El pasado siglo XX fue una desoladora muestra de estas incomprensibles intolerancias. En sus albores, el contento por un nuevo siglo que se iniciaba con una pujante modernidad producto de las dos revoluciones industriales, se vio, sin mayores contemplaciones, destruido por la llamada Gran Guerra, que involucró a las grandes potencias europeas de la época. Las demás atrocidades que conllevó la creciente intolerancia humana durante el siglo anterior son más que evidentes: El Crack del 29 que se tradujo en la Gran Depresión, la Guerra civil española, el surgimiento del comunismo, el fascismo y el nacional socialismo, el holocausto, las purgas de Stalin, la Segunda Guerra Mundial, la Guerra de Corea, la Crisis de los mísiles , la segregación racial y el Apartheid, el asesinato de presidentes, dirigentes políticos y sociales, la persecución y asesinato de minorías raciales, el conflicto religioso entre protestantes y católicos, el fundamentalismo islámico, la violencia contra la mujer, y paremos de contar.
En el presente siglo, ya consumido en una buena quinta parte, la humanidad intenta mitigar la intolerancia: cumbres, acuerdos, tratados, buscan frenar la insensatez del ser humano. Sin embargo, aún continúan presentes los sangrientos atentados de los grupos islámicos que persiguen la destrucción de Occidente y la instauración de un califato universal, la violencia contra la mujer no cesa, se percibe un revival del racismo promovido por los supremacistas y los neonazis, regresan viejas rivalidades entre países por asuntos territoriales, la guerra -ahora económica-, irrumpe para frenar el proceso globalizador, la amenaza nuclear continúa latente, el Brexit atenta contra la ilusión de una Europa fuerte y unida, los ajustes de cuentas entre los carteles de la droga son cotidiana noticia, en fin, más de lo mismo.
Venezuela, en este siglo, no ha escapado de la intolerancia que la Revolución Bolivariana ejerce a mansalva contra todo aquel que es considerado enemigo del socialismo del siglo XXI, más de cinco millones de venezolanos han abandonado el país por causa de la intolerancia roja rojita. Uslar Pietri decía que, en tiempos de la colonización española, Venezuela hubiera podido llamarse Paria. Hoy es por efecto de la intolerancia socialista: La República de los Parias.