Profecías, adivinos y el temor a la incertidumbre
“Siempre dije que iba a ganar Biden” es una frase común estos días en el que las elecciones en los Estados Unidos parecen decantarse por el candidato Demócrata. Sí, lo más probable era que ganara. Por ejemplo el sitio web FiveThirtyEight le daba una probabilidad de 89 sobre 100.
Pero es muy diferente estar completamente seguro de algo a dejar la posibilidad que ese evento probable, y que seguramente se desea, pueda no ocurrir. Y esto último es muy importante, pues apunta a lo que los sicólogos denominan sesgos positivos, que se refiere entre otras cosas a como los humanos asignamos mayores probabilidades de ocurrencia a aquello que queremos que ocurra.
En el caso de las elecciones de los Estados Unidos la mayoría de las personas es probable que tuviera alguna inclinación por uno de los dos candidatos. Esto podría ocurrir por simples razones de simpatía o antipatía, pero también por elementos más racionales bajo el entendido que ese país sigue siendo el principal polo de la geopolítica internacional. Más allá de las razones de cada uno, no cabe duda de que se trató de un proceso marcado por la polarización, y como suele ocurrir en esos contextos la irracionalidad suele prevalecer sobre la razón. Cuando se suprimen elementos racionales se apunta a la simplificación, muchas veces marcada por las propias creencias.
El antídoto contra la simplificación es reconocer que vivimos en un mundo complejo, y que este, como de hecho todo el universo, está marcado por relaciones infinitas de causas y efectos. Es natural que ante un horizonte casi infinito de posibles combinaciones tratemos de sujetarnos a la realidad a partir de un conjunto de preceptos básicos, normalmente a partir de un conjunto de ideas políticas, religiosas, o de alguna otra naturaleza, pero cuyo fin último es ayudarnos a interpretar el mundo. Esto es válido y natural, y nadie escapa a ello; sin embargo, es posible en situaciones específicas tratar de superar esa barrera y tener una comprensión más o menos abierta de los hechos.
A partir de lo anterior es que surge la noción de complejidad, y dentro de esta una de sus principales herramientas es la comprensión de un fundamento básico, la probabilidad. El mundo esta lleno de eventos posibles, el que terminen ocurriendo o no está asociado a una cadena infinita de probabilidades y combinaciones. Obviamente no se puede eliminar racionalmente toda la incertidumbre, pero si se puede minimizar, y para ello reconocer que al final las certezas no son otra cosa que sesgos positivos hacia lo que queremos que ocurra es un primer paso. Un segundo paso es familiarizarse con algunas nociones elementales de estadística y probabilidad.
Aunque lo anterior pueda sonar complejo, y por lo tanto irreal, lo cierto es que el mundo de hoy, con su gran capacidad de generar datos y de procesarlos, ha abierto una ventana importante para la comprensión de la realidad. A través del análisis de datos masivos es posible visualizar millones de interrelaciones, establecer causalidades, y a partir de ahí asignar probabilidades. La Física ha “simplificado” la realidad a través de su comprensión científica de los eventos naturales, si una manzana se suelta de un árbol sabemos que es muy probable que caiga al suelo; la realidad social es mucho más compleja, pero no por ella es imposible prever eventos en base a probabilidades de ocurrencia.
Si hablamos del Universo el tema es aún más complejo. Partamos de una pregunta simple, ¿existe vida en otros planetas? Para responder a esto se puede hacer desde las creencias personales, nuestra creencia religiosa seguro no dará alguna orientación. Sin embargo, si queremos ir más allá y asignar probabilidades, quizás sea importante saber que hay al menos unos 300 millones de planteas potencialmente habitables. Este hecho nos expone a una complejidad abrumadora, y posiblemente genere más incertidumbre que certeza. Pero la verdad es que la realidad es compleja, y por lo tanto la incertidumbre es natural para los humanos, a partir de reconocerlo ya cada uno puede decidir como asumir ese hecho.
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