Maradona en Sinaloa, preludio y fin
Una excelente serie, cuya principal virtud es lo equilibrada en cómo está hecha, desnuda al astro Diego Armando Maradona y lo presenta en el esplendor de toda su decadencia humana y profesional. Nunca ganó nada como entrenador porque les exigía responsabilidad a sus jugadores siendo él mismo un irresponsable. Además, por lo mostrado en el documental/serie, la principal técnica deportiva que utilizó como filosofía de competición fue “echarle huevos” a cada partido.
Un Maradona en fase terminal. Sin decoro, sin gloria. Sin vergüenza. Haciendo lo que siempre hizo y le dio la gana hacer. El comportamiento de un deportista nada ejemplar. Una piltrafa humana atrapado en su propio endiosamiento. Una pena futbolística de niveles universales.
Y unos medios de comunicación, empresarios, políticos y farándula exprimiendo sin disimulos a la gallina de los huevos de oro que se hizo un mito viviente en Nápoles y México 1986. Y la feligresía maradoniana: los millones de fanáticos alrededor del mundo haciendo de Maradona un gran escape a vidas cotidianas construidas desde el vacío.
La serie tiene la virtud de un inmediatismo in crescendo alrededor del equipo de fútbol los Dorados de Sinaloa, un equipo mediocre de segunda clase espueleado mediáticamente y por una gruesa chequera a intentar el ascenso a la Primera División. Sinaloa es también la capital mundial de las drogas en México, que explica muy bien las razones del porqué Maradona vino hasta ahí: Maradona lo que hizo bien con el futbol lo destruyó casi todo como adicto a las drogas.
El documental retrata el rasgo de la personalidad más evidente de Maradona: la del perdedor de cuna pobre que encontró un éxito inesperado de calibre mundial aunque no lo suficiente para perdonar. Y en la vida privada el desorden del hombre inmaduro que se comporta como un niño o adolescente que hace uso de la libertad como un libertino.
Esos tatuajes en su deformado cuerpo con miles de heridas de un deporte brutal como lo es el fútbol, algo nada recomendable para la juventud, en dónde aparecen los inefables Fidel Castro y Che Guevara son sus banderas de guerra. Bajo la ilusa e infantil creencia que estos contribuyeron a la rebeldía y liberación de los de abajo cuando en la práctica se convirtieron en los peores opresores desde una violencia absurda.
Maradona es un mito compensatorio atractivo para la mayoría de las personas de una humanidad vejada y herida por un «sistema» que se sostiene desde una injusticia universal cada vez más grande. Y para los argentinos es la grandeza improvisada del artista espontáneo que con un balón en los pies vengó la afrenta inglesa en Las Malvinas en 1982 y “perdona” las negligencias de sus políticos y militares como clase dirigente de una nación sin destino.
Lo de ganar los mundiales con la pícara «mano de Dios» o con los pies del genio si bien fue algo relevante nunca estará por encima del Maradona victimizado y retador en un sentido auto-destructivo y nada ejemplarizante como ciudadano. Esta serie nos muestra todo esto y hace de Maradona su principal actor y lo presenta sin maquillajes algo que uno agradece.
Director del Centro de Estudios Históricos de la Universidad del Zulia