La utopía marxista en el siglo XX venezolano
Cuando triunfó en Rusia la Revolución de Octubre (1917) y por primera vez se pusieron en práctica las tesis marxistas para imponer la “Dictadura del Proletariado”, que llevaría a la utópica “sociedad comunista”, Venezuela ya sufría la tiranía de Juan Vicente Gómez (1908-1935) que aisló al país del conocimiento y debate de las corrientes políticas y filosóficas y privó a los venezolanos de estar informados del acontecer mundial.
De allí la confusión y precariedad – intelectual, ideológica y política – que caracterizó al proceso de evolución surgido a la muerte del tirano, quien prohibió hasta hablar de comunismo. Su sucesor, el astuto general gomero Eleazar López Contreras lo utilizó como excusa para desterrar del país a 47 líderes opositores en 1937, entre ellos Rómulo Betancourt, porque en su criterio “el comunismo es un pensamiento político exótico, extranjero, extraño al venezolano”, como si la democracia no fuera también un invento de los antiguos griegos de Atenas sino una creación de los laboriosos pescadores de Gibraltar en el Lago de Maracaibo, o de los esforzados llaneros del Apure.
Fue la misma incoherencia de Mao Tse Tung al prohibir todo lo extranjero en tiempos de “la Revolución Cultural” en China, olvidando que el comunismo marxista es creación europea, de dos alemanes del siglo XIX, Karl Marx y Frederick Engels.
Lo cierto es que la utopía marxista fue importante en la formación intelectual de muchos de los jóvenes que se opusieron a Gómez y luego a la dictadura de Marcos Pérez Jiménez (1948-1958), logrando reconocimientos, incluso un aura heroica, aunque históricamente el comunismo marxista perdió la batalla de la realidad ante la socialdemocracia o socialismo democrático, que los dogmáticos marxistas llamaron despectivos “revisionismo pequeño burgués”.
Allí están los resultados del siglo XX: La socialdemocracia avanzó con las reformas y la ampliación del sufragio, primero censitario e indirecto y finalmente universal y directo; para la democratización de las sociedades y el establecimiento de Estados de Derecho y Bienestar con ejemplos exitosos como los países escandinavos, que incluso bajo monarquías constitucionales, son sociedades más libres, democráticas, igualitarias y justas. Por su parte y aunque aún existen sus desastradas reliquias, están las extintas “democracias populares” o estados del “Socialismo Real”, con sus falsas “dictaduras del proletariado” que siempre fueron dictaduras de un partido único comunista, y degeneraron – conforme a la aún válida clasificación de Aristóteles – en monarquías absolutas y en totalitarismo.
Y es que Marx y Engels, sin negarles el enorme mérito de incorporar el factor económico en el análisis de la de la Historia y de las sociedades humanas, y denunciar las injusticias sociales, crearon su utopía a imitación del “Movimiento de Los Iguales”, expuesto por el revolucionario francés Francois (Graco) Babeuf en su “Manifiesto de Los Iguales” en 1794, en un periódico de París.
No fueron tan originales los pensadores alemanes, quienes rebautizaron a la “Dictadura de los Trabajadores” de Babeuf como “Dictadura del Proletariado”. Y ya que Babeuf se inspiró en las utopías de Tomás Moro (“Utopía”, 1516) y Platón (“La República”, siglo IV antes de Cristo) y en la Antigua Esparta, el primer estado totalitario en la historia de Occidente (siglos VII al IV antes de Cristo), era lógico que el resultado fuera crear estados totalitarios que esclavizaron y mataron hasta de hambre a millones de personas en la extinta Unión Soviética, en China, en Camboya, entre otros, en lugar de darles libertad y demás derechos humanos a sus ciudadanos.
Venezuela, y toda América Latina debiera ver más, para aprender de ellas, a las exitosas Suecia, Finlandia, Noruega y Dinamarca en lugar de las deplorables ruinas dejadas por los fracasados experimentos del totalitarismo comunista. Y ver más el parlamentarismo europeo que el presidencialismo norteamericano, que fácilmente degenera en personalismo (siempre malsano) y de éste es corta la distancia a la dictadura.