La secta fanática asaltó el hemiciclo
Como era de esperarse este martes 5 de enero, en una actuación circense de muy poca altura y sin ninguna sorpresa, los fantoches del régimen realizaron su monólogo (o rosario) acostumbrado para ocupar ilegalmente la sala de sesiones del hemiciclo. Vale decir, la sede, porque el parlamento donde tiene eco la soberanía y la representación del país reposa en los diputados de la legítima Asamblea Nacional elegida en el 2015, que de manera valiente han decido continuar siendo el faro de luz en medio de este anacronismo ineficaz y autoritario que hoy usurpa el poder y pauperiza, cada vez más, la calidad de vida de los venezolanos en un océano de miseria.
Es un hecho público, comunicacional y notorio la exigua cantidad de electores que asistieron a la farsa electoral. De ellos, un porcentaje importante de empleados públicos, bajo coacción y chantaje clientelar, se vieron obligados asistir. Aun así, la abstención se señoreó en las calles y en los centros electorales el pasado 6 de diciembre. Signo inequívoco del contundente rechazo ciudadano y de la desaprobación de su pésima gestión y de su vomitivo liderazgo.
No hablaremos del CNE y el nombramiento de sus autoridades de forma inconstitucional, de las tristes directivas de las organizaciones políticas impuestas arbitrariamente por un TSJ parcializado, del robo de las siglas de los partidos y de un largo etcétera que enviste de ilegalidad y desconocimiento institucional el foro de fanáticos que ayer confiscaban el poder legislativo.
Que les quede claro: No solo la comunidad internacional los desconoce, sino Venezuela entera. Nadie, con los cinco dedos de frente, se traga esa bufonada.
Cual culto fanático, entre loas y cacofonías en medio de un improvisado panteón, la feligresía chavista se aplaudía a sí misma, divorciada del inmenso descontento nacional. Salían al proscenio los mismos repulsivos rostros del fracaso, la ineficacia y la corrupción de hace dos décadas. Nada nuevo. La guinda del pastel estuvo a cargo de un febril psiquiatra en la conducción de ese lánguido manicomio.
Estos regímenes neototalitarios, dictatoriales, cuya concentración de poder impide el diálogo, invalida la libertad de opinión y de conciencia de los ciudadanos, no pueden abrogarse el calificativo de demócratas o representantes del pueblo. Son más bien, una burla a la esperanza popular. La miseria, el éxodo de venezolanos y el desaliento de la población son el resultado de esa forma nefasta de gobernar.
No queda pues que continuar apoyando a la férrea oposición venezolana (con sus desaciertos y victorias, bondades y miserias), representada en la legítima Asamblea Nacional del 2015, en sus incólumes diputados y en los partidos políticos que no han desviado el objetivo, hoy ya una razón histórica, de impulsar el ineluctable cambio político en el país. No apartemos la mirada de la estrategia central: la salida del régimen.
Secretario Nacional de Educación de UNT