Andrés Bello, sabio hispanoamericano
Andrés Bello (1781-1865), quien no logró titularse Doctor en la Universidad de Caracas, Real y Pontificia, ya que solo se tituló allí de Bachiller en Artes, era ya en 1810, por esfuerzo propio, un reconocido hombre de letras y humanista.
Será en su larga estadía en Londres (1810-1829) que ampliará y perfeccionará su formación, en una actividad autodidacta (igual que Francisco de Miranda, Simón Bolívar y antes Cervantes) desarrollada desde la más importante biblioteca del mundo en su época: La Biblioteca del Museo Imperial Británico. Tal “postgrado” valió más que cualquier título otorgado por las provincianas universidades españolas en América.
Fue en Londres, capital del Imperio más poderoso de su tiempo, cuna de la Revolución Industrial, que Andrés Bello logrará la erudición y sapiencia que le permitirá en Chile alcanzar la estatura de gigante de las Letras, de polímata, de gramático, de Poeta, de jurisconsulto, de helenista, de políglota, de periodista, de pedagogo, de emancipador intelectual de la América Hispana recién liberada del yugo colonial.
Andrés Bello ejerció un importante cargo en el primer gobierno autónomo venezolano surgido del del 19 de abril de 1810. Era el Oficial Primero, una especie de viceministro, de la Secretaría de Estado (Relaciones Exteriores), y no estaba previsto que integrara la misión a Londres en busca de apoyo y auxilios británicos, pero fue electo diputado al Congreso quien sería Secretario de tal misión diplomática y Bello logró que su amigo Simón Bolívar, jefe de dicha misión, lo postulara para dicha responsabilidad, comprometiéndose a regresar al país con una compilación de las más importantes leyes europeas para orientar la labor legislativa del nuevo gobierno. Porque Andrés Bello, que era hombre de pocos recursos económicos, quería conocer Europa y en especial Londres, cuyas bibliotecas y museos ya eran mundialmente famosos. Ésta fue la razón de su viaje a Londres y de extender su estadía cuando Bolívar, cumplida la misión, regresó solo a Venezuela, ya que Luis López Méndez también se quedó en Inglaterra, porque lo atosigaban sus acreedores en Venezuela.
Lo que pensaron López Méndez y Bello sería una prórroga de meses, cuando mucho un año o dos, se convirtió por los avatares de la guerra y la política en 19 años en el Imperio Británico.
Para Bello no fueron años de placer sino de penurias y estrechez. Debió trabajar como maestro de idiomas y en toda actividad remunerada, por más humilde o precaria que resultara, ya que servía a un gobierno a veces itinerante o inexistente y casi siempre sin capacidad de pago, y él, que no era hombre de armas sino de pensamiento, entendió que sería un sin sentido regresar a Venezuela sumergida en una devastadora guerra a muerte.
En todo caso, Bello, quien formó familia en Inglaterra, sólo recibió desaires de los hombres con poder en Venezuela, que no lo conocían bien y por eso no lo valoraron, o estaban muy ocupados en sus proyectos políticos. Tal realidad lo llevó a aceptar la generosa propuesta chilena, viajando a Chile en 1829 donde fundará la Universidad y será su Rector hasta la muerte. Será Senador y Consejero permanente de todos los gobiernos, redactará el Código Civil, modelo para todo el continente, escribirá casi toda su extensa y variada obra y creará las bases del Derecho Público Hispanoamericano y efectuará grandes aportes al Derecho Internacional.
Muchos piensan que el gran avance de Chile se debió a Bello, olvidándose que ya en 1823 Chile abolió la esclavitud, años antes de la llegada de Bello; y este mismo hecho, que su gobierno buscara en Europa a un sabio, a un erudito de un pueblo hermano, para que contribuyera en la formación de la nueva nación, y que todos los sucesivos gobiernos lo apoyaran, prueba que Chile contó desde el principio de su vida independiente con estadistas, mientras nosotros sufrimos a los interesados y egoístas caudillos, a tiranos y tiranuelos.
Bello no escribió “La Oración por Todos”. Sólo la tradujo del francés de su verdadero autor, Víctor Hugo, aunque su Gramática sentó cátedra en la misma España.
Y existe una verdad: La Venezuela nacida de la guerra se olvidó de este hijo ilustre, el gran humanista de América, cuya obra intelectual es gloria nacional.
Ya lo preguntó Andrés Eloy Blanco, nuestro excelso poeta: “¿Qué tiene Venezuela que su hijo vil se le eterniza adentro y su hijo bueno se le muere afuera?”