Deporte y lavadoras
En la tradición hogareña es común escuchar conversaciones referidas al tema del lavado de ropa. Desde aquellos momentos en que el hecho se producía a la orilla de un río, en una batea o con la muy popular «Chaca Chaca» las tertulias giraban en torno al tipo de jabón y la técnica empleada. Desde la aparición de las lavadoras el tema se basaba en la capacidad para eliminar las manchas; el ruido que hacen; la energía y agua que consumen; la rapidez de sus ciclos; la suavidad con que tratan los tejidos, y si alcanzan una temperatura lo suficientemente alta en el margen tiempo requerido para matar los gérmenes.
Ahora llama poderosamente la atención como en el mundo deportivo comienzan a surgir conceptos relacionados con el «Lavado de dinero» o el uso de lavadoras en el campo deportivo.
Regímenes de países dictatoriales con récords cuestionables en materia de derechos humanos, que discriminan a las mujeres y son acusados de asesinar a periodistas y disidentes, e incluso de alentar el terrorismo internacional, pretenden lavar su repudiable imagen internacional a través de los mercados de inversión del sector deportivo: El emir de Qatar es dueño del equipo de futbol París Saint-Germain; partidos oficiales de España y de Italia se han disputado en Arabia Saudí; lo mismo que el combate por el cetro de los pesos pesados de boxeo entre Andy Ruiz y Anthony Joshua; importantes carreras de caballos, competiciones ciclistas y de lucha libre, y la maratón de Yida. En el calendario figura también un Grand Prix de la fórmula 1, y por supuesto el Mundial de Fútbol de Qatar 2022.
El deporte es, por excelencia, un arma para establecer un contacto sentimental con millones de aficionados, afrontar desafíos socioculturales, protegerse de la inestabilidad política de la región y mitigar el riesgo económico trasladando fondos offshore. Los clubs no son solo negocios, sino instituciones sociales, un enorme valor añadido.
La Premier League del futbol inglesa se considera hasta ahora la mas importante lavadora del sector deportivo. Dio luz verde a las adquisiciones de sus clubs por magnates norteamericanos (Manchester United y Liverpool), oligarcas rusos (Chelsea), el jeque Mansour de Abu Dabi (Manchester City), o el príncipe y hombre de negocios saudí Abdulah bin Mosad (Sheffield United). Pero ser abiertamente parte del proyecto Visión 2030 del Gobierno de Riad, consistente en utilizar el deporte para mejorar su imagen, captar inversiones extranjeras y diversificar su economía con énfasis en el turismo y los servicios financieros, ha provocado demasiado escozor.
La operación para la compra del 80% del equipo de futbol Newcastle United por el Gobierno de Arabia Saudí a través del Fondo de Inversión Pública (PIF) de ese país, por 360 millones de euros, ha quedado congelada, al menos por el momento, en vista de los reparos de los clubs de la Premier, encabezados por el Liverpool y el Tottenham. En el trasfondo están los abusos de derechos, la tortura, el asesinato del periodista Jamal Khashoggi, el papel de Riad en la guerra de Yemen y su intento de aislar a Qatar.
El fútbol, aunque pretenda evitarlo, no puede escapar a la geopolítica, y en este caso se ha visto en medio de la rivalidad en el Golfo Pérsico entre Arabia Saudí y sus emiratos satélites por un lado, e Irán y Qatar (a grandes rasgos) del otro, proyectada en el terreno militar a los conflictos de Yemen y de Libia, y en el deportivo a los derechos de televisión de la Premier que tienen los cataríes, y a la proyección que va a significar el Mundial de dentro de dos años.
Una tercera lavadora entra en juego con relación al Mundial de Fútbol 2022: El presidente de la FIFA Gianni Infantino, quiere expandir la cantidad de equipos de 32 a 48. Los partidos adicionales generarían un ingreso estimado de 400 millones de dólares cifra nada despreciable para los jerarcas del futbol mundial.
Las lavadoras de Qatar, Arabia Saudí y la FIFA están en pleno chaca chaca en el escenario deportivo para lavar la imagen de unos y garantizar negocios por millones de dólares para otros.