Los 5 grandes perdedores de 2020
Murió el año 2020 y será inolvidable para la historia de la humanidad pero no por buenas razones. El coronavirus mató a varios millones de personas, enfermó a muchos millones más y generó inmensos daños en las economías de todos los países del mundo. Venezuela, con enfermedad preexistente en su economía, no escapa de esta tragedia y de seguidas les presento la lista de los grandes perdedores de tan infaustos doce meses en nuestra aporreada patria.
Puesto número cinco: el aplastamiento de los comunicadores de la izquierda crítica y propositiva (lo vi de cerca). Varios son los personajes caídos este año que, en sus buenos tiempos, se creyeron pieza importante de los medios de comunicación gubernamental pero fueron sacados del aire y de pronto descubrieron su absoluta orfandad política, situación que se paga con sangre en esta época venezolana de filtros, enchufes y sectarismo.
Cayó en desgracia un comunicador de visión incompleta en el panorama internacional. Su caso puede ser calificado como un resumen o dossier de un grupo de individualidades que emitían críticas al gobierno madurista pero aún se autodefinían como chavistas. Hoy prensa, radio, televisión e internet del país sólo muestran a la izquierda oficialista, la avalada por el gobierno. Aquella izquierda no gubernamental ha desaparecido del espectro y no por casualidad. Desde esta tribuna llamamos a la resurrección del libre debate entre revolucionarios.
Puesto número cuatro: aplastamiento político electoral de la pretendida izquierda anti Psuv. Las elecciones legislativas de 2020 dejaron clara una realidad indiscutible: el chavismo está representado por el Psuv y cualquier otro partido no tiene vida en la época actual. Prueba de ello es que la Alianza Popular Revolucionaria, grupo de mini partidos que usaron como tarjeta de supervivencia la del PCV, solo obtuvo un 2% de votos como evidencia del rotundo rechazo popular hacia el gallo rojo que pactó con Caldera en elecciones presidenciales así como a los demás grupos políticos que acompañaron esta fracasada aventura divisionista que por su pequeñez no logró dividir nada.
Puesto número tres: la debacle de las relaciones internacionales de Venezuela. Pocas veces se han unido de forma tan unánime Estados Unidos, la Unión Europea y la mayoría de países latinoamericanos para hacerle la guerra fría a un país, pues esa dramática situación la vive nuestra república bolivariana, (esto no pasa contra Cuba, ni Irán, ni Corea del Norte, ni Siria, etc) independientemente de que el motivo sea la intromisión en su política interna y la calidad de su democracia. Lejos de que la patria se resigne al aislamiento internacional, invocando la retórica patriótica, nacionalista y soberanista, se debe insistir en un trabajo geopolítico exhaustivo para dividir a los enemigos y recuperar espacios de negociación entre países. Lo contrario es permitir el agravamiento del devastador bloqueo imperialista.
Puesto número dos: la muerte definitiva de la moneda venezolana. Falleció el Bolivar fuerte o soberano y se instaló el dólar como la moneda dominante. Lo decretó el mercado y no precisamente el gobierno. Con esto, el Estado pierde soberanía, el precio de la comida y las medicinas lo dicta la economía libre sin regulación estatal. O sea, ha nacido un país paralelo, la República Dolarizada de Venezuela.
La patria está en manos de grandes empresarios privados que dominan la circulación de mercancías y las tasas monetarias, mientras que las medidas restrictivas del gobierno no pueden frenar al monstruo dolarizado. Sólo el lanzamiento de una política tripartita, con gobierno, empresarios y obreros podría sentar las bases del reordenamiento económico pues por ahora impera un caos pavoroso.
Puesto número uno: la muerte del salario. Con un dólar al mes, el país está por debajo de lo que la ONU cataloga como pobreza extrema pues fija $1,90 de ingreso diario o de lo contrario el país es extremadamente pobre. Hoy el venezolano no tiene empleo que le permita comer, no tiene poder adquisitivo y por ende no conquista calidad de vida mediante el trabajo propio. Este fenómeno se proyecta a lumpenizar a la población venezolana y a crear más delincuencia, prostitución, mercado negro, corrupción, emigración, entre otros males. La misma política tripartita aconsejada en el párrafo anterior, luce conveniente en este espeluznante caso.
Mención especial: efecto económico de la pandemia del coronavirus. Sin duda es un problema mundial pero en Venezuela destruyó la poca economía que quedaba. Aquí resultó fácil cumplir la cuarentena porque ya el pueblo estaba encuarentenado desde antes del Covid ante la caída del ingreso petrolero que mueve la economía y el cierre de miles de empresas y puestos de trabajo con sueldo digno (puestos con sueldo indigno aún sobran). El país debe implementar un plan de bioseguridad que facilite la actividad económica, el trabajo y el comercio sin regresar a la cuarentena radical porque la situación es insoportable y será más mortal el hambre que el propio Covid 19.