Estado sin democracia
En la cotidianidad del debate político la democracia suele ser el principal foco de atención. ¿Cuánto se ha ganado o perdido? ¿Cómo fortalecerla o recuperarla? Son algunas de las preguntas que giran en torno a ella.
Mientras tanto un concepto igual de importante es puesto en segundo plano, quizás porque se da por sentado, como si se tratara de una constante en términos matemáticos o una verdad inamovible desde el punto de vista teórico. Dentro de esa lógica, se pudiera asumir implícitamente que Estado y Democracia van de la mano, y que la segunda implica que el primero está presente. Sin embargo, la relación entre estos dos conceptos es más compleja.
Basta pensar en el caso venezolano para ilustrar lo anterior. En el país el nacimiento de la democracia tiene fecha exacta, al menos simbólicamente, el 23 de enero de 1958. Pero ¿cuándo se conformó el estado moderno venezolano? Parece haber cierto consenso entre varios politólogos e historiadores que fue con Gómez que este nace, el fin de la larga guerra civil que marcó el siglo XIX derivado en el monopolio de la violencia en todo el territorio nacional sería uno de los atributos de este estado naciente. Junto a esto, la profesionalización de las fuerzas armadas, el control territorial, la unificación administrativa, entre otros factores, darían forma el estado moderno venezolano, cuya fecha formal de nacimiento sería 1925.
Al tomar en cuenta las dos “partidas de nacimiento” se hace evidente el desfase entre la conformación del estado moderno y el inicio de la etapa democrática en Venezuela. En este sentido, el Profesor Andrés Stambouli hace una buena reseña de la “Concepción y desarrollo del Estado moderno venezolano”, dividiéndolo en seis etapas, quedando claro que hay al menos unas tres décadas de diferencia entre ambos nacimientos. Además de esta clara “diferencia generacional” entre el estado y la democracia en Venezuela, hay otro elemento quizás más importante, que el estado venezolano nace bajo el diseño militar, y posteriormente se desarrolla en torno a la estructura político – económica dominante, la renta.
Las implicaciones de lo anterior son profundas, pues si se reconoce que Estado y Democracia son dos conceptos separados, interrelacionados pero con sus propias dinámicas, es posible argumentar que la llegada de la democracia a mediados del siglo XX no necesariamente transformó al Estado, y que su concepción inicial basada en una mezcla de control militar y acceso a la renta como fuente de “legitimidad” se mantuvo incluso durante los 40 años de democracia, en una tensión silenciosa con los intentos de modernización, pero cuya batalla terminó ganando con la llegada de un nuevo proyecto autoritario justo cuando el siglo XXI estaba comenzando.
Si lo anterior es cierto, la famosa ilusión de progreso venezolana no solo sería en el plano económico y social, si no en el político también. Sin duda el país logró algunos avances en la modernización del estado durante la segunda mitad del siglo XX, pero también lo hizo durante la primera mitad del mismo siglo, la diferencia entre un período y otro fue el grado de democracia/autoritarismo que prevalecía. En este sentido, es posible afirmar que, al menos en Venezuela, la “concepción y desarrollo” del estado moderno se dio más allá del grado de democracia existente; y, más aún, que sus primeras bases realmente son de corte autoritario, centralista, y basado en el control de la renta.
¿Qué implicaciones tiene lo anterior en nuestro presente? A Venezuela ya no le alcanza un “regreso a la democracia”. Realmente un cambio de fondo pasa por la reconfiguración del Estado, no en términos administrativos y funcionales, sino incluso desde el punto de vista de su concepción. El grado de complejidad es tal que pensar en una salida electoral, e incluso en una nueva constitución, lucen como cambios cosméticos. La gran realidad es que el estado venezolano no nació de un contrato social, la llegada de la democracia fue quizás el intento más serio de darle esa base común, pero el tiempo no le alcanzó y hoy el país se encuentra con un estado débil, sin democracia y una sociedad fragmentada.
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