Un nuevo contrato social
Dos ancianos mueren de inanición; uno de los principales presos políticos del régimen huye; la moneda continúa devaluándose de manera abrumadora; mientras tanto el colapso de los servicios continúa, pero el mundo sigue girando. En Venezuela en una semana pasa todo y no pasa nada. Así ha sido por meses, por años. En la Primera Guerra Mundial a diario morían personas, los bandos en conflicto se agredían, el temor y la desesperanza se encontraban en cada rincón. Se hacían y deshacían planes definitivos para acabar con el enemigo, pero al final no pasaba nada. Y es que no podía pasar algo porque la fuerza y las estrategias entre los adversarios era similar, habían logrado un equilibrio.
En Venezuela se ha llegado a ese equilibrio. Es un balance peligroso entre todas las fuerzas en conflicto. A nivel internacional, Estados Unidos no puede dar los pasos que quizás algunos quisieran dar porque el escenario geopolítico es más complejo que el desembarco de marines, Rusia y China son actores importantes que actúan como recordatorio de una frágil paz mundial. En cuanto al plano nacional, simplemente el conflicto ha durado tanto que todos los actores están debilitados, agotados físicamente y, más importante aún, espiritualmente. Quienes han asumido el rostro del conflicto en Venezuela parecen vacíos de cualquier contenido que no sea otro que el de su propia sobrevivencia.
La gran interrogante que interpela a los venezolanos sigue siendo cómo cambiar la situación. Ante una respuesta clara surgen las máscaras. En lo académico se intenta racionalizar la lógica de las transiciones para encontrar en otras experiencias una posible ruta. Desde lo político se apela a estrategias de anulación del otro cuando debería justamente ser lo contrario, en lo social, donde ocurre el drama diario de la población, esas máscaras son más complicadas, en algunos casos es la tristeza y la desesperanza la que prevalece, en otros casos es la terquedad de seguir luchando contra molinos de viento esperando algún día llegar al final del túnel.
Resistir es heroico, pero no necesariamente lleva a un cambio. El principal mérito de la resistencia está en no ceder, y eso tiene un gran valor cuando todo en el entorno tienta a entregarse, a dejar de luchar. Pero la resistencia debe evolucionar si quiere contribuir al cambio, debe buscar la manera de cambiar las causas de fondo desde donde nacen las fuerzas adversas. ¿Dónde buscar esas causas? La respuesta que parece más obvia es “cambiar al gobierno”, y justamente es en ese punto en el que se han concentrado casi todos los esfuerzos, la atención ha estado en la idea que un cambio de régimen sería el primer paso para desenredar lo que parece un complejo nudo.
El enfoque basado en el cambio de gobierno ha fallado por varias razones. La primera es porque no existe la fuerza externa suficiente para lograrlo, al menos no sin trastocar un delicado equilibrio internacional. La segunda razón, que quizás es menos evidente, tiene que ver con el hecho de la carencia de un proyecto común, pero no desde una perspectiva técnica, sino desde una perspectiva de fondo como sociedad, Venezuela se quedó sin un contrato social. Se quedó sin rumbo, y ese andar por un laberinto tiene sus semillas en las últimas décadas del siglo XX y todavía hoy no se ha resuelto. El chavismo fue una promesa de darle a Venezuela algún sentido colectivo otra vez, pero fracasó antes de nacer.
Se ha dicho, y se debe seguir diciendo: Venezuela necesita un nuevo contrato social.
No se trata de una nueva Constitución. Es algo que va más allá de eso. Se trata del reconocimiento de todos los venezolanos, y en ese marco común poder empezar a construir. Mientras ese reconocimiento no esté presente la realidad seguirá siendo la de la imposición de unos sobre otros. En ocasiones unos lo lograrán. En otras ocasiones serán otros lo que lo logren, y mientras tanto tendrá lugar un ir y venir marcado por la inestabilidad y el conflicto. El reto es lograr ese reconocimiento del otro, y se puede empezar por el entorno inmediato, ahí radica el gran secreto de este enfoque.
Twitter: @lombardidiego