Raúl Castro, el mandamás de Venezuela
“Raúl el terrible”, como le llamaba Fidel, es quien verdaderamente dirige todo el aparato Estatal venezolano.
El usurpador, rescatado de oscuros vestigios fronterizos, fue preparado para el crimen y el colectivismo bajo el estricto seguimiento de Raúl, que celebraban la muerte de Chávez cuándo ya no les servía, después de haber dejado a Venezuela en el canibalismo de los lobos de la isla. Chávez fue un traidor y como tal, recibió el mismo tratamiento. Ahora sólo quedó un mamotreto de cartón piedra del cual se ríe, la hiena que es Raúl.
Raúl Castro es un asesino lineal y ordena al usurpador fusilar sin miramientos a quien se oponga a los dictados de la Habana.
Un antiguo relato del 2005, del analista Brian Latell, narra paso a paso el endemoniado camino de sangre de “Raúl el terrible”, que maneja una cartilla, desde antes de llegar al poder, y que después de 68 años, la repite al pie de la letra en la colonia que dirige a su antojo. Cuenta el mencionado analista que cuando preparaban zarpar hacia Cuba -para iniciar uno de los más crueles y terribles episodios criminales de la humanidad-, “Fidel le ordenó que asesinara a un joven camarada sospechoso de ser informante de Batista… Raúl asesinó al hombre con fría indiferencia”, fue el acto de graduación en violencia letal del despiadado gerifalte.
Ya en la guerrilla, ejecutó con su pistola tenebrosa a un guerrillero llamado Eutimio Guerra y después al mes, a Chicho Osorio, y allí sigue la cadena de crímenes que se perpetraban por tener la mala suerte de ser víctimas de las sospechas de Fidel.
El dictador también decidió que su hermano se especializará en la creación de servicios de Inteligencia y contrainteligencia, con el mismo organigrama que han creado en Venezuela y que la ONU ha señalado como borrascosas bandas asesinas, bajo la dirección cubana y coordinadas directamente por el alumno insolvente en conocimientos, pero muy preparado para llenar de sangre las calles de un país, que tampoco es el suyo. Venezuela está en manos de extranjeros.
Raúl Castro superó escasamente la escuela primaria. Según sus propias palabras sólo asistió “al colegio durante unos ocho años”. Ignorancia y crueldad juntas.
Ambos son expertos en exhumar huesos. En 1966 el cubano ordenó que todas sus víctimas fueran colocadas en ataúdes y lanzadas al mar en la costa sur de oriente. Aquí se los llevan para Miraflores y son materia prima para las ceremonias con los babalú, convirtiendo al escenario en un panteón yoruba.
Ordenó fusilar a su supuesto mejor amigo, el general Ochoa, porque Fidel le tenía envidia. Ha participado personalmente en sucesión de ejecuciones, supuestos suicidios, muertes accidentales, detenciones masivas y todo tipo de atropellos a la sociedad.
El usurpador, copia al papel carbón: muertes accidentales. Recuerden como el G2 ejecutó a William Lara, gobernador Chavista de Guárico, pero que en una oportunidad se le ocurrió criticar a los dos Castros Venezolanos. Su cadáver apareció en un río crecido de la localidad, donde fue arrojado desde un puente.
Al concejal Alban ordenaron lanzarlo de un edificio. Después declararon que se suicidó.
La ejecución de Oscar Pérez fue monitoreada desde la Habana y ordenada por Rodrigo Valdez, general Castrista que mueve los cables del usurpador.
El documento que comentamos señala que con frecuencia provocaban una crisis para justificar acciones extremas cuyo propósito político era otro.
El G2 le ha organizado al espantajo operaciones como la de los drones y la reciente Gedeón, que el Diputado Wilmer Azuaje ha denunciado con grabaciones de los ajusticiamientos a gente desarmada y en total indefensión. En Cuba crearon el DIM, el DIER, el DRISER, el MININT, el DGI, que se han rotado, todos al mando de “Raúl el Terrible”, que también dirige en Venezuela el SEBIN y el DGIM. El primero lo conforman 3 agentes del G2 en el alto mando. El DGCIM lo dirigen 8 milicianos del mismo organismo castrista. En la sala situacional del ministerio del interior, participan 200 cubanos, que pernoctan en los edificios de fuerte Tiuna. La jerarquía vive en el hotel Ávila y en el parque central.
El gran jefe cubano ordena y el G2 ejecuta; además entrena al ejército y agentes de inteligencia en la Habana. De allí copiaron también la falsa ley del bloqueo, inconstitucional y nula, calcada por una supuesta constituyente que desde su engendro es absolutamente insubsistente y así sus decisiones, que serán revertidas al caer estos usurpadores y reconquistar la democracia de las cadenas de la tiranía castrista.
Otro asunto ordenado desde la habana son las fuerzas paramilitares de élite, llamados colectivo, que el anciano cubano decidió crear y que son preparados por contingentes enviados desde la isla caribeña.
Todos los que participan en estas actividades criminales son gratificados económicamente. La nómina es una sola para los dos países. A toda esta plantilla terrorista se suman 150.000 mil falsos médicos y supuestos trabajadores sociales, que en realidad son policías de batolas blancas. En total Venezuela paga unas 400.000 personas. También entrenan las bandas que desestabilizan países como Colombia, Chile y Ecuador entre otros. Hasta Estados Unidos llega la larga mano del saqueo y la perturbación.
Allá y aquí los militares lideran los sectores de la economía que nada produce, pero ganan con la expoliación al Estado, las riquezas de Venezuela y el lucrativo negocio del narcotráfico. Castro ordena y el usurpador paga.
De tal manera que la cúpula de mando no es la que se cree. Es otro el Estado mayor:
Jefe absoluto: Raúl Castro.
Comisario ejecutivo: General Raúl Valdez
Marionetista: Nicolas Maduro.
Víctimas: Los pueblos de Venezuela y Cuba.