Collage trigésimo séptimo sobre Rómulo Betancourt

Opinión | noviembre 3, 2020 | 6:22 am.

(Año 1958 -I-)

Tras la fuga del dictador Marcos Pérez Jiménez en la madrugada del 23 de enero de 1958, los representantes de las Fuerzas Armadas Nacionales, reunidos en el Palacio de Miraflores, constituyen la Junta Militar de Gobierno integrada por el contralmirante Wolfgang Larrazábal, Comandante en Jefe da la Marina, quien la preside; el coronel Pedro José Quevedo, Director de la Escuela Superior de Guerra; el coronel Carlos Luis Araque, Comandante de las Fuerzas Armadas de Cooperación; el coronel Roberto Casanova (Ejército); y el coronel Abel Romero Villate (Aviación).

En el Acta Constitutiva de la Junta Militar se declara que las Fuerzas Armadas han resuelto poner término a la situación que atravesaba el país “a fin de enrumbarlo hacia un Estado democrático de Derecho” y que la Junta “asumirá todos los poderes de Estado, y por lo tanto, ejercerá el Poder Ejecutivo de la Nación mientras se organizan constitucionalmente los Poderes de la República”. La Junta Militar se amplía con la incorporación de los civiles Eugenio Mendoza y Blas Lamberti, mutan su nombre al de Junta de Gobierno. El día 24, en virtud de que se producen protestas, tanto en la población civil como en las propias Fuerzas Armadas, contra la presencia de Casanova y Romero Villate, estos dos coroneles se ven obligados a abandonar la Junta y ese mismo día un avión militar los lleva a la isla holandesa de Curazao.

A las siete de la noche del 23 de enero se juramentaron los nuevos ministros del Gabinete Ejecutivo y el Gobernador del Distrito Federal. El Gabinete quedó integrado por 12 civiles y un militar, el coronel Jesús María Castro León, en el Ministerio de la Defensa, nombramiento que causó inquietud y preocupación en las fuerzas democráticas por haber estado involucrado en reuniones conspirativas en Maracay y La Victoria antes del derrocamiento del Presidenta Gallegos en 1948.

Al mediodía del mismo 23 de enero, el Presidente de la Junta de Gobierno se dirigió a la nación a través de la radio y la televisión, reiterando la promesa de “conducir a la República hacia una organización jurídica y política acorde con las prácticas universales de la democracia y del derecho”. En cumplimiento de ese propósito permitió una irrestricta libertad de expresión e información, el derecho de reunión, de asociación y de funcionamiento de los partidos políticos, el regreso de todos los exiliados políticos, se devuelve a las organizaciones sindicales sus sedes y locales, además de indultar a los militares que se habían rebelado contra Pérez Jiménez antes y después del 1° de enero de 1958.

La Junta autoriza al recién nombrado Procurador General de la Nación para que los bienes de Pérez Jiménez, en nombre suyo o en el de personas interpuestas, sean ocupados preventivamente. No se detiene a ningún ministro de la dictadura, pero no se pudieron evitar los saqueos a las residencias de sus altos jerarcas (Pérez Jiménez, Llovera Páez, Vallenilla Lanz) y a los talleres y archivos del diario oficial El Heraldo.

Sobre la Seguridad Nacional, donde se hallaban hacinados cerca de mil detenidos políticos, en el periódico El Nacional del día 24, aparece esta información: “Como consecuencia de la actitud por demás criminal de los agentes de Seguridad Nacional que se encontraban refugiados en el edificio de dicho organismo en la Plaza Morelos de Los Caobos, que procedieron a disparar impunemente contra la muchedumbre que pedía libertad de los presos políticos, el edificio fue objeto de un saqueo general e incendio de sus dependencias una vez que las Fuerzas Armadas habían logrado sacar el cuantioso parque allí almacenado y detener a los oficiales que ofrecían resistencia (1). Por la descarga de metralla que salía del seno de la Seguridad Nacional, hubo, por lo menos, siete muertos.

Centenares de exiliados políticos comienzan a regresar al país. De los máximos dirigentes de los partidos políticos, el primero en retornar fue el doctor Jóvito Villalba, el día 26 de enero, proveniente de Estados Unidos, y en el discurso que pronuncia desde el Aeropuerto de Maiquetía aboga por la unidad de las fuerzas democráticas y critica el respaldo que Estados Unidos le había dado a Pérez Jiménez. Gustavo Machado llega el 27, y también habla desde el Aeropuerto de Maiquetía y sostiene la tesis de la unidad democrática. Rafael Caldera regresó, también desde Nueva York, el 1° de febrero, siendo recibido con gran entusiasmo, como lo reseña El Nacional del día siguiente: “El doctor Rafael Caldera, máximo dirigente del partido político Copey, regresó ayer al país, desde Nueva York, donde estaba exilado. Millares de personas lo esperaron en Maiquetía, y más tarde, en la plaza Diego Ibarra, una multitud extraordinaria se congregó allí para escuchar la palabra del líder socialcristiano” (2).

El 9 de febrero regresa, igualmente desde Nueva York, Rómulo Betancourt. Transcribiré textualmente la información de prensa y de otras fuentes. En el diario La Esfera, del 10 de febrero, se lee: “En una brillante improvisación, Rómulo Betancourt se dirigió a una multitud de más de 50.000 personas, congregadas en la plaza ‘Diego Ibarra’ del Centro Simón Bolívar… El pueblo venezolano unificado, sin diferencias de tipo partidista, dio una apoteósica bienvenida al dirigente democrático, expresando con vítores y jubilosos aplausos su alegría por el retorno de uno de sus más calificados representantes” (3).

El diario El Universal, del 10 de febrero, escribió: “Una gran multitud se congregó ayer en la Plaza Diego Ibarra, con el objeto de tributar caluroso recibimiento al líder de Acción Democrática, Rómulo Betancourt, quien después de nueve años de exilio, retornó nuevamente a su Patria… Las gentes, en su deseo de tributar su admiración a Rómulo Betancourt, se apostaron a todo lo largo de la Avenida Sucre, en donde tomaron en hombros al líder de AD y así lo trasladaron hasta el sitio donde pronunció su discurso” (4). El historiador Ramón J. Velásquez, dice: “Miles de personas se apostaron a lo largo de la Avenida Sucre, a la entrada de la ciudad y trasladaron en hombros, al jefe máximo de Acción Democrática a la Plaza Diego Ibarra en donde la multitud se había concentrado para oír sus primeras declaraciones al regreso de nueve años de exilio.

Señaló Betancourt como primera necesidad la colaboración de todos los venezolanos en la empresa de lograr la estabilización del régimen democrático y en este camino ofreció el total apoyo de su partido a las gestiones de la Junta de Gobierno. Al referirse a las jornadas del 23 de enero afirmó: ‘La revolución pasada no ha sido un milagro, sino es el resultado de una resistencia que se inició el 25 de noviembre de 1948, demostrando los venezolanos tanto en la cárcel como en el exilio, que estaba viva la pasión por la libertad que ahora ha estallado en forma magnífica, mediante la unión de todos los venezolanos, sin distingos de partidos políticos, ni de clases sociales’ “(5).

Luis José Silva Luongo, en su libro “De Cipriano Castro a Carlos Andrés Pérez (1899-1979)”, comenta: “Finalmente llega al país el líder cuyo regreso crea mayores expectativas entre los venezolanos: Rómulo Betancourt. En el Aeropuerto de Maiquetía y en la Avenida Sucre siente la calurosa bienvenida que le tributan millares de compatriotas. Una multitud entusiasmada espera su palabra en la plaza Diego Ibarra, después de nueve largos años de exilio. Trae un lenguaje sereno y propiciador del entendimiento entre las fuerzas fundamentales del país. Ofrece también el decidido respaldo de su partido Acción Democrática a los esfuerzos que realiza la Junta de Gobierno para conducir al país a un rápido proceso electoral” (6).

Por su parte, Alfredo Tarre Murzi (Sanín), en su libro “Rómulo”, mediante el método de la confidencia imaginaria (“con respeto a la verdad histórica”), pone en boca del fundador de Acción Democrática la siguiente visión de su regreso al país; “El 9 de febrero llegamos mi familia y yo, en vuelo directo desde Nueva York. Tanto en el aeropuerto como en la avenida Sucre, en Catia, había miles de personas que me saludaron a mi regreso. La organización del partido había cumplido. Una gran multitud, estimada en 50.000 personas, se dio cita en la plaza Diego Ibarra de El Silencio, para recibirme y escuchar mi discurso. Dije un discurso aparentemente improvisado, con palabras racionalmente seleccionadas para evitar cualquier desliz, ya que sabía que no pocas personas me estaban cazando para comenzar el ataque personal y dar rienda suelta a sus odios contra AD… Ese día me di cuenta de que AD mantenía su primer lugar entre las fuerzas políticas del país, ya que el pueblo desbordaba las calles a mi paso…” (7).

Rafael Caldera, en relación al regreso de Betancourt al país después de su tercer y último exilio, expresa: “Y vino a Venezuela con el firme propósito de corregir lo que hubiera que corregir, de orientar de acuerdo con la realidad social, que no se puede inventar ni deformar, los factores que habían de intervenir para lograr la misma finalidad que esencialmente lo había llevado a la lucha en su tiempo de estudiante” (8).

Se presentaron graves incidentes en ocasión de la llegada a Caracas, el 13 de mayo, del Vicepresidente de Estados Unidos, Richard Nixon. Antes de su llegada, los estudiantes unversitarios lo habían declarado “visitante indeseable en la patria de Bolívar”. Se le atribuye a Larrazábal, respecto a las protestas anunciadas por los estudiantes, la supuesta declaración de que “si yo fuera estudiante también protestaría”. Nixon fue objeto de agresiones en la avenida Sucre, siendo apedreados los vehículos donde se desplazaban él y su comitiva.

Según cable de Washington, fechado ese mismo día, en relación con esos incidentes, unos mil hombres de infantería y paracaidistas fueron enviados al Caribe por el Ejército de los Estados Unidos. Fueron suspendidos los actos oficiales previstos, y Rómulo Betancourt, en representación de Acción Democrática, al igual que Rafael Caldera y Jóvito Villalba, en representación de sus respectivos partidos, condenaron los hechos de violencia. Al día siguiente, el Vicepresidente Nixon fue despedido en el Aeropuerto Internacional de Maiquetía por la Junta de Gobierno y el Gabinete Ejecutivo en pleno, representantes de las Fuerzas Armadas y del Cuerpo Diplomático.

Según Ramón J. Velásquez, en la composición de la Junta de Gobierno, desde el punto de vista militar, no había representación de los dos grupos que participaron en la rebelión contra la dictadura en la primera quincena de enero: no estaban ni Trejo ni Castro León.

El Coronel Hugo Trejo, líder de insurgencia del 1° de enero, al salir de la cárcel el día 23, es incorporado al Ejército y se le designa Sub-jefe del Estado Mayor. Tenía prestigio en el sector militar y en los medios estudiantiles universitarios. Se empezó a sospechar que podría estar en actividades conspirativas, y el día 30 de abril de 1958, los miembros militares de la Junta (Larrazábal, Quevedo y Araque), junto con Castro León, ponen a Trejo frente al dilema de irse al exterior como Embajador o ser hecho preso. En medio de la tensión militar y estudiantil (se le había invitado a refugiarse en la Universidad Central), en la noche decidió aceptar la Embajada de Venezuela en Costa Rica, país al que viajó el día siguiente.

Más grave, mucho más grave, es la crisis que se va a presentar en el mes de julio con el general Jesús María Castro León. Veamos lo que dice, en su libro “Los Golpes de Estado desde Castro hasta Caldera, el general de división Iván Darío Jiménez Sánchez: “Expulsado Trejo, queda el general de Brigada (Av.) Jesús María Castro León con el monopolio de los descontentos; Castro León ha sido uno de los más persistentes conspiradores a través de la historia profesional. Lo hizo contra Gómez, lo hace contra Medina, contra Betancourt, no es partidario de Delgado Chalbaud, conspira contra Pérez Jiménez, y seguía conspirando después… Las razones del descontento miran hacia Rómulo Betancourt. Muchos oficiales están convencidos de que Betancourt podría volver al poder, con su odio ocultado hábilmente hacia los hombres de uniforme, de su intención de debilitar la estructura castrense. Argumentan también que quienes están en la Junta no son los mejores oficiales, los más calificados, que había muchos, mejores, para tan delicada función de transición” (9).

En esa apreciación, coincide el historiador Ramón J. Velásquez: “La prédica que a lo largo de una década había realizado la dictadura contra Acción Democrática y su jefe máximo, Rómulo Betancourt, había logrado abrir brecha en numerosos oficiales que se habían incorporado a las filas en los días confusos del trienio revolucionario y habían ido ascendiendo durante la década 1948-1958… Desde mediados de junio, el movimientos conspirativo que tenía como sede La Planicie estaba en marcha…” (10).

El día 22 de julio hay el rumor de que el Ministro Castro León, en nombre de cien oficiales va a exigir en un pliego que presentará a la Junta: 1) supresión de AD y del PCV; 2) censura de prensa; 3) aplazamiento por tres años de elecciones y 4) formación de un nuevo Gobierno, de acuerdo con las Fuerzas Armadas.

La Junta y el Gabinete se trasladan a la Comandancia General de la Marina en Macuto. Civiles armados, sin identificación, asaltan y registran la residencia de Rómulo Betancourt, y soldados de la Policía Militar apresan a Fabricio Ojeda y otros miembros de la Junta Patriótica y los llevan al Palacio de Miraflores.

Al mediodía de ese día 22, una inmensa muchedumbre –yo estaba allí- se concentró frente al Palacio Blanco, sede del Gobierno Provisional, y oyó los discursos de varios oradores. El Comité Sindical Unificado ordena un paro general. Castro León invita a su despacho en La Planicie a Jóvito Villalba, Rafael Caldera y Eugenio Mendoza. Trata de justificar su conducta y le ofrece la Presidencia de una nueva Junta a Mendoza, que la rechaza. Los Comandantes del Ejército, de la Fuerza Aérea, de la Marina y de la Guardia Nacional no secundan a Castro León, quien se traslada al Palacio Blanco. En la madrugada del día 23 de julio, Castro León presenta su dimisión y es sustituido en el Ministerio de la Defensa por el General de la Aviación Josué López Henríquez. Al día siguiente, 24, Castro León y un numeroso grupo de oficiales salen al exterior.

En la madrugada del domingo 7 de septiembre estalla otra asonada militar, encabezada por los tenientes coroneles Juan de Dios Moncada Vidal y Ely Mendoza Méndez, quienes habían sido expulsados a raíz de la fracasada rebelión de Castro León, y habían ingresado clandestinamente al país. Se proponían tomar el Palacio Blanco, el Ministerio de la Defensa, estaciones de radio y televisión y detener a los principales líderes de Acción Democrática y del Partido Comunista. El Comité Sindical Unificado decretó la huelga general indefinida , la toma de las calles de Caracas y la construcción de barricadas. Una multitud intentó tomar el cuartel de la Policía Militar, y el enfrentamiento dejó un saldo de dieciocho muertos y cien heridos. El pronunciamiento golpista fracasó en la mañana del propio domingo 7 de septiembre, y algunos de sus cabecillas fueron detenidos y otros se refugiaron en Embajadas.

Continuaremos con el análisis la próxima semana.

Notas:

1-Historia Gráfica de Venezuela. José Rivas Rivas. Tomo 7. El Gobierno de Larrazábal 1958. Pág. 13.

2-Obra citada. Pág. 47.

3-Obra citada. Pág. 58.

4-Obra citada. Pág. 59-60.

5-Ramón J. Velásquez. “Aspectos de la Evolución Política de Venezuela en el Último Medio Siglo”. Venezuela Moderna. Fundación Eugenio Mendoza. Caracas 1976. Pág. 163-164.

6-Luis José Silva Luongo. “De Cipriano Castro a Carlos Andrés Pérez” (1899-1979). 1ª edición Monte Avila Editores 2000. Pág. 291.

7-Sanín (Alfredo Tarre Murzi). “Rómulo”. Vadell Hnos Editores. 1984. Pág. 316-317.

8-Rafael Caldera. “La Venezuela Civil”. 1ª edición. Cyngular. 2011. Pág. 51.

9-G.D. Iván Darío Jiménez Sánchez. “Los Golpes de Estado desde Castro hasta Caldera”. Centralca. 1996. Pág. 114.
10-Ramón J. Velásquez. Obra citada. Pág. 170-171-