Expediente 2020
En el ingrato carrusel de las imágenes que se repiten con excesiva frecuencia y que mareadas impone la memoria infiel del año 2020, otro annus horribilis, nos queda una pasmosa impresión que difundirá la historia futura en resumen enciclopédico apolillado de representaciones sociales y estadísticas banales e insignificantes todas al contraste de lo que ha sido y padecemos hoy los que quedamos vivos – por suerte, precaución o temor – en esta avalancha insaciable de desgracias pandémicas y sociales.
Este año ha sido de una rata china que mejor ni acordarse, vade retro, no vaya a ser que se voltee y nos descubra asombrados en el descampado de la impunidad que nos ha dejado, que mire usted a la ciencia en lo que anda que es a servir para hacer plata y que ha tardado, ya llegados a Marte y eso es poco, sin hacer nada o casi todavía frente a un millón de muertos y contando, para mostrar a una diosa vacuna que portátil gatea por doquier pavoneándose en carroza geopolítica.
Porque otra de las evidencias es que mire a los gobiernos en lo que andan y lo que enseñan y lo que esconden que ya no es mucho, que han dejado al ciudadano otra vez en evidencia desprotegido y sin abrigo de ningún tipo de confianza que las excepciones no abundan
Y ha quedado también de bulto y promontorio una sociedad sin brújula de pertenencia y por lo tanto de orientación y criterio más allá de la histeria o del escape taciturno que lleva a la destrucción por lo que arruina o a la desidia por lo barato. Ciencia, estados, gobiernos, partidos políticos, – se me olvidaban estos últimos-, liderazgos, individuos, instituciones, religiosidades, nada en pie que todo se muestra por la borda enseñándonos solos, a la deriva, con los dictadores de su gusto.
Y qué bien, si te pones a ver lo bueno de lo malo, porque ha puesto la crisis el dedo donde toca que es que todo es populismo, ideología, regalismo, corrupción, magia o mentira mediática; la gran farsa universal.
Qué es tiempo de responsabilidad de cada quien, qué es cada uno en su relación con otro y no en dependencia con nadie. Qué es hora del individualismo militante que construya, proponga y exija libre. Desde cero imposible, inaudito. Todo pasado es prólogo y nos limita y propone. Con nosotros, quién más. Desde la nada nunca.
Pero si de este tiempo crucial debe quedar una enseñanza, qué más pedir al menos, es la de que estamos solos y distantes, que el mundo, la humanidad, está al borde de un abismo y que de ese terror debe aparecer una conciencia compartida en formas de poder orientador y controlado. Demasiada pobreza exponenciada, demasiada riqueza concentrada, demasiado poder corrompido corrompiendo como para regresar a formas obsoletas de gobierno que cumplieron su misión en la vida y la perdieron.
Creo que es tiempo de repensar entre otras cosas los sistemas políticos, las formas de gobierno y sus orientaciones. Es necesaria la construcción de una nueva sensibilidad con la que acercarnos y edificar mundo, ética, educación, gobierno, servicios, economía, relación social y política, familia, salud, ciudad con ciudadanía, producción y progreso, campo, agricultura y medio ambiente, compasión y lealtad, respeto, compromiso y propósito, en suma, un gran pacto social desde un lenguaje que hable con el alma y que construya desde el alma.
Tiempo este de hoy de torpes despedidas y exageradas palabras las mías que debieron ser de buenas intenciones y solicitudes de abrazos de fin de año y que más parecen presentación de expediente criminal ante jurado que bautizo auspicioso de vendimia.
Emoción en la que se contradice nuestro desamparo y finitud con nuestra desmedida ilusión que se desea dando y recibiendo en tiempo que aspiro de bien, concordia y plenitud, para cada uno de nosotros en el país que nunca debió llegar a ser esto que queda y que habrá que rehacer desde las cenizas que sobran. Adiós 2020, hasta más nunca. Bienvenidos nosotros, gente de uno.
El año que viene es de destrezas.