«Yo no cierro, yo abro»: la incertidumbre de los negocios latinos en España
Madrid, 27 oct (EFE).- Rose cierra la cortina dorada hasta que deja de verse por completo el bar. Detrás se esconde el cartel que anuncia el precio de las caipirinhas y las botellas de cachaça, el licor que les da vida. Al otro lado del ambiente, otra tela, roja, tapa parte de la pista de baile y el banco donde solían sentarse los músicos.
El bar de Rose Maloka sirvió la bebida brasileña por última vez el 8 de marzo, después de las manifestaciones del Día Internacional de la Mujer en Madrid, cuando organizó un concierto para celebrar la fecha. Días después, el Gobierno español decretó el estado de alarma en todo el país para frenar la expansión del coronavirus.
El desplazamiento de personas se limitó a actividades de primera necesidad, como ir al supermercado o la farmacia. Los locales de copas, como el de Rose, tuvieron que cerrar sus puertas.
La brasileña, que vive en Madrid desde hace 30 años y lleva más de 20 al frente del establecimiento, recibió la noticia mientras estaba de vacaciones en Marruecos. Al volver a España, la afrontó con incredulidad: «Yo no cierro, yo abro». Pero la clausura fue inmediata y no hubo tiempo para planear medidas intermedias, como la reducción del aforo.
Los quince días iniciales que Rose imaginaba que tendría que mantener cerrado el local se convirtieron en meses y el sentimiento inicial de sorpresa -un tanto «traumático»- ahora es de dolor. Aún no sabe cuándo podrá reabrir, pero el próximo 20 de noviembre no se celebrará el homenaje a Zumbi dos Palmares, líder de la lucha contra la esclavitud en Brasil. Hubiera sido la decimoséptima conmemoración en su bar.
«Han sido unos meses durísimos», comenta Celia Ferrero, vicepresidenta de la Federación Nacional de Trabajadores Autónomos (ATA) de España, al destacar que los autónomos que más han sufrido el impacto de la pandemia en la hostelería han sido los dueños de pequeños negocios de ocio nocturno, como Rose.
Su bar tiene capacidad para 28 personas, un aforo «absurdo», dice. Por eso, aunque se lo permitieran, abrir no le sale rentable: «Es completamente inviable».
Desde el inicio de la crisis, han desaparecido más de 40.000 empresas del sector, según la organización Hostelería de España. Una cifra que podría llegar a los 85.000 por las restricciones a causa de la nueva ola.
Todos han tenido que cerrar sin la certeza de que sus negocios podrán mantenerse y sin saber cómo harán frente a los gastos y facturas pendientes, tras ser golpeados por una crisis económica aún «desconocida», según la vicepresidenta de ATA.
Muchos no han podido acceder a ayudas económicas o tardaron en recibirlas, destaca la asociación, que defiende una política de «cuota cero» a los autónomos que no han tenido ingresos en sus negocios por cuenta de la pandemia.
De acuerdo con Hostelería de España, el ritmo de la recuperación del sector dependerá de los auxilios económicos.
El hecho de que muchos de estos trabajadores no hayan parado su actividad durante o después de la cuarentena obligatoria «no significa que se hayan recuperado», afirma Ferrero. ATA estima que más de un millón de autónomos -un tercio del total- «se verán abocados al cierre» si no se prorrogan las ayudas a partir de este mes de octubre.
La fuerza laboral extranjera
Uno de cada cinco trabajadores autónomos en España lo hace en la hostelería, como Rose Maloka, una de los 38.000 registrados en la región de Madrid, según el Ministerio español de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones.
Este es el principal sector de los autónomos, seguido por las actividades del hogar, las inmobiliarias y las administrativas.
España tenía 3,2 millones de autónomos en agosto, de los cuales 358.000 eran extranjeros y 215.000, de países no pertenecientes a la Unión Europea.
En el segundo trimestre de 2020 había más 18,6 millones de personas ocupadas en España, según datos de la Encuesta de Población Activa del Instituto Nacional de Estadística (INE). Los extranjeros representaban un 11,75 % y los latinoamericanos, específicamente, un 3,66%.
Colombia (81.472), Venezuela (75.529), Ecuador (69.999) y Bolivia (46.387) son los principales países de procedencia. Las cifras de peruanos, argentinos, paraguayos o brasileños se mantienen entre los 30.000 y los 40.000 por cada nacionalidad.
Respecto a los sectores de actividad, los datos del INE apuntan que 541.000 latinoamericanos, aproximadamente un 80 % del total, trabajan en el de servicios y un 8,46 % lo hacen en la industria, por delante de la construcción (7,24 %) y la agricultura (4,88 %).
En marzo, en el inicio del estado de alarma, el número de latinoamericanos afiliados a la Seguridad Social cayó un 8,23% respecto al mes anterior.
La cifra se recuperó en los meses siguientes, con subidas de un 0,17% en abril y un 2,66 % en mayo. Pero la recuperación total será lenta, en parte por la crisis económica que empezó en España en 2008, explica Julimar da Silva Bichara, profesor del Departamento de Estructura Económica y Economía del Desarrollo de la Universidad Autónoma de Madrid.
Ese año había 1,35 millones de trabajadores latinoamericanos, una cifra 49,61 % mayor que la registrada por la Encuesta de Población Activa en el segundo trimestre de 2020. Aquella crisis ya forzó al regreso a sus países de muchos extranjeros que no encontraban empleo.
Según Da Silva Bichara, la crisis sanitaria ha destruido más de 1,4 millones de puestos de trabajo en España. Un 28,6 % de ellos, de extranjeros y un 5 %, de latinoamericanos.
Y el profesor ve el futuro «mal, bastante mal».
Oportunidad en la cuarentena
Más de la mitad de pequeñas y medianas empresas de España han visto descender su volumen de ingresos más de un 75% por la crisis, según una encuesta de la Confederación Española de este tipo de empresas (CEPYME).
La falta de demanda y la imposibilidad de realizar su actividad son los principales motivos de las pérdidas: casi un 40 % señala como razón el cierre por obligación legal.
Para paliar la merma, se ven forzados a solicitar un Expediente de Regulación de Empleo (ERTE), a adherirse al teletrabajo o a reducir su actividad, dice la encuesta.
Pero también están los que no se han visto tan golpeados por la pandemia e, incluso, los que se han beneficiado, de alguna manera, de la cuarentena: un 2,77 % dice que la crisis no les está afectando y un 1,3 %, que sus negocios han tenido cambios positivos o muy positivos.
Helmut Agüero y su esposa Mónica Figueroa mantienen un negocio de cajas sorpresa y regalos personalizados, que reparten por Madrid. Hace más de una década que dejaron la ciudad colombiana de Barranquilla, aunque este negocio lo abrieron en febrero pasado, semanas antes del inicio del estado de alarma.
Con el confinamiento obligatorio, su pequeño comercio, que apenas había nacido, tuvo que parar y la pareja buscó alternativas: creó nuevos diseños y encontró la clave para la reactivación de su negocio en las redes sociales.
En el salón de su casa se puede ver la cámara con trípode y los dos ordenadores con los que graban y editan los vídeos de sus creaciones, que después publican en la página web diseñada por Helmut: «Dándoles una buena aplicación a las redes sociales se puede vender bastante».
Aún no tienen tienda física para su negocio, algo que ven factible en el futuro, pero de momento internet les viene bien: sus regalos han cruzado fronteras y han llegado hasta Ecuador, Honduras o Reino Unido.
Y creen que han podido aumentar sus ventas durante la cuarentena porque, dada la dificultad del momento, las personas sienten más necesidad de expresar cariño a sus amigos y familiares.
Según Helmut, lo más importante para el negocio es conocer bien a sus clientes y saber llegar a ellos. «Caerles bien nos abre puertas», dice, mientras explica que salieron de su país con el deseo de echar hacia adelante y que ese es el otro motor de su éxito.
Para el profesor Da Silva, negocios como el de Helmut y Mónica, liderados por personas extranjeras, influyen de forma positiva en el mercado laboral: el trabajo inmigrante rejuvenece y aumenta su dinamismo y productividad.
La labor de los extranjeros «ha permitido al mercado laboral español adaptarse a los cambios globales, que exigen mayor flexibilidad, con unos costes muy competitivos», afirma.
Mientras, Rose Maloka sigue pendiente de las órdenes de las autoridades sanitarias. Ella y los demás propietarios de locales de ocio nocturno saben que no habrá una «nueva normalidad» hasta que la pandemia sea parte del pasado. EFE