6 de enero de 1975, 46 años después
El día lunes 6 de enero de 1975, a las 6 de la mañana, sube al pabellón 13 (así se les llamaba a las celdas de la policía de Maturín) el señor Juan “Policía”. Así era conocido en el barrio “El Porvenir” de Las Cocuizas. Era mi amigo, nunca supe su apellido. Y me dijo: “Mario, tu situación se complicó, acabo de escuchar a los jefes decir que te van a pasar para la Cárcel de ‘La Pica’, están esperando que amanezca para llevarte a los tribunales. Estás listo”.
Sentí un corrientazo que me activó. Le digo: vaya a mi casa o llame a la oficina 091-22054. Tienen que decirle a mi papá.
Cerca de las 9 de la mañana me bajan a la dirección. Allí estaba don Emiliano Valdez, con su recia personalidad que lo caracterizó, acompañado del Comandante de la Policía de Maturín, Teniente Domingo Lara. De inmediato el viejo Valdez toma la delantera y me dice con esa firmeza y seguridad, como si la decisión fuera de él, “Mario, tienes que irte de la ciudad, ya no puedes seguir aquí, te estás convirtiendo en un problema, tu eres bachiller, tienes que irte a la Universidad”.
El comandante de la Policía me enumera las entradas policiales y me recuerda que dos meses atrás me habían detenido y me les había fugado en un descuido que tuvieron frente a mi casa. El uniformado me dice: “Si es por mí y lo que tengo en la mano, debes seguir preso, pero tu padre es un hombre honorable, y él merece que yo le dé una oportunidad. Yo soy de aquí de Maturín, me crié con tus hermanos mayores, con Ricardo ‘Mapanare’. Cuando yo venía de vacaciones de la Academia Militar tu papá nos prestaba el carro y nos daba dinero para ir a las fiestas. Lo único que puedo hacer por don Emiliano y por “Mapanare” es ponerte a firmar un acuerdo en el que te vas y no regresas a Maturín en los próximos 6 meses. Si violas ese compromiso, yo mismo te llevaré a la Cárcel de La Pica”. Tu papá habló con Ricardo y te está esperando en Caracas. No desaproveches esta oportunidad. Lo hago por ellos.
Sin pensarlo dos veces firmé el documento que él mismo hizo a mano. Era un acuerdo con el Comandante. Fue lo mejor que hice. Yo era enemigo de los policías, dos gobernadores me habían metido preso, había estado tres días preso en la Disip. Traté de levantarme de la silla donde estaba sentado y dije: padre, vámonos, que mi madre está de cumpleaños y tengo tres días con esta misma ropa durmiendo en el suelo. El oficial me pone la mano en el hombro y me dice: “esto no ha terminado, usted no va solo a ninguna parte”.
El Teniente Domingo Lara dice: don Emiliano, vamos directo al aeropuerto que a las 11 am sale el vuelo de Avensa a Caracas. En ese avión se va Mario y yo lo voy a llevar con usted. “Es la única manera de estar seguro que se va”. Me sacan de la policía y cuando me voy a montar en el Caprice verde de mi papá, el comandante me dice: “Usted se va en la patrulla, en la jaula, con el viejo me voy yo”.
La policía de Maturín quedaba en la avenida Bolívar con calle Cumaná, frente a la arepera “La Guireñita”, propiedad de Rufino Ramos, donde hoy queda la Casa Parroquial al lado de la Catedral de Maturín. El aeropuerto quedaba al final de la avenida Bolívar, donde hoy queda la Inspectoría del Tránsito Terrestre, frente al Parque “La Guaricha”. El pasaje de avión costaba dieciocho bolívares con un real (18,50 Bs). Papá tenía 200 bolívares. Compró el pasaje y me entregó el resto, me dijo “defiéndete”.
Doña Rafaela “La madre eterna”
Ese día mi madre doña Rafaela, “La madre Eterna”, como le dicen mis amigos, estaba cumpliendo sus primero 46 años, porque hoy cumple 92 años de edad. Afortunadamente la casa materna queda muy cerca del aeropuerto. Mi compadre Domingo Torrealba fue a buscarla y le dijo: llévale algo de ropa él está muy sucio y va saliendo en ese avión. En el desespero agarró lo primero que encontró. Recuerdo como hoy cuando la vi llegar. Llorosa, con una bolsa marrón de papel (Manpa) con asa, de las que se usaban para ir al mercado (esa era la maleta). Adentro un pantalón, dos camisas, dos interiores y un par de medias.Ese fue mi equipaje. Con eso llegué a Caracas.
Soy un afortunado. La vida me ha sonreído. Me gradué de abogado en la UCV. Tengo una especialización en Derecho Penal, dos Maestrías y un Doctorado, tengo a mi madre y mis hermanos, mi esposa Alba Marina (La Nena), mis hijos Mario Antonio, Mario Emilio Jr, Albita y mi nieta Nicole, el tesoro más grande que nos ha traído el gran arquitecto del Universo. Pedir más es un abuso.
“Yo también tengo inmunidad parlamentaria”
Entre los años 1968 y 1974 que estudié la secundaria. Debo haber ido preso como 10 veces a la policía y una a la Disip por distintas razones, por los hechos revoltosos en las manifestaciones estudiantiles, por salir de una fiesta y faltarle el respeto a las autoridades. Buscábamos cualquier motivo para insultar a la policía. Debo haber sido uno de los que más recibió planazos de peinilla de la policía y de la Guardia Nacional.
Estuve preso con Ramiro González, con Valmore Pierluissi y con David de Lima. Hay un cuento interesante porque el doctor Manuel Vicente De Lima, papá de David. Era diputado al Congreso Nacional, llega de Caracas y se va directo del aeropuerto a la policía a buscar al Gordo David que se encontraba preso conmigo.
El diputado le dice al oficial de guardia que le trajera a su hijo David. El policía le responde que no puede sacarlo mientras no llegue su jefe y lo ordene. El diputado De Lima le dice, lléveme al pabellón 13 (donde estábamos nosotros) y sube la escalera, le ordena abra el candado, el policía se niega. El diputado saca la pistola y le da un tiro al candado y vuela la cerradura, agarra a su hijo por el brazo y lo sacó del calabozo.
Yo viendo aquello me agarré del otro brazo de David. El policía me agarraba para soltarme y no dejarme ir, yo caminando agarrado del Gordo De Lima. Le decía yo también tengo inmunidad parlamentaria. El diputado le dice a los policías de guardia “dígale al comandante de la Policía que me llevó los muchachos y lo espero en el Club Campestre”. El comandante no fue. Esa la gané. El comandante Domingo Lara usó ese argumento, pero su molestia central era la quema de una Ambulancia del Ministerio de Sanidad. Siempre la negué, aunque la Disip mostraba las fotos donde yo aparecía metiendo y sacando cauchos de la maleta de un Oldsmobile 1959, que papá me había regalado. Hoy sigo arrepentido de haber quemado la ambulancia, y esa culpa la llevaré siempre conmigo.
Domingo Lara y Hugo Albarran, “My Own Bussiness”
Este relato viene a la memoria porque, con el correr de los años he seguido haciendo amistades y ayudando en todo lo que he estado a mi alcance. Hace como siete años me encontraba en la barra del restaurant Amazonia en Las Mercedes, Caracas, en compañía de Guillermito González, Toco Gómez, José Eduardo Baralt, Naim Pachá. En eso llega el doctor Hugo Albarran (estamos pidiendo a Dios que se recupere pronto, tiene una semana en terapia intensiva por Covid 19) en compañía de otra persona y me saluda con el afecto de siempre.
Hugo, dirigiéndose a su amigo, le dice “Estoy aquí, y mucho se lo debo a este hombre que me ayudó a inscribirme en la Universidad para continuar mis estudios de Derecho”. Él se me presenta y dice: mucho gusto Domingo Lara. Le digo, Mario Valdez. El hombre se queda pensativo y me dice, tu eres de Maturín, hermano de Ricardo “Mapanare”?
Le digo si, hijo del viejo Emiliano. El hombre larga la risa y me abrazó diciéndome: yo soy el General Domingo Lara, fui el Teniente comandante de la Policía de Maturín, que firmaste un acuerdo conmigo que evitó que te mandará a la Cárcel de “la Pica”. Yo te llevé al aeropuerto con tu papá y te saqué del pueblo.
Siempre te hice un monitoreo. Te tuve presente, después te perdí la pista, te he escuchado, no sabía que eras el mismo de hoy. Acto seguido, dijo “Hugo, mi socio, estás a la par, ya no le debes nada a Mario, porque él está aquí también por mí”. Esa tarde relató esta historia con más detalles de los que digo ahora. En ese momento Hugo y el General Domingo Lara eran dueños del caballo “My Own Business”, el triple coronado, uno de los mejores caballos de la hípica venezolana y de la región, el gran campeón del Caribe. Ayer hablé con el General y me informó de los altos y los bajos que presenta Hugo. Estamos pidiendo un milagro de Dios.
Mario, “Quédate en Caracas….”
El año 1984 me gradué de Abogado en el Aula Magna de la Ilustre Universidad Central de Venezuela (UCV), después de haber sido Presidente del Centro de Estudiantes de Derecho, del comité ejecutivo de la Federación de Centros Universitarios (FCU), representante estudiantil en el Consejo Universitario de la UCV y representante estudiantil ante el Consejo Nacional de Universidades (CNU).
Me voy a mi Maturín con la firme intención de ejercer mi profesión de abogado asociado con Miguel Gómez Núñez, que estaba fundando su segundo Bufete en la avenida Las palmeras, con los doctores Reinaldo Gil, Juan Betancourt y Luis Ramírez. El otro socio sería yo. Ese viernes, en horas del medio día, papá va manejando su vehículo y me pasa por la esquina de los tribunales en la avenida juncal, “la esquina caliente” estaban parados como 15 abogados amigos míos, que habían terminado sus labores y estaban pendientes de un cliente o un amigo con quien conversar y tomar los tragos. Papá, ex profeso detiene el vehículo y los amigos se me acercan a saludar, “Mario, cuándo llegaste”, “¿dónde vas a estar, poeta?”, “Nos vemos en el restaurante Ritz”, “Te espero en El Cacique”, “Si vas para el campestre avísame”, y así los amigos me saludaron y la pregunta obligada “donde almorzamos y bebemos”.
Don Emiliano, que era un viejo zorro, nunca quiso que yo viviera en mi pueblo. Recuerdo sus palabras: “Mario, esto que viste hoy, es igual todos los días. Aquí no hay mucho por hacer, hay dos o tres bufetes que tienen pocos clientes, la gobernación y la alcaldía acaparados, eso es de ellos”. Te vienes para acá y en una semana estás parado ahí, lo quieras o no. Es la dinámica. Ahora, yo te prefiero en Caracas, disfruto cada dos meses cuando te visito y voy contigo a los restaurantes, siento el trato que te dan los políticos, el rector y las autoridades universitarias, los diputados, los otros abogados. En fin no hay comparación. Tú has salido más en la prensa nacional y la televisión que Luis Alfaro Ucero, allá te respetan y te tienen aprecio, no eres competencia de nadie, aquí eres competencia de todos. Mario, quédate en Caracas, vienes para acá a compartir conmigo y a pedirle la bendición a tu madre”.
Así lo hice.
“Mapanare”, la conversación quedó inconclusa
Ricardo Valdez fue mi hermano mayor, y es parte importante de esta historia que tiene que ver con el giro que dio mi vida. Su amistad con el ayer Teniente y hoy General Domingo Lara me salvó de una cárcel segura. El domingo 3 de enero pasado lo llamé para el saludo y recordarle que nuestro ilustre señor padre, don Emiliano Valdez, Grado 33 de la Gran Logia Masónica, estuviera ese día cumpliendo 100 años de vida, que falleció el 3 de enero de 2001, hace 20 años. Seguí hablando solo y me di cuenta que se había cortado la llamada; a los 15 minutos suena mi celular me llamaba Ricardo, me alegré y reanude la conversación, de inmediato me dicen, “Tío, es Beatriz, mi papá estaba regresando la llamada, y sufrió un infarto fulminante. Me acaban de decir los médicos que llegó sin signos vitales a la clínica”.
Ironías de la vida, Ricardo también falleció el 3 de enero de 2021, a los 80 años de edad igual que papá. La conversación quedó inconclusa. Ojalá pasen muchísimos años para continuarla, porque le prometí a Nicole, mi nieta que nació el 27 de diciembre de 2020, que bailaría con ella el vals de sus 15 años el 2035. Reconozco que he cometido muchos errores y he fallado otras tantas veces, pero a mi nieta Nicole, voy a cumplirle.
Adiós Ricardo “Mapanare”. Así le decían sus amigos porque fue el mejor pitcher en el béisbol que tuvo el estado Monagas. Representó a Monagas en juegos nacionales y representó a Venezuela en juegos internacionales Lanzaba puras curvas para la goma.
Continuará…
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@mariovaldez1