nawab, que significa “virrey”. Pero después, pasó a designar sarcásticamente a los mandatarios coloniales ingleses que regresaban a Inglaterra muy ricos después de haber ejercido cargos en la India. De allí, ha sido empleada para apostrofar a cualquier empleado o exempleado público que da muestras ostentosas de haberse enriquecido indebidamente mientras ejercían funciones oficiales. Vale decir, el noventa y dele por ciento de los rojos que han pasado por los diferentes ministerios e instituciones públicas de 1999 a la fecha.
Otro lector me escribió: “Disfruté su escrito. Sin embargo, observé algo, ‘…un nombre que debería ser prístino’. El último vocablo entiendo que se puede leer como ‘inmaculado’, ‘limpio’; pero, también como ‘original, como fue creado’. Lo cual en este caso encaja sendas acepciones. ¿Me da su opinión?”. No queda sino darle toda la razón. Y reconocer que yo, al usar esa palabra cometí un anglicismo. Porque el DRAE trae una sola acepción: «antiguo, primero, primitivo, original». Revisé mi viejo diccionario en latín de Casell, donde también tiene ese solo significado. Para colmo, el Diccionario de dudas de la RAE, explica que «Es impropio su uso con el sentido de ‘limpio o puro». Me apena decir que siempre he empleado el término en ese sentido. Quizás porque se me sale lo pitiyanqui. Reviso en el «Webster’s» y encuentro que por allá sí tiene las dos acepciones: «1. having its original purity; uncorrupted, unsullied. 2. of or pertaining to the earliest period or state, primitive«. Prometo no caer en el error en el futuro. Aunque no sé si, en mi longeva edad pueda cumplir. Los viejitos tenemos mala memoria…
Un exalumno, hace muuucho tiempo, me escribió para decirme que Alexis Márquez y yo lo hemos estimulado a ilustrarse en el idioma, y que ahora disfruta aprendiendo palabras. Con ello, me hace el honor de colocarme inmerecidamente en la honorable compañía del autor de “Con la lengua”, que sí era excelso en eso y que ya descansa en paz. Luego, me hizo una consulta: si él quisiera que alguno de los monstruos que abundan en el régimen fuese castigado ejemplarmente, ¿pudiera correctamente desear que sufriese “un ostracismo ergástulico, per seculo secolorum”? Lo primero que noto es la tilde mal colocada. La “ergástula” era la cárcel en la que los antiguos romanos encerraban a los esclavos que cometían infracciones. Y nos llegó al castellano como palabra esdrújula. Por eso me parece que, al adjetivarla, lo mejor sería no convertirla en sobreesdrújula sino dejarla con el acento tónico en la sílaba anterior a la antepenúltima: “ergastÚlico”. Sin embargo, hay un oxímoron en la frase «ostracismo ergastúlico». Porque, o manda al tipejo para el destierro, o lo encierra en un calabozo inmundo; pero no se puede hacer las dos cosas al tiempo. Además, «seculO» no existe. Lo correcto sería «seculA». Aunque la palabra latina correcta es «saeculum» (la grafía estricta sería «sæculum», pero, dejémosla de lado), que declina en «i»: para el singular y en «a» para el plural, que es nuestro caso,
Hay gente que se enreda más que mocho tirando cohete. Porque no conceptualizan. Por ejemplo, alguien me preguntó qué es un “sucedáneo”. En palabras del mataburros es “una sustancia que, por tener propiedades parecidas a las de otra, puede reemplazarla. O sea, simplemente, un substituto. Nos llegó directamente del latín succedaneum, un sustantivo devenido del verbo succedere, que traduce como “moverse en reemplazo de algo o alguien”. Está formado por el prefijo suc- (que hace el mismo papel de sub-), “debajo”, el verbo cedere, “darle paso a otro”, más el sufijo aneus, equivalente a la terminación adjetival nuestra “áneo”. Les pongo una frase como ejemplo: la “asamblea” que dizque “eligieron” el 6-D, intenta ser un sucedáneo de la Asamblea Nacional. Pero con los votos esmirriados que lograron a pesar de las muchas presiones, no llegan sino a “asambleúcha”, como expliqué la semana anterior.
Y termino con una palabra que no es una consulta sino una contribución mía a la ampliación del léxico —término, este último, que puede ser usado como sustantivo o adjetivo. Hoy, finalizo con “obstinado”. Según el DRAE, significa “perseverante, tenaz”. Pero en Venezuela le damos otro sentido: “fastidiado, harto”. Y en ciertos países de Centroamérica denota “enojado, furioso”. En todo caso, puede ser, como en el uso correcto según el mataburros, una virtud; en los otros dos empleos del vocablo, una malquerencia nacida de los desengaños sufridos y las frustraciones soportadas. O sea, como no sentimos por los veintidós años de un pésimo régimen que no da pie con bola pero que, según ellos, la culpa es de otros, no de su infame desempeño y sus rapiñadoras mañas. Para tener patria de verdad, tenemos que ser virtuosamente obstinados en tratar de salir de esa gentecita…