El desasosiego
Oigo las opiniones de un brillante escritor venezolano sobre la realidad venezolana llenas de fuertes alusiones negativas: degenerativa, desmoralizante, oscura – todas descriptivas del particular estado de ánimo que nos ha acompañado durante las dos últimas décadas: desolación, perdida de fe y desesperanza.
Frente a estos calificativos nos invade un desasosiego como el que inspiró a Pessoa, una incertidumbre en el intento de acertar donde aposentar la llamada voluntad de poder, que es más que solo existir, pues involucra el reto de ser en sentido nitzcheano; “¿Queréis un nombre para este mundo? ¿Una solución para todos los enigmas? ¿Una luz también para vosotros, los más ocultos, los más fuertes, los más impávidos, los más de media noche?»
Indudablemente no podemos pasar por alto la existencia de una fractura que nos divide, que separa hoy a los venezolanos aparentemente enfrentados tras una disyuntiva implacable. Una que plantea que sólo podemos vencer a los que nos subyugan con una inyección de fuerzas externas, opuesta radicalmente a la posibilidad de negociar considerada una forma tramposa de redistribución del poder. Afirmación que contradice la experiencia mundial, la cual muestra por el contrario que en la mayoría de los episodios históricos como el que atraviesa hoy Venezuela la gran solución ha sido negociar. Al respecto el politólogo John Magdaleno declara: “La investigación realizada por politólogos venezolanos permitió identificar que la negociación fue la modalidad de transición predominante en todas las regiones del mundo. 23 de los 100 casos estudiados corresponden a América Latina. Ahí 76% de las transiciones políticas se dieron en el marco de negociaciones. “Pensábamos que si se sumaban las transiciones por vía de intervención militar extranjera y por golpes de Estado superarían a las transiciones negociadas. No fue así. Solo en 19 casos hubo transición por liberación externa y en otros 22 ocurrieron golpes de Estado”. Esto derrumba el discurso que se ha construido en Venezuela en torno a que no se negocia con delincuentes. Todos los regímenes totalitarios delinquen. Todos sin excepción son transgresores de garantías, pero sin embargo la historia muestra claramente que se pueden entablar negociaciones con ellos.
Al final se trataría de superar la dialéctica de ganadores y perdedores que ha presidido los cambios históricos en Venezuela. Es relevante la calificación de los sectores negados a negociar, se les imputa una cierta visión de la política carente de experiencia política, la inexistencia de militancia en partidos y su entrada tardía a la política, factores que podría incidir en su imposibilidad de aceptar estrategias que signifiquen conciliar, lograr acuerdos compartidos en beneficio de todos, aunque ello signifique ceder en algunos aspectos delicados. El objetivo sería trascender la búsqueda de capitulaciones, derrotas terminales de una de las parte y por el contrario concentrarse en lograr acuerdos mínimos que permitan arrancar una transición democrática.
Hoy vemos el surgimiento de nuevas propuestas en el seno de la oposición, luego de haber protagonizado y apostado a episodios de resistencia física, se avanza a nuevas proposiciones producto del balance sobre los fracasos continuos de posiciones extrema que sin duda concebían la transición como una derrota total y extinción de la oposición antidemocrática “Las grandes transiciones democráticas en el mundo, como la de España, Brasil o Suráfrica, entre otras, han tenido como principal factor el entendimiento de todos los sectores de la sociedad, incluido entre ellos el gobierno anterior. Esto es, simplemente, porque es la única forma de crear estabilidad dentro del territorio nacional después de la salida de las dictaduras”. Posición que se asume con plena conciencia de que las dictadura ejercerán todas sus tácticas represivas, violencia y chantajes para garantizar su permanencia en el futuro del país. Jugaran a la violencia porque ha sido su instrumento para permanecer en el poder, pero aun así el único camino para la solución es una derrota política pacífica y concreta. Todo lo cual no significa impunidad apara los grandes culpables de crímenes de lesa humanidad , que no reciban el castigo merecido, lo contrario sería consolidar un clima contrario a la existencia de una paz social duradera.
Si estamos conscientes que la gran fractura sufrida por la sociedad venezolana se expresa claramente en los siguientes ámbitos: La implosión del Estado de Derecho y ausencia de seguridad jurídica que garantice los derechos y deberes de los ciudadanos. La perdida de la democracia política cuya manifestación más reciente ha sido la ocupación de los partidos políticos venezolanos y la construcción de una farsa de oposición legitimadora del fraude perpetrado el 6 de diciembre. Las practicas represivas que mantienen a 356 venezolanos tras las rejas, civiles, militares hombres y mujeres cuyo único delito ha sido oponerse a las tropelías del actual régimen. A la desaparición del estado de Derecho y la dictadura política se suma otro de los factores causantes de la tragedia venezolana actual, la destrucción de capacidades productivas, la quiebra económica que ha colocado al 90% de los venezolanos en situación de pobreza y hambruna. Factor desencadenante de un proceso migratorio sin precedentes de más de 6 millones de venezolanos en búsqueda de oportunidades para la supervivencia económica de cada uno de ellos y sus grupos familiares.
El saldo de esta crisis sistémica de Venezuela exige madurez total de los que se asumen como líderes políticos. No es posible encerrarse en posiciones que niegan salidas realistas y esperar el surgimiento fantasioso, imaginario de alguna fuerza desconocida que ocasione la derrota total del régimen en el poder. No hay más tiempo que perder, no es posible esperar el vencimiento total del enemigo.
Es imprescindible comenzar a transitar un camino de acuerdos mínimos, de transacciones, que sin eludir la responsabilidad de los culpables permita una recuperación progresiva de la libertad y la paz social. El momento actual exige la mayor madurez, por ello se ha realizado una Consulta a los ciudadanos sobre su voluntad de cambio político. Los resultado deben convertirse en el mejor argumento para conciliar posiciones que posibiliten la realización de elecciones democráticas y transparentes que tomen en cuenta la representación de todos los ciudadanos, de lo contrario las soluciones serán temporales o inexistentes lo cual significará el peligro de continuar o repetir la tragedia que hoy vivimos.